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MARTÍN NAVARRETE
Domingo, 15 de septiembre 2019
No termina de progresar el colegiado asturiano Areces Franco. Ya dirigió la pasada campaña al Málaga en Lugo, en la primera jornada, y en La Rosaleda ante el Almería. La imagen, la misma. Son muchas las carencias que lo acompañan y que no corrige. Tiene muchas lagunas en las interpretaciones de las faltas, considerando punibles muchas por el solo hecho de que se produzca contacto. Disciplinariamente tampoco ha mejorado. El grado de rigor y exigencia que aplica es dispar. A veces es que ni se justifica por la levedad de la acción.
Es complicado destacar aspectos positivos de su trabajo, y eso en un colegiado que comienza la quinta temporada, habiendo dirigido más de cien partidos en Segunda, es indicativo de que no reúne el nivel adecuado. Pese a todo, destacaría el esfuerzo que realizó en aplicar alguna que otra ventaja, aunque se le escapara más de una. La falta de calidad de los contendientes impidió que aquellas que se produjeron no brillaran. Me pareció que estuvo accesible y en buen tono en el diálogo con los jugadores, sosteniendo el respeto necesario con ellos.
Su peor faceta fue la extraña interpretación con las faltas, que le provocó hacer uso del silbato con una frecuencia inusual y le arrastra a un mal control disciplinario. Interpretando el juego como lo hace, las amarillas tienen el mismo nivel de desaciertos. Amonestó a Luis y Luis Hernández por claras acciones sobre Marcos André. La que mostró a Keidi la pudo evitar absolutamente, y minutos antes debió sacar amarilla a Alexander González por zancadillear a Juan Carlos. Amonestó a Merquelanz y a Matheus por sendos derribos a contrarios.
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