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Nieves Castro
Viernes, 4 de diciembre 2015, 20:44
Las conversaciones con los más viejos de un lugar siempre deparan descubrimientos maravillosos. Bien lo sabe el historiador, editor y escritor Andrés García-Baena, autor de Miedo, pobreza e irrealidad. Apuntes para la intrahistoria de Marbella (Ed. Algorfa), libro que recoge un centenar de historias mágicas y sucesos extraños que tienen como escenario la ciudad en distintos momentos de la historia. Su posición como profesor de la Escuela de Adultos de la localidad durante más de tres décadas le dio acceso a personas que fueron testigos o receptores de leyendas y hechos inexplicables que siguen teniendo eco en la Marbella actual. García-Baena accede gustoso a ejercer de cicerone del lector por este breve, pero apasionante recorrido por tres rincones del entramado urbano llenos de misterio.
Lluvia de piedras en calle Viento
Nuestro recorrido arranca en la calle Viento, en pleno centro. Esta callejuela angosta es frecuentada por turistas porque en ella se sitúa el Museo del Grabado Español. La vía conecta la legendaria zona de El Barrio con la Plaza de los Naranjos y, por lo tanto, es el paso natural para caminar de uno a otro lado. Sin embargo, muchas personas mayores oriundas de la localidad evitan la calzada por su azaroso pasado vinculado a sucesos paranormales.
Nuestro guía afirma que lo interesante del hecho no es si los acontecimientos que recoge la sabiduría popular son verdaderos o fruto de la imaginación, sino su «poder» para modificar todavía, en pleno siglo XXI, el comportamiento de las personas. «Cuando empecé a entrevistar a mayores me encontré con septuagenarios que nunca habían pasado por calle Viento. Fundamentalmente gente que vive en El Barrio, porque desde pequeños siempre les han dicho que ahí hay espantos y muchas apariciones», relata el historiador.
Uno de los sucesos extraños mejor documentados por la profusión de testigos fue recogido por el intelectual Fernando Alcalá en relación a la inexplicable lluvia de piedras (fenómeno conocido como litotelergias) acaecidos en tiempos de la República. «Contaba Fernando Alcalá que cuando Marbella formaba parte todavía de la España republicana o roja arrojaban piedras a quienes transitaban por las proximidades del castillo, exactamente por la calle Viento. Las sospechas prosigue García-Baena recaían en un conductor que atendía por Gabriel Guerrero y al que se acusó en 1931 de atacar a un grupo de milicianos de Fuengirola que se había desplazado para participar en una quema en Marbella. Fue tal el hecho que el alcalde Francisco Romero mandó llamar al susodicho para acusarle de las pedreas. Pero estando con él y con varios más del comité de salud pública, de nuevo empezaron a llover piedras en calle Viento. Lo extraño de todo es que caían en vertical, hecho inexplicable que entonces sucedía a diario».
El escritor afirma que posiblemente la estructura de esa calle con casas bajas típicas de pueblo con sótanos, cámaras y muchas terrazas y tejados y su propia fisonomía estrecha y oscura, le confiere una atmósfera mágica. Además, relata que a finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX a los niños se les asustaba diciendo que si no se callaban o no se estaban quietos iba a venir Martinillo pequeños seres del imaginario colectivo que, a veces, aparecen vestidos como frailes, con dientes y orejas puntiagudas.
El fantasma del Conservatorio
El emplazamiento actual del mercado de abastos, a pocos metros de esta céntrica calle Viento, atesora también un pasado relacionado con extraños sucesos acaecidos entre 1988 y 1995, cuando el lugar estaba ocupado por el Conservatorio de Música. «El caso está confirmado por la totalidad del profesorado y por algunos alumnos que vieron al que llamaban el Martinillo», cuenta García-Baena. Los hechos inexplicables ocurridos en el conservatorio comenzaron poco después de su inauguración.
Golpes en las puertas de las clases que nadie había dado, y que casi vuelven loco al personal, luces que se apagaban o encendían y el extravío de libros y partituras eran pan nuestro de cada día en la institución. «Tenía nuestro personaje predilección por el aula de canto, en la que hacía bastante calor por el hecho de estar aislada mediante corchos para evitar el ruido. Allí un pianista acompañaba a los jóvenes estudiantes, y todos los pianistas que por allí pasaron sentían al comenzar a tocar un frío vaho a modo de ventisca, que sentían por la espalda y que se centraba en el cogote», relata el libro Miedo, pobreza e irrealidad. Apuntes para la intrahistoria de Marbella.
La cantidad de testimonios sobre los fenómenos es, según el historiador, amplísima. Subraya como, constituido un tribunal de coro y en presencia de algunos alumnos, un lapicero se desplazó por la mesa de izquierda a derecha un metro y medio aproximadamente ante la mirada de espanto de los presentes.
«En otra ocasión, cansada de las fechorías de aquella presencia, la directora cortó la electricidad en la red general y se marchó. Al salir vio una extraña luz entre naranja y amarillo verdoso, de color parecido al azufre, en una de las clases. Nadie logró explicar lo ocurrido a pesar de hacer al día siguiente ciertas comprobaciones, porque los presentes huyeron de allí como alma que lleva el diablo», afirma García-Baena.
Todo cambio para mal en 1995 cuando se inició el traslado de la institución musical a la guardería municipal para seis meses. La mudanza pareció no gustarle nada al protagonista de esta historia, porque, según los testimonios recogidos por el historiador, «a partir de entonces arañaba las puertas y hacía caer los cuadros con una fuerza inusual. Se puso rabioso e intolerante y lo que hasta entonces fueron bromas y fenómenos graciosos se tornó en otros bastante más agresivos».
Los estudiosos de los hechos paranormales no han podido determinar quién pudo ser el presunto espíritu que allí se manifestó, pero García-Baena apunta que, según algunas fuentes locales, el emplazamiento sobre el que se edificó el mercado y el conservatorio fue hace años lugar de enterramiento de las personas que se suicidaban en Marbella.
La niña del Cortijo Miraflores
El recorrido por los emplazamientos de la Marbella mágica termina en un lugar emblemático: el Cortijo Miraflores. Pocos en la ciudad no han oído hablar de los hechos extraños que, presuntamente, tienen lugar dentro de esta casona señorial que el viandante se topa subiendo por calle Ancha.
El caserón, cuyo origen se remonta a 1704 fue antiguamente trapiche de azúcar de caña y almazara de aceite, al que acudía un gran número de recolectores de la zona. El molino funcionó hasta bien entrado el siglo XIX. Hoy es museo y sala de exposiciones municipal, y conserva en muy buen estado numerosas máquinas molturadoras y útiles de su antigua función. Según algunos testimonios plasmados en el mencionado libro, la casona suma otros ecos del pasado.
«Algunas de las personas que trabajan allí y de los directivos dicen que han visto una niña pequeña aparecer y jugar por el Cortijo Miraflores», señala el escritor. Los testigos la describen como una menor de entre 8 y 10 años, morena, con un flequillo recto, vestida con un traje com de primera comunión de un color blanco roto. La fenomenología recogida en el texto de García-Baena es amplia y abarca desde «apariciones a objetos que se caen o cuadros que se dan la vuelta».
Las autoridades municipales siempre han sido reacias a fomentar esta historia y a permitir su estudio. No obstante, de forma particular no son pocos los expertos vinculados al misterio que han visitado el caserón. El autor recuerda cierta sesión de la que fue testigo donde la médium advirtió la presencia de una familia entera un padre, una madre, una niña y un niño. Todos pedían agua, mucha agua.
Nuestro particular guía por la Marbella del misterio insiste una vez más en que la importancia de todas estas historias, al margen del grado de veracidad que se le quiera otorgar, radica en el impacto que producen en algunas personas. En concreto, asegura que la niña del cortijo ha acarreado «problemas mentales y familiares» a un trabajador municipal que tuvo un presunto encontronazo con esta presencia.
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