Borrar

Mejor que morirse

VOLTAJE ·

Cuando muere un bodeguero se incendia una biblioteca

Jueves, 10 de septiembre 2020, 07:43

Una niña se ha vuelto viral; se trata de una alumna famosa de nariz para arriba que pertenece a un colegio valenciano y que, al ser preguntada por un periodista de investigación sobre el uso de la mascarilla, afirmó que, aunque no se pueda respirar bien, es mejor que morirse. A veces la infancia, por su efímera inocencia, contiene trazos de sabiduría que a su vez puede tornarse siniestra. Por norma general, hay que desconfiar de los niños que publican libros o que aspiran a estrellas en programas de televisión, concursos de talentos que deberían estar prohibidos por la fiscalía de menores porque lo único que aseguran es una juventud acomplejada por el fracaso: el típico precipicio moral por el que se despeñan tantos prodigios de la vida.

El que sí se ha muerto es Paco Campos, ínclito bodeguero con alma de poeta, histórico fundador de dos lugares emblemáticos de Andalucía. Bodegas Campos es uno de los sitios más maravillosos de Córdoba, cava bella, territorio en el que resulta demasiado sencillo ser feliz. Y qué decir de El Pimpi, que de tanto mítico se ha convertido en el decorado de vidas ajenas o estancias de paso. Hay un libro editado por Ediciones del Genal y escrito por Carmen Enciso que cuenta muy bien su historia. Por las salas de El Pimpi, por ese espléndido palomar que dignifica todo evento, ha pasado buena parte de la cultura española, ha habido música y aristócratas, se han recitado versos y ha chillado el jolgorio entre barriles autografiados y guiris pidiendo sangría; se han derramado copas de manzanilla y se han arrancado botones de camisas en reservados legendarios donde han pasado cosas que sólo los muros pueden contar. Una tarde, allí, me tomé un vino con Paco Campos y de él me atrapó su conversación lenta y profunda, su curiosidad y su sapiencia, una cultura fina enraizada en la palabra escrita. Me habló de Pepe Infante y de Antonio Gala, que le ha sobrevivido pese a que lleva muriéndose veinte años, y del paradigma de la discreción en una vida pública que no estaba preparada para ciertos atardeceres. Me gusta El Pimpi, se lo enseño a quienes me visitan como si fuera un tesoro, pero no suelo parar por allí. La atención a la cultura que la ha glorificado como búnker ha quedado difuminada por la extensión de su terraza que acorrala tanto la figura de Ben Gabirol que parece que está esperando mesa. Cuando muere un bodeguero se incendia una biblioteca. Hoy he paseado por el centro de Málaga a la una de la tarde y estaba vacía, confinada o de luto, que no es lo mismo, pero es igual. Aunque a veces cueste respirar, en El Pimpi se está mejor que muerto.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Mejor que morirse