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La justicia es el espejo roto de la política. Imagen distorsionada de la democracia. El rostro de la libertad que no encuentra reflejo alguno en ... el poder. Félix Bolaños en Moncloa escondido tras sus gafas.
Pedro Sánchez es un convencido de la concentración de poderes en democracia. Siempre que mande él, claro está. Ningún presidente del Gobierno se había atrevido antes en cincuenta años a poner bajo la misma cartera ministerial el Poder Ejecutivo (ministro de la Presidencia), el Poder Legislativo (ministro de Relaciones con las Cortes) y el Poder Judicial (ministro de Justicia). La creación de este ministerio plenipotenciario fue una declaración de intenciones, su concepción particular de los poderes del Estado al servicio del ejercicio de la política partidista. Puso al frente del mismo a Félix Bolaños, urdidor de todo tipo de conjuras palaciegas, agujero negro de la democracia y fiel defensor del sanchismo sobre todas las cosas.
El ministro tres veces ministro desde que el juez Peinado inició la instrucción del caso Begoña Gómez no ha dudado en convertirse en el ariete gubernamental frente al magistrado siguiendo el guion escrito en Moncloa del 'no caso'. Practicando el 'lawfare' gubernamental frente al magistrado, no ha dudado en señalar su instrucción como un tratado de irregularidades, insinuando su mala fe y deficiente pericia judicial a la hora de investigar lo denunciado en su sede. Sin rubor alguno, envalentonado por el poder que atesora, y siendo siempre servil a las tesis de su jefe, ha atacado la independencia de este sencillo juez con la insistencia de un grifo mal cerrado.
Todo era bravuconería hasta el pasado miércoles en el que tuvo que declarar frente a Peinado. El Juan sin miedo sanchista se convirtió en Poncio Pilatos, lavándose las manos sobre su responsabilidad sobre los hechos relacionados con la contratación de la asistente de la mujer de Pedro Sánchez. Preso de amnesia voluntaria, declaró que él no recordaba los detalles concretos de esa contratación, y que de ninguna manera era su responsable ni su jefe. Por Dios, a mí que me registren. Peinado le concedió el tiempo suficiente para que no sólo se pudiera lavar las manos sino que señalara a un pobre asesor para que se comiera el marrón que él no estaba dispuesto a digerir ni por su amado líder. La política es así de cruel e indigesta, tuvo que pensar Raúl Díaz Silva, que ejerce formalmente como vocal asesor de la unidad de apoyo de la Secretaría General de Presidencia, cuando fue señalado directamente por Félix Pilatos Bolaños. Este hombre es uno de los dos ayudantes personales de Sánchez como mandatario. El valor no se puede simular, es una virtud que escapa a la palabrería, querido ministro.
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