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Rosa y morado

Por ahora ·

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 21 de julio 2019, 09:42

La abstención es como un voto a favor. Nuestras Normas electorales -las hay mejores, pero no demasiado- hacen que, con los resultados del voto universal en las últimas generales, éste sea el escenario. Cómo en un tic se oye y lee constantemente hablar de la presunta incapacidad de nuestros políticos, pero los mimbres procedimentales sólo dan lo que dan.

Visto lo que hay, el movimiento de piezas de Iglesias, desapareciendo del tablero, ha dejado al titular de las fichas blancas mucho más que pensativo, dubitativo y hasta dicen que tembloroso. Si es verdad que Sánchez quiere ser investido en julio, tiene difícil no aceptar en su gobierno a los Montero, Mayoral, Echenique... Y las carteras de vivienda, transición ecológica, igualdad, consumo... Pueden estar al caer.

Sánchez, con ese impostado tono de baja audición adulando el diálogo y a sí mismo por quererlo aplicar, ha susurrado su petición, a Ciudadanos primero y a Partido Popular después, de votos abstinentes para no depender de secesionistas, Bildu o de Unidas Podemos. La reiterada respuesta de populares y naranjas ha sido negativa desde la mismísima campaña electoral hasta aquí. Las causas esgrimidas pasan por la sospecha ilustrada de que Pedro Sánchez se dispone a llevar a cabo políticas del gusto de secesionistas catalanes y organizaciones del entorno de ETA, por lo ocurrido en Badalona o por lo que viene en Navarra.

En el críptico horizonte todo indicaba que el Presidente en funciones aspiraba a un gobierno monocolor que exhibiera centralidad y le dejase manos libres para ir y venir y ello podía lograrse en ésta u en otra fase, sin descartar una posible repetición electoral reforzadora de su posición. Todo muy pensado y sin posible escape para sus adversarios. Sin embargo, tras la elaborada fuga de Pablo Iglesias, hay que volver a pensar.

Respuestas posibles hay muchas. Desde «vale, pero yo elijo quién puede ser ministro, es mi prerrogativa», pasando por «han de ser personas independientes propuestas por Podemos y de una nutrida y larga lista yo elijo», hasta «puedo ofrecer otros puestos, segundos niveles, lo importante es hablar de políticas no de sillones, no habrá miembros de Podemos en el Consejo de Ministros». Seguramente la factoría Redondo vive un largo y elaborado fin de semana y con su jefe de los nervios. Aparte de pensarse cómo reaccionar y sin fallos, no querrán dejar desprotegido el flanco PP-Cs, dónde venían ejerciendo una presión extra que se traducía en la tímida petición de abstención para los populares «para facilitar» de algunos cercanos y la descarada acción de abandono de muchos hasta aquí notables en el partido naranja. Con un acuerdo con Podemos, los populares y naranjas pueden irse de rositas, casi sin reproches. Un resultado que los huéspedes de Moncloa no quieren de ninguna manera.

De otro lado, da que pensar el entusiasmo con que los representantes de Esquerra y de Bildu indisimuladamente han acogido la idea de un posible gobierno de coalición del puño y la rosa abrazado al color morado. Ese contento debe significar que los hombres y mujeres de Junqueras y Otegui tienen sus razones. Si Sánchez e Iglesias las conocen, deberían contarnos cuáles son.

Pensémoslo bien, ni el Partido Popular ni Ciudadanos dieron ni en su programa ni en sus compromisos la más mínima pista ni síntoma de que fueran a apoyar a Sánchez de forma activa ni pasiva. Es difícilmente exigible que tornen sus bien conocidos propósitos cuando es sabido que los apoyos recibidos lo fueron con tales condiciones. Los dirigentes políticos tienen sus responsabilidades interpretando el mandato y la cuantía del mismo para tomar decisiones, los ciudadanos también tenemos la nuestra -insustituible- al optar por esto o aquello y pronunciándonos ante la mesa electoral.

Finalmente el pleno de investidura, su desarrollo, sus pactos o la ausencia de ellos, el resultado inmediato y también el final, todo, es el futo de las urnas, del voto. Echar la culpa a éste o aquel de lo que no nos guste es perfectamente legítimo, pero nadie debe engañarse, en una democracia avanzada -cómo es la nuestra- se tiene lo que se vota. Eso sí, Iglesias juega mejor al ajedrez que Sánchez, sacrificando a la reina, está a punto de ganar la partida.

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