Vino un tipo con nombre japonés y nos dijo que la Historia se había acabado, que a partir de ese momento entrábamos en las Vacaciones ... de la Humanidad o algo así. Ni había Telón de Acero ni Guerra Fría ni Caliente. Los tiranos del mundo se habían convertido en unos trotacalles en busca de algo que llevarse a la boca y al común de los mortales nos tocaba vivir de las rentas de la Historia. Habría que ir a la oficina o llevar el taxi, sí, pero por un camino llano. El porvenir estaba asfaltado con un alquitrán que venderían en frasquitos de cristal tallado, como los perfumes de París. Más o menos.

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La cosa, por desgracia, no ha funcionado así. Al comunismo y a las dictaduras feroces les sobrevino un populismo que lo mismo embiste por la derecha que por la izquierda. Según dirían los taurinos, la Historia se ha convertido en un toro bizco. Y enfermo. En Finlandia dicen que van atrasados, que todavía conciben la defensa a base de refugios atómicos. Con su bautismo en la OTAN pretenden modernizarse. Pero la verdad es que parece todo lo contrario, que están en la cresta de la ola, en la vanguardia de la defensa, haciendo agujeros en el suelo y convirtiendo los sótanos en refugios o covachas para aguantar lo que el cielo, los rusos o la madre China nos quieran enviar, que no parece que vaya a ser maná precisamente.

'Un sinvivir'. Ese sería un título acertado para el epílogo al libro de Fukuyama. Porque la Historia se habrá acabado, pero sus secuelas no. Si estas eran las vacaciones posmodernas, el paraíso terrenal que nos estaba esperando, quizás muchos votarían por volver a la Historia de 1989, cuando el ultraliberalismo no había acabado todavía con los restos del estado del bienestar que se fraguó después de la II Guerra Mundial y no había que comprarse una brújula política para saber en qué punto se unían la izquierda radical con la derecha furibunda. Pero no nos queda otra que seguir por la senda, esté asfaltada de color rosa o tenga troneras y llueva a cántaros. Porque llover, metafóricamente hablando, siempre llueve. Porque cuando uno piensa que a deja atrás a la famosa prima de riesgo viene su pariente lejano de la inflación para meternos el mismo miedo.

Aparecen volcanes hambrientos, aparece una pandemia que encierra a la población mundial en sus casas. Llega el yihadismo, África se queda desabastecida, las olas migratorias se convierten en un fenómeno imparable, hay guerra en Europa, el gas alcanza unos costes desorbitados y aparece el fantasma de los cortes energéticos. Y aquí vamos, bajo la lluvia de cascotes, virus y euríbor. Con el sinvivir de la vida, haya o no Historia.

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