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Arun Manshukani en una imagen de archivo. EVA S. Melendo
«Los seres humanos tenemos una capacidad de adaptación asombrosa»

«Los seres humanos tenemos una capacidad de adaptación asombrosa»

«Esta crisis nos está enseñando lo frágil que es todo» señala y precisa que la sensación de control que teníamos era una «ilusión»

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Domingo, 29 de marzo 2020

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Un país entero ha echado el cierre. Las escuelas están vacías, las empresas han mandado a sus empleados a casa, el balón ya no rueda en los estadios de fútbol. El impacto del coronavirus y los efectos de la pandemia han llevado a la sociedad a una realidad que sólo se conocía a través de las películas de ciencia ficción. La aparente falta de control sobre la situación produce miedo y el miedo, asegura el psicólogo malagueño Arun Mansukhani, merma nuestra capacidad de reacción.

En este contexto excepcional, Arun explica en esta entrevista todo lo que nos está pasando a través de una disección de los impulsos que recibe nuestro cerebro y le pone palabras a un estado de ánimo marcado por una evidente «percepción de riesgo». ¿Cómo lidiar con las preocupaciones? ¿Cómo evitar que la mente nos juegue malas pasadas durante la cuarentena? El experto replica para SUR.

–¿Le han salido ya más consultas telemáticas?

–Más consultas, no. Estamos recibiendo una avalancha de correos electrónicos y todos están relacionados con el coronavirus.

–A nivel mental, ¿qué es lo que nos está pasando estos días?

–Hay dos elementos que son muy importantes. Uno es la percepción de riesgo y el otro es el aislamiento y la frustración. Estos últimos van de la mano. Si siento que estoy en peligro desarrollo ansiedad y se activan los mecanismos de defensa. El acopio de comida se explica desde la posición de que la persona se ha sentido en peligro. La percepción de riesgo entre la población ahora mismo es muy elevada y provoca que se vean comportamientos que no son sensatos. Hay que dar las gracias a que vivimos en el primer mundo. Si debido al acopio se hubiera producido un desabastecimiento, se hubiera dado paso a una cascada de locura. Es un ejemplo claro de como el miedo genera un resultado negativo.

–¿El miedo es tan contagioso como el virus?

–El miedo es más contagioso. Sabemos que el miedo se transmite de un cerebro a otro. Ver a una persona con miedo nos genera miedo. Si mi entorno responde con miedo, yo voy a responder igual. Hay una sincronización directa. Al revés, ocurre lo mismo. Personas tranquilas y serenas tienden a calmar a la gente.

–¿Las relaciones sociales son necesidades básicas del ser humano?

–El ser humano es, absolutamente, social. Necesita al grupo para estar bien. De hecho, somos la especie más social del planeta. No hay otra que necesite tanto al grupo. A la familia, a los seres queridos... Necesitamos a la tribu.

–¿Cómo nos afecta entonces el aislamiento?

–Si estoy totalmente aislado, es algo muy pernicioso. Depende mucho de cómo manejemos este aislamiento. En los últimos años hemos perdido la capacidad de manejar el aburrimiento. Un aspecto positivo de todo esto puede ser que volvamos a aprender a manejar la frustración y a desacelerar, poner todo en su sitio justo de nuevo.

–Dentro del aislamiento, ¿seguimos siendo unos privilegiados?

–Sí, ahora tenemos Netflix, HBO, libros… A pesar de ello, va a depender mucho de nuestra actitud. Aunque se ha repetido mucho, es muy importante que la gente se haga rutinas y mantenga sus horas de sueño.

–Por primera vez en mucho tiempo da la sensación que el ser humano ha perdido el control.

–Es uno de los aspectos que más nos está afectando a nivel de cabeza. En psicología, a esto le llamamos la ilusión de control. La palabra es muy importante porque, realmente, no hay un control real. Hay una ilusión. Nuestra sociedad occidental siempre ha tenido la sensación de que controla más de lo que ha controlado en realidad. Algo que nos está enseñando esta crisis es lo frágil que es todo. Por eso es tan importante el papel de los medios ahora mismo. Nos están transmitiendo lo que, razonablemente, sí se que puede controlar. Eso contribuye a rebajar la sensación de indefensión. Si la indefensión se prolonga, genera unos estados de muchísima ansiedad.

–¿El teletrabajo está demostrando más cosas negativas que positivas? Al final, no hay una división clara entre lo que es hogar y lo que es el lugar de trabajo?

–El teletrabajo exige mucha disciplina. Tengo que tener una capacidad muy alta para separar los tiempos. Para personas que no tengan esa capacidad, el teletrabajo es mucho peor. Y no hablemos de trabajar desde casa con presencia de niños.

Ya no nos damos la mano y a nadie se le ocurre ahora saludar con dos besos ¿El coronavirus acabará con las muestras de afecto tal y como las conocíamos hasta ahora en España?

–En general, cuanto más se desarrolla una ciudad a nivel económico, más se disminuye el contacto físico. En sociedades tradicionales, el contacto físico es altísimo. España es un país muy desarrollado, pero es un país mediterráneo, por lo que tenemos esta situación mixta. Yo creo que hay cosas que van a desaparecer. La gente va a ser más reacia a saludarse con dos besos.

–¿Hay un peligro de convertir a la persona de enfrente en nuestra propia frontera?

–Existe ese riesgo, el de ver al otro como alguien contaminante. Pero eso tiene mucho que ver con la percepción de riesgo tan elevada que tenemos ahora mismo. No podemos descartar que se den situaciones de hipocondría extrema. Por otro lado, vamos a comprender que estamos interconectados. Aquí la suerte es de todos o es de nadie. Por eso, tengo la esperanza de que con el tiempo dejemos de ver al otro como un agente contaminante.

–Llevamos dos semanas. ¿Somos conscientes de lo largo que se pueden hacer 30 días sin poder salir de casa? En el mejor de los casos, claro.

–No lo creo. Primero, porque nunca hemos tenido esa experiencia. El cachondeo inicial, de hecho, ya ha remitido. Va a ser muy complicado y es mejor pensar en el día a día. Nuestra esperanza es que los seres humanos tenemos una capacidad de adaptación asombrosa. Habrá un momento intermedio de desesperación, pero luego la mayoría nos adaptaremos. Puede que nos lleve a pensar que, en realidad, nuestra vida no era tan mala.

–¿Cómo se comunica de la mejor manera una situación de peligro como la que estamos viviendo?

–La información tiene que ser creíble y tiene que venir de fuentes creíbles. No se puede mentir. A partir de ahí, el mensaje no puede ser emocionalmente muy intenso. El mensaje tiene que estar contextualizado. Lo ideal sería poder ofrecer cosas negativas y positivas a la vez. Si la realidad lo permite, claro. Y es crucial que las indicaciones que se den sean muy concretas.

–¿Por qué el miedo puede ser una cosa tan perjudicial? ¿No es también un mecanismo de protección?

–Sí, pero, evolutivamente, el miedo está para situaciones en las que tengo que salir corriendo. ¿Qué ocurre cuando aparece el miedo en una situación que no sea la de salir corriendo? Aunque sea moderado, ya hace que mi corteza cerebral hiperfuncione. Es decir, pienso peor. Ya no estoy pensando con la misma claridad. Un ejemplo: con un mínimo nivel de miedo, nuestra capacidad para resolver un problema matemático cae de forma drástica. Eso es lo malo del miedo, que solo es un mecanismo de autodefensa para situaciones de emergencia de lucha o huida.

–¿Qué cree que se va a incrementar más cuando esto haya pasado? ¿La tasa de natalidad o la tasa de divorcios?

–Por lo que sabemos hasta ahora, las dos. Las tasas de divorcio aumentan siempre en septiembre, justo después de las vacaciones. Eso es un dato consistente. Así que sabemos que eso va a ocurrir. Hay gente que debería haberse separado y no lo ha hecho, que iba más o menos tirando, y ahora se ven obligados a convivir. Claro, eso revienta. También sabemos que cuando hay situaciones de confinamiento o apagones, aumenta la natalidad.

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