EXIJO UNA EXPLICACIÓN
NIELSON SÁNCHEZ-STEWART
Miércoles, 23 de enero 2019, 00:09
CUANDOera niño, allá por mediados del pasado siglo, surgió un personaje de tira cómica, un pájaro cuyo hábitat es la cordillera andina al que se le habían dado todas las características humanas. Es uno de los pocos sobrevivientes de aquella época. Sigue apareciendo en los medios aun cuando la revista que le vio nacer hace tiempo desapareció en la vorágine del periodismo. Es una excepción entre la pléyade de compañeros que hacían las delicias de grandes y pequeños en épocas en que la oferta de diversión era mucho más reducida que en la actualidad. Aquel gordito característico que llevaba el nombre de un geógrafo romano pero paisano nuestro ya que nació, como todo el mundo sabe, en Tingentera, nombre precioso y primitivo de Algeciras; aquel otro cuyo santo patrón de celebra el 16 de los corrientes y también es paisano porque fue natural de Écija, del que se decía, y allí radicaba la gracia, que no había tenido infancia -el hombre éste, no el santo- y por eso se asombraba con las cosas más simples y elementales. Había también uno que iba de negro riguroso como si fuese a celebrar un juicio en los tiempos anteriores al Estatuto de 2001 y que tenía la virtud de estropearlo todo. Fúlmine se llamaba. Estaba también la pareja dispareja compuesta por una señora delgadísima que tenía un pero más delgado todavía, una línea solamente, con aires de grandeza, la señora, no el perro, casada con un varón de mediana edad cuyo única ilusión en la vida era sentarse frente a un plato de repollo con cebollas. Volviendo al pajarraco antropomorfo terminaba casi siempre sus desventuras con la invocación al mundo de la que me he apropiado para titular estas líneas. Un rodeo que a lo mejor no venía al caso pero que me ha permitido recordar con quienes conviví durante mis años mozos.
Y, en realidad, ni siquiera exijo la explicación: no soy nadie para hacerlo, solo un modesto pero habitual usuario del servicio. Ahora que no llueve, se ha despertado al fin la conciencia entre algunos gobernantes -no sé si un alcalde es un gobernante- de que hay que hacer algo para evitar la contaminación atmosférica. Como siempre se aborda el problema por lo más evidente, se coge el rábano por las hojas y se dispara contra los coches antiguos, contra los que consumen petróleo y de aquí a poco contra todos, se restringe la circulación en las zonas más apetecibles -lo que me parece estupendo, por cierto- pero no se va a lo obvio: promover el transporte público. Recién la jueza-alcaldesa está aconsejando que se utilice el metro o el autobús pero su recomendación tiene el tinte del castigo que como todo castigo es pasajero. Cuando se habla de la necesaria conexión entre Marbella y la capital surge inmediatamente en la conversación, el tren. Sí: es vergonzoso que no exista, aunque sea como el de Extremadura, pero Maleni se contentó con lo que hizo que fue mucho y no se estuvo al tanto para haber aprovechado la dorada oportunidad. Pero, por ahora, hasta que a los perros los vuelvan a atar con longaniza ¿por qué no estimulamos el transporte público local? ¿Por qué no facilitamos las cosas?
Me refiero concretamente a algo tan tonto como la compra de billetes. Hay una página web de pérfida manufactura que provoca constantemente su bloqueo y que permite, después de muchas dificultades comprar un título de viaje para dentro de poco porque la semana siguiente aún no está cargada. Bueno, casi, porque, por ejemplo, no es posible reclamar alguna de las ayudas que permiten una rebaja en el precio. La de los mayores de 65 de la cual se sentía tan ufano don Manuel. Pero, como si eso fuera poco, hay que apoquinar con un euro sobre el precio. todo por tener la audacia de pretender adquirir el pasaje por este medio tan singular. No digo yo que se emplee el procedimiento de cualquier país civilizado, el de bonificarlo, pero, por lo menos, mantenerlo. En el Reino Unido, pobrecito, en Irlanda, que me conste, te animan y te reducen el importe en una libra o e un euro, respectivamente, porque se ahorran las empresas, personal, papel e imagen porque las colas no estimulan ni mejoran el humor de los encargados de las taquillas. Y además ¿a santo de qué te emiten un billete para un viaje específico y no, por ejemplo, para cualquier autobús que salga en el día. Si hay o no hay plaza es problema tuyo. En un viaje tan breve ¿qué sentido tienen que te asignen un asiento que, a veces se exige y las más sólo sirve para trifulcas entre los que han llegado antes y los que reclaman su localización previa.
Podría seguir, pero ha llegado el autobús.
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