Hoy se cumplen 40 años y 5 días de la mayor tragedia de la historia contemporánea de Málaga: el accidente del DC 10 de la ... compañía Spantax que cubría la línea Málaga-Nueva York se salió del aeropuerto tras abortar su despegue y fue a estrellarse a un campo frente a la entrada de la Base Aérea de Málaga con un triste balance de 50 muertos y más de 200 heridos, muchos de ellos con gravísimas secuelas por culpa de las enormes quemaduras sufridas. Aquel accidente, que cambió las normas de la aviación mundial en lo que se refiere a la utilización de los equipajes de mano por los pasajeros, conmocionó al mundo, y Málaga vivió unas jornadas que nunca podremos olvidar los que de una forma u otra participamos en ellas. Lo tremendo es que la tragedia pudo ser mucho menor y a la vez muchísimo mayor: la diferencia estuvo en el hecho de que la mayoría de los muertos se produjeron por quemaduras o asfixia por el humo debido a que muchos intentaron salvar sus equipajes de mano colapsando los pasillos y las salidas de emergencia, y si la cosa no se cobró más víctimas (muchas más) fue debido a la heroicidad de algunos pasajeros que resultaron ilesos, soldados de la Base Aérea de Málaga (muchos de ellos cumpliendo la mili), guardias civiles, policías nacionales, bomberos y empleados de Iberia y del aeropuerto, quienes desafiando todo riesgo pusieron su vida en juego por salvar a los demás. Cabe reseñar la heroicidad de un viajero puertorriqueño del avión siniestrado, que entró entre 10 y 12 veces en el avión en llamas salvando a otras tantas personas para finalmente morir abrasado. No se sabe más de él, y la verdad es que se debería hacer una investigación para honrar su memoria. Algunos de los supervivientes y colaboradores en la arriesgada evacuación de aquel día no dudan en calificarlo como un verdadero héroe: «No atendía a nada ni a nadie, sólo entraba y salía con la gente a la que salvaba, hasta que ya no salió más... Fue increíble su actitud, todo lo que hizo, fue un valiente que dio su vida por los demás».
El avión de Spantax se estrelló el 13 de septiembre de 1982 en el aeropuerto de Málaga pocos minutos después de las diez de la mañana al no conseguir despegar ni tampoco reducir su velocidad. El aparato, que intentaba despegar en dirección al mar (sureste), siguió rodando a alta velocidad una vez agotada la pista, rompió la valla que delimita los del aeropuerto, cruzó la carretera general y fue a detenerse en el campo, a unos cuarenta metros de la mencionada vía (la zona es fácilmente reconocible hoy porque está delimitada y vallada). Las tareas de rescate de los cadáveres del interior del aparato siniestrado fueron de extrema dureza y muy complicadas, ya que la parte de la cola, donde se encontraban la mayoría de fallecidos, estaba completamente calcinada, pues después del accidente el avión se vio envuelto en llamas minutos después de la colisión, tras una serie de deflagraciones. En el avión iban 380 pasajeros, 13 de los cuales eran miembros de la tripulación...
La mayoría de los 50 cadáveres, como se ha dicho, aparecieron en la cola del aparato siniestrado, ya que las puertas traseras no se abrieron a causa de la colisión, aunque también hubo pasajeros que perdieron la vida e incluso causaron de forma indirecta la muerte de otros al colapsar los pasillos e imposibilitar el acceso a las puertas de emergencia por intentar recuperar a toda costa sus pertenencias personales de los portaequipajes de cabina. En las primeras informaciones se aseguró que la mayoría de los pasajeros fallecidos no murieron quemados directamente por las llamas, sino por la inmensa ola de calor que se produjo minutos después del accidente: el avión tenía los tanques llenos de miles y miles de litros de queroseno al ser un vuelo trasatlántico... El aparato siniestrado rompió los muros y vallas del aeropuerto, cruzó la Nacional 340 y se estrelló en un descampado. Varios coches volcaron, produciéndose al menos cuatro heridos, uno de ellos muy grave, aunque no hubo que lamentar víctimas mortales entre los conductores arrollados por el avión de Spantax.
Las consecuencias del accidente cambió la normativa de la aviación mundial sobre los equipajes de mano
La tragedia pudo quedar en nada porque parece que inicialmente tras el choque no se produjeron víctimas mortales, pero muchos ignoraban el peligro que suponían los tanques atiborrados de combustible y quisieron rescatar sus pertenencias, produciéndose minuto después del choque varias explosiones seguidas que fueron las que causaron la muerte a 50 personas y heridas a más de 200. La aparición posterior en las investigaciones de maletines cargados de millones de pesetas, ositos de peluche repletos de fajos de billetes de 5.000 pesetas y gran cantidad de cajas con figuritas de porcelana de Lladró (cotizadísimas entonces en América del Norte) pudieron ser los culpables. A raíz de este suceso, la aviación mundial reguló y delimitó el uso de equipaje de mano.
Hace cinco años, en estos mismos Horizontes Cercanos, varios supervivientes y los primeros malagueños que acudieron al auxilio de los pasajeros, recordaban la figura anónima del héroe puertorriqueños. Ellos también lo fueron a su manera: el hoy abogado malagueño Antonio José de Oliver, que fue el primer soldado de la Base Aérea de Málaga que llegó al lugar del accidente, el hoy prestigioso artista plástico valenciano Javier Chapa, que viajaba en la cola del avión con destino a Nueva York, ciudad en la que estudiaba Bellas Artes, el entonces empleado de IberiaJosé Manuel Atencia, posteriormente diputado provincial, contaron entonces sus vivencias. Los tres ayudaron y salvaron a muchas personas, pero coincidían en dos cosas al hablar con SUR: «¿Cómo sabéis que yo estuve allí?» y «No nos llaméis héroes; hicimos lo que debíamos hacer...».
Málaga recuerda aquel 13 de septiembre como una fecha negra en su historia. La imprudencia de muchos pasajeros convirtió en una gran tragedia lo que pudo ser tan sólo un enorme susto. Y Málaga, también, respondió con entrega y arrojo en pro de los damnificados, fiel a dos de los lemas que adornan su escudo: 'Muy Hospitalaria', concedido por Real Decreto de 1 de enero de 1901 por la noble y abnegada conducta del pueblo malagueño con motivo del naufragio de la fragata alemana Gneisenau, y 'Muy Benéfica', concedido en 1922 por la caritativa ayuda prestada a los soldados y heridos del Ejército de África... Pero no estaría mal buscar al héroe desconocido, a ese puertorriqueño que se hartó de salvar vidas. Le debemos un gran homenaje. Va por él y por todos los héroes anónimos.
Nos vamos. Han pasado 40 años y parece que fue ayer cuando un joven periodista de SUR no pudo reprimir sus lágrimas de emoción delante de las filas de ataúdes en uno de los hangares del aeropuerto horas después de la tragedia...
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.