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Un grupo de cruceristas pasea este domingo por la calle San Agustín.

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Un grupo de cruceristas pasea este domingo por la calle San Agustín. Fotos: Migue Fernández

El domingo que Alice estuvo a punto de ver el 'Guernica' en Málaga

La capital acoge la invasión tranquila de más de 11.300 cruceristas atracados en siete embarcaciones diferentes durante la jornada dominical

Domingo, 6 de noviembre 2022, 13:23

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Son las 9.28 de la mañana y en la parada donde la calle Victoria pierde su casto nombre en favor de la plaza de la Merced se detiene un autobús naranja butano como las cintas al cuello y los auriculares que José Santacruz empieza a repartir a los 25 turistas americanos que acaban de atracar en la cuidad. Han llegado a bordo del 'Silver Dawn' y ahora se bajan del vehículo con ordenada parsimonia mientras el Circular 1 espera su turno para dejar y coger pasajeros. «Me vine a Málaga hace diez años después de estar viajando por todo el mundo. He hecho más de 50 'charcos'…», comparte orgulloso este guía turístico con medio siglo de visitas a sus espaldas.

La de esta mañana empieza en la Casa Natal de Picasso, sigue en el Teatro Romano, la Alcazaba, la Catedral y la calle Larios, con la previsión de volver a bordo en torno a la una de la tarde. «Tienen una ciudad bien bonita… Preciosa de verdad. Estuvimos por primera vez acá en 1998, pero ahora la vemos muy cambiada», ofrece Syrie Ortiz. Junto a ella, Jaime Ortiz acota: «Queríamos conocer el sur de España. Hace años estuvimos unos días en Benalmádena, pero ahora queríamos ver la capital», brinda este puertorriqueño afincado en Miami que junto a Syrie ya ha pasado por Barcelona, Valencia y Cartagena antes de desembarcar en Málaga este primer domingo de noviembre vestido de primavera.

Porque, como escribió Manuel Alcántara, «hace una mañana para tener novia formal» y Jaime y Syrie se toman de la mano a la sombra de la plaza de la Merced. «Queremos ver un sitio donde comprar una casa y rentarla para venir tres o cuatro meses… Y aquí podría ser…», deja caer Syrie, zalamera, al otro lado de las gafas de sol. La pareja forma parte del pacífico batallón de 11.340 cruceristas que este domingo han tomado tierra en la capital malagueña a bordo de siete embarcaciones diferentes. Algunos de ellos subían a varios autobuses nada más desembarcar con rumbo al este de la ciudad; otros se subían a diversas lanzaderas con destinos difusos y, al final, la diáspora dejaba escasas escenas de aluvión foráneo a primeras horas de la mañana.

Al fin y al cabo, imagine por un momento que cogen a todos los vecinos de Salares y los meten en un barco. Luego hacen lo mismo con todos (todos) los habitantes de Atajate, Júzcar, Benadalid, Faraján, Parauta, Cartajima, Alpandeire, Pujerra, Alfarnatejo, Jimera de Líbar, Genalguacil, Árchez, Benalauría, Benarrabá, Serrato, Macharaviaya, Jubrique, Montecorto, Sedella, Cútar, Carratraca, Totalán, Igualeja, Canillas de Albaida y Algatocín. El censo completo de 26 municipios de la provincia con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística en la mano. Pues los cruceristas desembarcados este domingo en la capital suman algunos efectivos más que todo lo anterior, aunque se hayan repartido más que bien por las calles del casco antiguo.

Imagen principal - El domingo que Alice estuvo a punto de ver el 'Guernica' en Málaga
Imagen secundaria 1 - El domingo que Alice estuvo a punto de ver el 'Guernica' en Málaga
Imagen secundaria 2 - El domingo que Alice estuvo a punto de ver el 'Guernica' en Málaga

Una de las arterias más concurridas es la recoleta calle Granada, por donde baja un grupo de turistas con pegatinas rosas como el paraguas que les sirve de faro. La comitiva se cruza con una pareja con pinta de venir de fiesta. Él lleva los pantalones más ajustados y el escote más pronunciado que ella, barba perfilada con láser y flequillo teñido de rubio, se quita el abrigo que lleva echado sobre los hombros y confiesa a su compañera: «Unos churritos y al sobre, ¿vale?». Ella asiente y le señala con la mirada el ramillete de guiris que viene a su encuentro, como quien le indica a un niño el juguete que andaba buscando en la tienda. Entonces el chico se pone las gafas de sol a modo de diadema, se coloca en medio de la comitiva y grita con ganas: «¡Darle los buenos días a Picasso de mi parte!».

Y tiene buen ojo el muchacho, porque justo a la entrada del Museo Picasso Málaga arriba ese grupo de cruceristas, como otros que guardan cola para entrar al palacio de Buenavista. Junto al portalón de madera, un guía con distintivo del 'Wind Star' saca una fotografía del 'Guernica' y comienza una explicación de varios minutos sobre el lienzo pintado por Picasso en 1937. El cicerone se detiene en las dimensiones del cuadro, en las cinco semanas que empleó el malagueño en elaborar el mural, en el significado de algunos de sus personajes… «¡Lo vamos a ver ahora!», lanza a gritos una de las oyentes. «Nooo… Está en Madrid», matiza el guía, que recibe un sonoro «¡Ooh!» del grupo a modo de respuesta.

La pregunta venía por boca de Alice, una crucerista procedente de Virginia (Estados Unidos) que ahora espera para entrar al museo malagueño. «Me había hecho la ilusión de ver el 'Guernica', pero tampoco pasa nada. Nos han dicho que sí está dentro una reproducción de 'Las señoritas de Avignon' y eso tampoco está nada mal», ofrece esta visitante de 68 años, pelo cano y sonrisa fácil que responde con desparpajo a la pregunta sobre qué es lo que más le está gustando de la ciudad. «Nos llevan a todos lados corre que te corre, pero me han encantado los balcones, los edificios… ¡Y este sol! A ver si hay suerte y probamos unas 'tapas' (en español) antes de irnos», ríe Alice antes de despedirse agitando con ganas la mano izquierda.

Vídeo.

Pasan varios minutos de las diez de la mañana y Málaga hace bueno su apodo de la ciudad de las mil tabernas. Taberna marinera, taberna mexicana, taberna ibérica… La oferta gastronómica se despliega ante la llegada de los visitantes, pero los comercios abiertos están en clara minoría. Apenas las tiendas de 'souvenirs' en las inmediaciones de la Catedral, casi todas atendidas por dependientes de origen sudamericano. Ninguno quiere hablar para el reportaje. Sólo un par de ellos se anima, con la condición de no ver publicados ni sus nombres ni la referencia exacta del negocio que atienden. Hay trato. Entonces respiran aliviados y ofrecen: «Los días de crucero se notan mucho, porque siempre se animan un poco las ventas. La mayoría son personas mayores y vienen buscando recuerdos para sus nietos. Cosas típicas de aquí: camisetas, toros, camisetas con toros...».

Su compañera ríe la ocurrencia. «El negocio se ha animado mucho después de lo que vivimos en la pandemia, pero ahora sí notamos que los turistas preguntan más, miran más los precios y se lo piensan más antes de comprar», acota la dependienta mientras contempla a un grupo de turistas de rasgos asiáticos que se retratan con un palo de selfi y la Catedral como telón de fondo. Ese grupo enfila Molina Lario, plaza de Uncibay y calle Granada y a la altura de la confitería La Princesa se cruza con otros cruceristas que miran con atención el escaparate mientras el guía les detalla la receta de los roscos de vino.

La receta del comercio local

«Son una delicia», remata el lazarillo. Pero nadie entra. Al otro lado del mostrador, Mari Ángeles Guerrero atiende a dos clientas habituales. Pan tierno, algo de chacina y unos dulces para echar el domingo. «Los días de crucero siempre se nota en las ventas, aunque los que más suelen comprar son los turistas latinoamericanos, algunos franceses y, sobre todo, el turista nacional», resume una de las pocas comerciantes locales que se ha decidido a subir la persiana este domingo crucerista. «Abro todos los días», comparte con una media sonrisa Mari Ángeles, segunda generación de un obrador abierto en 1937 y cuyos buñuelos de viento, ahora que acaba de pasar el Día de Todos los Santos, deberían declararse patrimonio de la humanidad malagueña.

Mari Ángeles sigue la cháchara y se disculpa de pronto porque hay gente esperando. «¿Qué le pongo?», pregunta al muchacho que aguarda paciente. «Unos dulcecitos típicos de aquí», responde él con todas las eses antes de añadir: «Somos de Toledo, pero vivimos en Madrid. Estamos haciendo el crucero por el Mediterráneo y hemos visto por Internet que aquí venden unos dulces muy buenos». Y Mari Ángeles guiña un ojo en señal de '¿Qué te decía?'.

Entonces el turista sale de la tienda y nada más cruzar el umbral, despega con mimo el celo de una de las esquinas de papel blanco con letras azules, saca con delicadeza de cirujano el rosco envuelto en azúcar, le pega el primer mordisco, cierra un segundo los ojos y lanza un pequeño mugido de placer mientras se pierde calle abajo.

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