Borrar

Ni quito ni pongo rey

GOLPE DE DADOS ·

Viernes, 16 de diciembre 2022, 08:45

Bastante conocida es la frase del mercenario francés Bertrand Duguesclin que cometió acto de traición y felonía atrayendo al rey Pedro I, cuando intentaba huir ... del castillo de Montiel, prometiéndole pasarse a su bando, y fue al revés, al llegar Don Pedro a su tienda le esperaba su hermanastro Enrique Trastámara, armado hasta los dientes. La celada de Montiel fue un acto urdido por un galo comprado –ciento veinte mil florines– por el Trastámara y la nobleza castellana a la que el rey Pedro había humillado. Lucharon cuerpo a cuerpo el rey y el bastardo cuando Duguesclin empujó a Pedro I para que Enrique lo apuñalara sin clemencia. «Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor», dicen que dijo el mercenario francés. Tampoco el que suscribe quita ni pone rey porque indudablemente el deporte rey, me refiero al fútbol, lo es sin discusión en todo el mundo. Es decir, el más popular, seguido por millones de personas. Ni el tenis ni la natación se le acercan, menos aún el ciclismo o la esgrima, esta última a años luz del deporte en el que brillaron, y brillan, chicos de bajísima extracción social, que lograron salir de la basura marginal gracias al garbo de sus piernas ágiles, matemática febril sobre el balón alado. La lista es larga: Pelé, Maradona, Ronaldo o Messi no leyeron, ni han leído, a Aristóteles ni a Platón, ni falta que les hace, pero sí fueron, y son, auténticos héroes de carne y hueso, que no han conquistado Troya ni han resistido, espalda contra pecho, en las Termópilas, aunque representan para millones de pibes un sueño colectivo. Detrás de los escaparates más esplendorosos existen, a oscuras, grandes trastiendas. El fútbol que calienta, poco a poco, las gradas, es capaz de conducir a las masas a estados incontrolables que se manifiestan en destrucción urbana, batallas campales y asesinatos, además, el odio se desata en los ultrafanáticos tanto como los enjuagues, en otra dimensión, del negocio del fútbol que basa sus ganancias en honorarios desorbitados, o descabellados, y traspasos con plusvalías vergonzantes. Ni quito ni pongo rey, pero la dimensión político-ideológica del fútbol también anega de heces su trayectoria. Recuerdo el Mundial del 78, cuando todos los equipos, incluidos los de las democracias avanzadas, jugaban en el Monumental del River Plate, presidido por la 'laucha' Videla y sus secuaces, mientras la Junta ordenaba torturar en la Escuela Mecánica de la Armada a miles de personas, desaparecidas en los vuelos 'bendecidos' de la muerte. De ahí a Qatar, precisamente, un país en el que los derechos humanos son conculcados, han pasado menos de cincuenta años.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Ni quito ni pongo rey