Detective privado en Marbella
Piotr Kowalski: «No pueden venir y decirme que investigue a cualquiera»Hace cuatro años abrió su propia agencia de detectives. En junio recibió la más alta distinción de la Policía Nacional
David Lerma
Marbella
Lunes, 26 de agosto 2024, 00:10
Pedro (Piotr) Kowalski llegó a Marbella en 1988 con dieciséis años. Faltaba un año para la caída de del Telón de Acero. Sus padres tuvieron ... que abandonaron Polonia por su vinculación con el sindicato Solidaridad, apenas un año antes de que cayera el muro de Berlín. «Mi padre estaba muy bien considerado», asegura. No guarda la misma opinión de Lech Walesa, su líder, al que, según cuenta, «solo se le reconoce por llevarse bien con el Papa. Fue la única baza del movimiento y lo que le dio difusión». A sus 52 años, habla un andaluz perfecto con un apenas inapreciable deje de su lengua materna. Bien parecido y en buena forma física, Kowalski es detective privado. Desde hace cuatro años, además, dirige su propia agencia, Andalucía Detectives, tras su paso como cazador de morosos para la banca, que lo reveló como un buen investigador.
-¿Siempre le gustó la idea de ser detective privado?
–Siempre me atrajo esa idea, pero entonces no sabía cómo hacerlo. En 2008, empecé a trabajar para el banco Santander buscando a los deudores de créditos impagados. Al final, claro, eres un investigador del banco. Te daban unos datos de esa persona, pero lo primero que hacen los morosos es cambiar de móvil y de domicilio, porque no pueden o no quieren pagar. Con esos datos debía averiguar por dónde se movían, en que lugar vivían y actualizar los datos para que el banco les pudiera reclamar la deuda. Al final me di cuenta de que era un buen detective.
–¿Qué está dispuesta hacer una persona por no pagar?
–Hacen de todo. Los deudores tienen su sistema. Lo más importante es quitarse de en medio. Cambias de domicilio y no lo notificas. Con eso tú te crees que no te van a pillar, pero la gente sabe.
–¿Es difícil trabajar en Marbella?
–A la gente le gusta hablar y eso solo lo he descubierto en España: el bar, cualquier vecino o la propia familia es una fuente de información. Yo solo puedo conseguirla presencialmente. Ir y preguntar. He trabajado en otros países y la gente no habla. Se ponen bordes, pero a quí les encanta soltar, aunque sea tu amigo. Luego están las redes sociales, que te ayudan a localizarlos.
–Sin embargo, usted sigue un código ético.
–Hay que seguir el principio de legitimidad. Un cliente debe demostrar su vinculación con la persona investigada. Nadie puede venir y decirme que investigue a cualquiera. Eso ha producido situaciones terribles. Conozco el caso muy sonado de un detective que facilitó a un agresor condenado el domicilio de la mujer que asesinó. Eso no puede ser.
–¿Qué formación tiene?
–Inicialmente, soy Técnico Especialista de Informática y Gestión. Tengo la TIP (Tarjeta de Indentidad Profesional), que te da el Ministerio de Interior después de hacer un máster de tres años bastante complicado. Es divertido e intenso. Un detective privado debe saber, sobre todo, de leyes y también de psicología. No basta la intuición, sino también el conocimiento. Pero la intuición suele funcionar. A veces no, y te frustras. El detective privado que no haya sido pillado miente o no está en la calle. La gente a veces se da cuenta cuando la sigues.
«Las mujeres son más difíciles de pillar. Se cuidan mucho. No te dan la mano por la calle»
Sobre la infidelidad
–¿Es habitual el disfraz?
–En mi coche tengo como seis mudas. Me cambio muchísimo. Camisas, trajes, atuendo de trabajador y de currante, o gorras de empresas que no se deben decir. Debo escenificar lo que menos llame la atención.
–Ya no persigue a morosos. De hecho, no persigue delitos.
–Yo solo investigo lo que no se persigue de oficio. Podría seguir adelante con mi investigación, pero tendría que dar aviso a la Policía Nacional, aunque incluso un juez me podría autorizar. Lo normal es parar. A mí no he pasado aún, pero sí a un compañero que descubrió un tema de narcotráfico por un asunto de cuernos.
–¿A qué se dedica ahora?
–La mayoría de los asuntos son bajas laborales en un 60 por ciento. Mi primer encargo fue una persona que tenía un latigazo cervical. El empresario me solicitó que lo siguiera y acabe en un club de pádel. El hombre jugaba de una forma excepcional. Hacía unos 'smashes' espectaculares y se doblaba como un arco.
«Es importante la intuición, pero a veces falla. Lo importante es conocer las leyes»
Sobre su trabajo
–¿Cómo reaccionan cuando los descubre?
–Imposible. ¿Yo? Por favor… Ahí está el informe homologado por el juzgado. Es una prueba como la de un perito, es válida ante la Administración. Solo los detectives podemos denunciar a través de imágenes o audio. Aparte de la prensa. Luego están los asuntos de cuernos.
–¿Quién lo hace mejor, los hombres o las mujeres?
–Hay más mujeres que sospechan de hombres. Las mujeres son más difíciles de pillar. Se cuidan mucho, no te dan la mano en la calle. Van a restaurantes muy cerrados, a apartamento o garajes. Se lo piensan muy bien. Al final cometen fallos. Tengo mi intuición. Me hago pasar por el servicio del hotel y con mi cámara oculta se descubren.
–¿Cómo suelen reaccionar?
–Les extraña más cuando no hay nada que cuando hay algo. Cuando les dices que la mujer va al curro y luego se dedica al niño con las extraescolares.
–Al final es una cuestión de esperar.
–Sí, pero a veces a no puedes hacer la foto porque a lo mejor pasa un autobús después de ocho o diez horas. No podemos vulnerar los derechos fundamentales.
–Hace poco recibió de la Policía Nacional la Mención Honorífica de Clase A, la más alta para un detective privado.
–Fue una colaboración con SOS Desaparecidos, porque los detectives tenemos un acuerdo con la asociación. La madre de una niña de cuatro años la secuestró después de una visita a Lorca. Su padre tenía la patria potestad y ella y la abuela se la llevaron. La metieron en una furgoneta con la ayuda de dos hombres. Los cuatro desaparecieron. Había indicios de que podría estar en Marbella. Contactaron con un compañero mío de Invespain. Nos pusimos a trabajar. A través de una fotografía, me fijé en un balcón por un selfie de la niña. Esos bloques de edificios me sonaban de verlos en la Campana. Al final encontré el portal y tras hacer una seguimiento, la encontré.
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