Descomposición
Roberto López
Jueves, 12 de junio 2025, 02:00
La Biblia y Roma tienen algo en común. Ambas nacen de un fratricidio. Caín y Abel, Rómulo y Remo. A veces, los hermanos se llevan ... a matar. El ser humano tiene una capacidad ilimitada para hacerse daño. Parece que nos pone. Ahora que, como diría Shakespeare, vivimos «el invierno de nuestro descontento» y que la política se descompone otra vez, vamos a darle una vuelta.
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Ahora que ya somos un poco más viejos y sabemos que el dolor es cuestión de perspectiva, ver el bochorno de Leire y Aldama, el knock-out socialista salpicado de escándalos, el silencio de Sánchez y los socios de gobierno, la extraña pareja formada por Ayuso y Feijóo -¿preludio de otro fratricidio?-, el populismo de los populistas o hasta la guerra civil de Trump y Musk, nos resulta extrañamente reconocible. Sabemos que hemos pasado por esta casilla.
Somos la historia de nuestros propios errores, de nuestras guerras, de un fratricidio. Desde el duelo a garrotazos de Goya a la Guerra Civil, la más incivil como decía Gloria Fuertes. Solo que ahora nos toca. Parecía que habíamos pasado la pantalla de la corrupción y aquí estamos. El fango, las cloacas, los trapis, las grabaciones, las putas y la coca. La gasolina perfecta para incendiarlo todo. Otra vez, el mismo día, aquella mañana de hace siete años.
Feijóo se echa a la calle y aprieta el acelerador. Madrid, Alicante, Málaga... Pero cuidado, la motivación efervescente por los escándalos que acechan a Sánchez puede producir frustración si no hay elecciones a la vista. Y no las hay, manda el Manual de Resistencia. La atmósfera irrespirable puede devenir en radiactiva. El gobierno en descomposición y la oposición en llamas. ¿Hasta dónde podremos elevar el umbral del dolor? ¿Volvemos al fratricidio?
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No hay que jugar con fuego porque te puedes quemar. Lo mejor sería bajar el balón, templar, pedir tiempo y calma. Hay que recordar que queremos ser hijos de la transición y de los de los pactos del 78 y no nietos de la guerra y la dictadura. Buscar la palabra, el consenso, lo que nos une, escuchar, pactar... Lanzo una idea: ¿podrían hablar una sola vez, como personas adultas, el presidente y el jefe de la oposición? Es que si no volveremos a caminar en coma durante un tiempo. Quizás lo hayamos hecho siempre.
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