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EL EXTRANJERO

Libritos

Nuestros libreros llevan unos años apretándose tanto el cinturón que ya más que libreros parecen faquires

Antonio Soler

Jueves, 7 de abril 2016, 10:10

Unos metros más allá de donde ahora cierra Libritos estaba Negrete. La librería de Pepe Negrete fue un refugio de letraheridos en la época en que Málaga tenía mucho de descampado cultural. Acudíamos a ver a Negrete -pequeño, frente de ajedrecista, apostado detrás de unas gafas de cristales multiplicados- en famélica procesión, hambrientos de humanidades. Negrete era un indignado. En la parte superior de la librería tenía una especie de museo, restos de naufragios, fragmentos de la Málaga culta que él había ido recogiendo por aquí y por allá como un chamarilero ilustrado. No creo que Negrete despachara ningún día sin decir aquello de que Málaga era la ciudad de las mil tabernas y ninguna librería. El múltiplo no lo recuerdo bien. Podían ser cien tabernas y una librería. La cosa mudaba dependiendo del grado de indignación que ese día corroyera al inefable y querido librero. Ahora el cierre de Libritos es un recordatorio de aquella agorera muletilla.

El paisaje ha variado. La librería única del proverbio se multiplicó por ocho o por nueve (las tabernas por mil), vinieron a recalar a Málaga las más importantes cadenas vendedoras de libros, los titánicos libreros modernizaron su industria y se inventaron actividades, tertulias, cuentacuentos, presentaciones de libros y homenajes a las pequeñas editoriales, pero también vino la crisis. Y cuando una crisis económica aparece a quien primero lleva al paredón es a la cultura. Aquí no iba a ser diferente. Todo lo contrario. Nuestros libreros llevan unos años apretándose tanto el cinturón que ya más que libreros parecen faquires. Y ahí siguen, apostados detrás de una trinchera de papel, recibiendo el gas mostaza de cada día y esperando que la tormenta amaine. Libritos se ha rendido ante tanto acoso. Y si cada vez que cierra una librería una ciudad se hace más pobre, cuando lo hace una destinada a los niños la pobreza es doble y el porvenir más oscuro. La lectura no es una cantera de futuros escritores ni una reserva de almas ensimismadas y enfermizas sino un modo de comprender razonamientos abstractos, articular el lenguaje y desarrollar la inteligencia. Con lectores más cualificados habrá médicos, mecánicos o administrativos más inteligentes y más desarrollados mentalmente. Y lo mismo le ocurrirá a la sociedad que los albergue. Sólo eso.

Parece que no lo acabamos de comprender. A pesar de que desde la llegada de la democracia Málaga ha contado con dos alcaldes cultos, un récord dentro del panorama nacional, el fantasma tabernario que predicaba Negrete no acaba de irse. Pedro Aparicio nos sacó de la indigencia cultural. De la Torre, volcado en los museos, propició el Instituto Municipal del Libro que un Cassá alérgico a los libros se encargó de clausurar, a mucha honra y convencido de la inutilidad del invento. Durante unas cuantas décadas Libritos estuvo en el campo contrario, empeñada en hacer germinar el erial y esforzándose por equilibrar aquella balanza de librerías y tabernas que atormentaba a su antiguo vecino. Varias generaciones de malagueños se lo agradecerán siempre.

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