La siesta de Málaga
José Antonio Trujillo
Sábado, 9 de julio 2016, 12:24
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José Antonio Trujillo
Sábado, 9 de julio 2016, 12:24
La siesta de Málaga fabrica legiones de conformistas. Nos entregamos a los brazos de Morfeo sin más exigencias que las del silencio y la temperatura razonable. La vida a lo mejor es eso, lo que le sobra a una buena siesta de verano. Si no es así, no se me ocurre otra explicación a que de nuevo suene la misma canción del verano, sin que nos sobresaltemos: mosquitos, natas, medusas, las olas del melillero, los fuegos, la feria del centro, el real, los miles de turistas y el metro. Con la costumbre, los malagueños hemos sabido espetar no sólo sardinas, sino todo tipo de problemas de cualquier índole, y con la caña por su lado y el calor de carbón apropiado, consumimos lo que sea con tal de no tragarnos las espinas.
No se debe exigir en los meses de terral y turismo que la ciudad lata al ritmo que exige el compromiso con las grandes empresas comunes que vertebran las sociedades fuertes y maduras, pero sí un poquito más de por favor. Nuestros anhelos debieran sobrepasar los contenidos en la carta de una terraza en el paseo marítimo al uso. Nuestro paladar debiera ser algo más exigente, y no conformarse con el menú propuesto desde la cultura del ocio y el turismo. Si una ciudad fía su destino al dios turismo, convierte a sus habitantes en unos turistas más con chanclas y euros por gastar; con la exigencia propia de una sociedad que vive sólo del sector servicios, y con el discurso de la civilización del descanso que adormece a todo aquel que critique su tediosa e infantil lógica.
El talento, la inversión, el conocimiento, la cultura, la convivencia, tienen otros cauces y formas de atracción a una ciudad que no puede permitirse el cerrado por vacaciones de todo aquello que no sea afectado por lo turístico. El sol y la playa es un reclamo magnífico, pero ni les cuento lo que atrae la innovación, la cultura, la investigación, el conocimiento, el emprendimiento, la ciencia, las letras. Las ciudades que se empeñan en construir un presente sobre los sólidos pilares de lo que hace crecer de forma auténtica a los hombres y las sociedades avanzadas que éstos construyen, son sólo las únicas que pueden tener un futuro prometedor para las nuevas generaciones.
Los retos complejos exigen ciudadanos que no se conformen con las realidades vulgares y limitadas. Éstas se convierten en perennes por la falta continuada de empeño por nuestra parte de querer transformarlas. ¿Tiene la siesta de Málaga los días contados?
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