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Una manifestante sostiene una pancarta en la que se pide el «fin de la ocupación de Israel». Foto: Migue Fernández / Vídeo: Matías Stuber

Dolor, rabia y algo de odio: una manifestación propalestina en Málaga para clamar contra Israel

Casi un millar de personas recorre el centro para exigir una Palestina libre «desde el río y el mar» y denuncia un genocidio perpetrado por el ejército hebreo

Sábado, 18 de enero 2025, 14:49

En este lugar se les pone rostro. Al menos, a unos pocos de ellos. De algunos se obtiene el nombre a través de las fotos que, repartidas en el suelo, presiden el monumento a Torrijos. Anas, Yousef, Ahmed o Mervat. Niños que ya no viven. Fallecidos en Gaza, en la guerra que libra Israel contra Hamás desde el ataque terrorista del pasado 7 de octubre de 2023. Entre los más de 45.000 muertos se hallan miles de pequeños. Que ahora se haya acordado un alto el fuego no influye mucho en los ánimos de este sábado.

Es en la plaza de la Merced, en Málaga, a casi 4.000 kilómetros de distancia de Palestina, donde comienza una manifestación que recorre el centro de la capital. Algunos ciudadanos, con vínculos familiares directos, tratan de ponerle relieve a lo que a lo que se está viviendo. La palabra «genocidio» se repite varias veces.

También es como si la plaza de la Merced se convirtiera en un escenario improvisado para el duelo, donde se mezclan sensaciones de dolor, rabia y un poco de odio. Como, por ejemplo, cuando se clama lo siguiente: «Boicot Israel», «Israel, asesino del pueblo palestino».

Detrás de la marcha está la asociación Al Quds. «El alto el fuego es una buena noticia, pero llega demasiado tarde. Israel sigue asesinando», se puede leer en las octavillas que se reparten. Se suman responsables de diferentes organizaciones políticas. El más destacado, el coordinador regional de Izquierda Unida, Toni Valero. Al llegar a la plaza de la Constitución, final del recorrido, el número de manifestantes roza el millar.

La manifestación también es un reencuentro de la comunidad pro-palestina en Málaga. El Sindicato de Estudiantes vende chapitas y hay varias huchas para depositar donaciones. En otro contexto, se podría hablar de 'merchandising'. En el actual, parece una palabra poco adecuada.

Abundan los 'kufija', la bufanda palestina. Esa prenda que no ha dejado de cargarse de simbolismo desde los tiempos de Yasir Arafat. Por volver a las chapitas del Sindicato de Estudiantes, muestran el contorno de ese país que los unos llaman Israel y los otros Palestina.

Algunos de los asistentes a la manifestación no quieren hablar directamente con SUR cuando se les pregunta lo que opinan de Israel. En este punto, se percibe cierto desafecto hacia los medios de comunicación. Algunos de los cuestionados temen a que se malinterpreten o tergiversen sus declaraciones. Total, los periódicos serían en su mayoría pro-Israel. Pero, también, se pierde la oportunidad de explicar sentimientos y ruegos que vayan más allá de los eslóganes que se vociferan por un megáfono.

«El alto el fuego es una buena noticia, pero llega demasiado tarde. Israel sigue asesinando»

«Paremos el genocidio en Palestina», reza la pancarta que encabeza el tren de protesta a su paso por el Teatro Romano. La mirada curiosa de algunos turistas se topa con la indiferencia de otros. Para el observador, siempre resulta interesante cuando dos realidades chocan en un mismo lugar pero apenas se tocan. También hay otras pancartas: «Ningún acuerdo con el genocida Israel».

Durante el recorrido, que atraviesa algunas de las arterias más concurridas del centro, los oradores no solo claman contra Israel. También lo hacen contra las empresas europeas que «apoyan» el genocidio. ¿Cómo? Según entienden, al no romper amarras comerciales y mantener los vínculos económicos. Algunas acusaciones que se lanzan son duras y emocionales. Las palabras que se utilizan son gruesas. La libertad de expresión lo permite.

Trincheras

No se deben emitir juicios sobre un colectivo en base a opiniones de individuos concretos. De hacerlo, uno percibiría poco dolor por los muertos y sí mucho odio hacia Israel. Los sionistas, entonces, serían todos fascistas, asesinos de niños y racistas. Pasaría igual si se atendiera el argumentario de un manifestante ultraortodoxo en el otro bando.

Quedan pocos minutos para las dos del mediodía y la manifestación se da por concluida. Al levantar la mirada, se puede ver cómo algunas banderas de Palestina se entremezclan con el pulso de una calle Larios que, aunque sea enero, luce muy transitada. El frío matinal ha dado paso a una tarde despejada y a un sol que calienta con suavidad. El alto el fuego entre Israel y Palestina entra en vigor este domingo. Parece que lo hace con la misma fragilidad con la que quiere irrumpir el invierno en Málaga.

Durante la protesta se han coreado muchas cosas. A las pocas horas, sin embargo, el eco que queda recuerda a una afasia. En este caso, provocada no por un trastorno cerebral sino por una incapacidad manifiesta al dialogo y entendimiento. Una igualación, seguramente, del conflicto que mantienen ambas partes.

Desde Málaga, a casi 4.000 kilómetros de distancia.

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