¿Por qué vamos a quitar de un plumazo la siesta si es buena se mire por donde se mire? Se trata de uno de los placeres de la vida
ISIDRO PRAT MÉDICO Y DIRECTOR DEL CENTRO REGIONAL DE TRANSFUSIÓN DE MÁLAGA
Jueves, 28 de julio 2016, 08:07
Según la Oficina de Estadística de la Unión Europea, los españoles tenemos un horario malo e ineficiente. En la posguerra, cuando el pluriempleo estaba a la orden del día, se trabajaba por la mañana en una empresa y por la tarde en otra. Claro está, no quedaba más remedio que cambiar nuestras costumbres ancestrales. En aquellos años, tocó adaptarse almorzando tarde y cenando aún más tarde. Hoy en día, seguimos manteniendo ese horario como si no hubieran pasado un porrón de años, ni cambiado las cosas.
Queramos o no, el reloj biológico marca la actividad diaria. A primera hora de la mañana tenemos nuestra energía por las nubes pero, conforme transcurre la jornada, se nos va agotando y al llegar la noche ya estamos con la reserva en rojo. Necesitamos descansar y cargar las pilas para proseguir al día siguiente. Algunos se han empeñado en aumentar la productividad alargando la jornada laboral. Craso error. Esa no es la solución porque precisamente añadimos justo las horas en las que rendimos menos. Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios Españoles, dice que no nos concentramos al saber que tenemos muchas horas por delante. Antonio Montañés, catedrático de Economía de la Universidad de Zaragoza, aboga por la jornada continua porque aumenta la productividad. Parece que van sobrados de razones cuando aseguran que lo único que funciona de verdad es organizarse, trabajar menos horas y rendir más.
La dieta mediterránea es fuente indiscutible de salud y bienestar. Costó, pero ya está reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO. Muy bien, pero, no se han enterado aun que los grandes beneficios no vienen de la mano sólo de lo qué comemos sino también de cómo lo comemos, o deberíamos comer. El 'almuerzo mediterráneo' es relajado, con tiempo a estrechar los lazos afectivos. Entre plato y plato fluye la conversación y se fomentan las relaciones personales. Después viene ese descanso que los romanos llamaron hora sexta y que todos conocemos sobradamente como siesta. Es ese periodo irremediable de sopor que invita a echar una cabezada, indica Marta Garaulet catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia.
Según Scientific American, una siesta corta, de 20 minutos después del almuerzo, mejora el ánimo y las funciones cognitivas, alivia el estrés, despeja la mente y aumenta la capacidad creativa. Beneficios que ha corroborado la universidad californiana de Berkeley en distintas publicaciones. William Anthony, investigador de la Universidad de Boston, asegura que todos deberíamos incorporar la siesta a nuestro estilo de vida porque, después, se produce una explosión de actividad cerebral en el hemisferio derecho que ayuda a resolver problemas, nos hace más productivos y mejora el estado de ánimo. Anthony ha declarado el 14 de marzo como Día Nacional de la Siesta en Estados Unidos para difundir las ventajas que tiene para la salud. La The National Academy of Sciences aconseja que los niños duerman siesta porque los tranquiliza y refuerza su capacidad de aprendizaje. La Junta de Seguridad para el Transporte en Estados Unidos la fomenta porque mejora la concentración y el estado de alerta de los controladores aéreos. Según la Dirección General de Tráfico nos ahorraríamos unos 35.000 accidentes por somnolencia si después de almorzar descansáramos un poco. La siesta tiene muchas ventajas y ni un solo 'pero'.
A los medios anglosajones les ha dado ahora por arremeter contra la siesta. 'The Independent', 'The Daily Telegraph', 'The Guardian' y 'The Times' están otra vez en plena campaña de acoso y derribo. El 'The Washington Post' titulaba 'hora de despertarse' a un artículo sobre nuestro país dejando caer que somos unos vagos redomados por echar una cabezada después de comer. Pero, ¿qué se han creído?, ¿qué pretenden? La Fundación de Educación para la Salud del Hospital Clínico San Carlos ha estudiado el tema y resulta que sólo el 16% de los españoles duerme siesta y la cosa va en claro declive. Casualmente es el mismo porcentaje que encontramos en países y culturas tan distintas como Estados Unidos, China, India, África e Hispanoamérica. En Japón hay empresas que acondicionan lugares de descanso con literas para después de comer. Que se dejen de tópicos y monsergas. Hay que decirlo alto y claro ¡La mayoría de currantes españoles no podemos echar la siesta! Es una pena pero es así.
¿Por qué vamos a quitar de un plumazo la siesta si es buena se mire por donde se mire? Se trata de uno de los placeres de la vida. Leonardo da Vinci contaba a sus discípulos que la siesta aumentaba la creatividad, Einstein decía que era un lujo para la salud física y mental, Camilo José Cela la consideraba el yoga ibérico, hasta Napoleón fue un acérrimo defensor de la siesta. Propongamos un gran pacto para adecuar el horario a nuestras buenas costumbres. Racionalicemos los hábitos laborales y académicos. Ayudemos a conciliar, de una vez por todas, la vida laboral y familiar. Se trataría de comenzar más temprano, generalizar en lo posible la jornada continua y comer en casa.
Disfrutemos de nuestra dieta, de nuestra siesta, de nuestras relaciones humanas y de nuestra forma de ser. Hagamos proselitismo de nuestra cultura. Algún día, no muy lejano, nos lo agradecerán. Incluso podría llegar a declararse Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Tiempo al tiempo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.