
Confiesa que en el instituto debía de ser «bastante pesada», porque un buen día, Pablo Fernández, su profesor de Química en Santa Rosa de Lima, ... le dio la dirección de la sede de Izquierda Unida mientras le sugería: 'Deberías pasarte por aquí...'. «Supongo que para que desfogara en otra parte y no en su clase», comparte con la primera de una larga sucesión de risas Eva García Sempere, que no regatea una respuesta y la autocrítica desde la terraza del bar Alborán, en un recodo de Echevarría de El Palo, el barrio donde García Sempere ha echado raíces. Lo que no echa de menos esta asesora parlamentaria del Ministerio de Consumo y mano de derecha del ministro Alberto Garzón, es la primera línea de la política.
Publicidad
Con escaño en el Congreso durante dos legislaturas, los malos resultados de Unidas Podemos en las últimas elecciones generales dejaron a la formación de izquierdas sin su segundo diputado por Málaga, puesto que ocupaba esta licenciada en Biología, fajada en la militancia de base que dice disfrutar ahora de su trabajo entre bambalinas: «La verdad es que no sé si sería capaz de estar ahí, con un pleno tan... Uf... Veo ese nivel de crispación y de barbaridades que se dicen y creo que me costaría mucho estar ahora en el Parlamento. Soy muy tendente a consensuar y me da que no lo llevaría bien».
Ese «espíritu conciliador» le lleva a defender que Izquierda Unida y Podemos están «abocados a construir algo juntos» y sigue la línea argumental de la vicepresidenta y líder de Podemos, Yolanda Díaz, cuando matiza que ese «algo» quizá no sea un partido tradicional, sino una unión bajo otra fórmula todavía difusa. «Yolanda es el mejor activo que tenemos, sin duda. Es una mujer que no necesita gritar para dejar callados a quienes no tienen argumentos».
Y sigue por esa vereda: «Hay demasiada testosterona en política. A menudo tienes la sensación de ver a un montón de hombres gritando muchísimo y entiendes perfectamente a toda esa gente que se pregunta 'A estas personas, ¿les importaré yo algo?'. Sería bueno un poco menos de testosterona, un poco menos de gritarse y un poco más de explicar la utilidad de la política, que la tiene y mucha. Yolanda y Mónica García (portavoz de Más País en la Asamblea de Madrid) son los perfiles que hacen falta. Hay que bajar la tensión. La gente no tiene ningún interés en escuchar tantos gritos».
Publicidad
Otro ruido llega hasta la mesa del Alborán con las obras de un aparcamiento subterráneo justo enfrente. Una cita médica para una nueva infiltración en su hombro derecho ha retrasado un poco la cita y al otro lado de la barra, Sandro pide disculpas por no tener a punto la máquina de café, así que el descafeinado previsto se transforma en una cerveza. «¡Pon que es sin alcohol, eh!», bromea de nuevo García Sempere. Nacida en 1976 en Alcoy, la asesora del Ministerio de Consumo llegó a Málaga con 12 años tras la separación de sus padres. Primero vivieron en la zona de Carlos Haya y después se trasladaron a El Palo. Y en la histórica Agrupación Paco Toro del Partido Comunista del barrio fue cuajando su vocación política.
Tres décadas después, García Sempere admite con cierto rubor que no sabe bien lo que cobra: «Unos 2.500 euros al mes... Tres veces el salario mínimo y una parte por desplazamientos. El resto lo donamos a la organización, como todos nuestros cargos públicos». Una cúspide de la pirámide política a la que no esperaba llegar cuando empezó ese camino. «En mi casa siempre ha habido inquietud, no tanto mis padres como por mis abuelos y bisabuelos. El abuelo de mi padre, Julio García, fue el primer y último alcalde republicano de su pueblo, Tahal. Sufrió la Desbandá en la carretera de Almería y llegó hasta Alcoy. Digamos que había caldo de cultivo para que yo fuera por ahí...», ofrece esta militante desde la adolescencia que ahora vive «una doble vida» entre Málaga y Madrid, donde para en la casa de un cuñado en Leganés.
Publicidad
El bar Alborán está muy cerca del instituto de El Palo donde estudian las dos hijas de Eva García Sempere. Lo regenta Sandro, un emigrante italiano de humor expansivo y trato afable: «Tiene siempre muy buen ambiente y las tapas están buenísimas. Además, a Sandro le encanta comentar la actualidad política». ¿Y es de su cuerda, Sandro? «Digamos que tiene sus quereres...», desliza García Sempere con diplomacia. Pero Sandro lo ha escuchado desde el interior del local y sale como un rayo. «¡Yo soy más rojo que rojo!», grita entre carcajadas mientras va montando las primeras mesas para el almuerzo. Ya hay una reserva para las 14.45 horas. Buena señal.
Porque García Sempere suele trabajar desde Málaga los lunes y los viernes, preparando las respuestas parlamentarias o realizando labores de coordinación entre los equipos del ministerio. De martes a jueves está en Madrid, porque son los días de mayor actividad en el Congreso y el Senado. Ahora intenta «subir» a la capital «una semana sí y otra no», aunque a menudo la agenda política impone otra ley.
Como ahora, que pide un análisis exprés de las elecciones en Castilla y León, donde Unidas Podemos no ha frenado su sangría territorial. «Soy de digestión muy lenta y tengo que pensar todavía las causas de lo que está pasando. Creo que hay varias. De una parte, hay un blanqueamiento de Vox evidente. En otros países se aísla a la extrema derecha de manera clara y rotunda, pero aquí no. Por otro lado, hay en la calle un poso de desánimo en la gente que hace que busque otras opciones y eso nos tiene que llevar al análisis, sobre todo a la izquierda».
Publicidad
Pero ese desánimo, sobre todo entre las clases trabajadoras, hace tiempo que no se traduce en votos a los partidos de izquierda. Entonces García Sempere señala otro mal: la desmovilización. «El problema es que la abstención y la extrema derecha van en comandita y hay que reflexionar mucho, porque ambas combinadas pueden ser letales».
Mortal de necesidad fue el fallo en la votación del diputado del PP Alberto Casero que aprobó sin querer y por la mínima el proyecto estrella de Yolanda Díaz: la reforma laboral. Y como uno de los cometidos de García Sempere es supervisar las votaciones, entra al quite con gusto: «Hombre, fácil no es equivocarse, pero tampoco es tan difícil». A ver, ¿se explica? Y lo hace. «Hay votaciones y votaciones. El momento de la votación de los Presupuestos Generales del Estado da para que te tiemblen las piernas, las pestañas y todo porque lo se sea, porque son un montón de votaciones seguidas, se acortan los tiempos y a veces lo pasas regular... Puedes equivocarte... Ahora, si has dedicado cuatro segundos a revisar tu voto, es más fácil meter la pata...», lanza García Sempere al hilo del informe elaborado por los servicios informáticos del Congreso sobre el tiempo que se llevó el discutido voto del señor Casero.
Publicidad
Alguna discusión también trajo a casa aquella joven combativa. «Es que era muy cabezona, cuando algo no me parecía justo, hasta que no salía de ahí no paraba», se disculpa medio en broma García Sempere, madre de dos hijas adolescentes, Lara (de 17 años) y Aitana (de 15): «La mayor es guerrera, pero creo que es más pausada que yo. Las dos tienen interés por la política. ¡Incluso ven trocitos de la sesión de control al Gobierno sin que yo les diga nada!».
Y en esas sesiones, García Sempere echa piropos a otros compañeros: «Por no decir ninguno de mi grupo, me gusta mucho, por ejemplo, Guillermo Díaz (diputado de Ciudadanos por Málaga). Es un orador extraordinario. Me llevo muy bien con él y es una persona encantadora. Creo que es un gran parlamentario, aunque no comparta gran parte de lo que dice. Y en temas culturales, es un compañero ideal. El nivel de frikismo lo tenemos bien enjaretado los dos».
Noticia Patrocinada
Porque en realidad el sueño de García Sempere es otro: abrir una librería. De libros de viajes, poesía y naturaleza; aunque «el 50% de la hipoteca» (dice en alusión a su pareja) defiende que tendría que ser de cómics. ¿En Málaga o en Madrid? Y entonces García Sempere abre muy grande sus ojos como si acabara de escuchar una barbaridad: «¡En Málaga, hombre! Necesito mar y necesito sur».
Una cita médica y varios vaivenes en la logística doméstica demoraron el desayuno. Tampoco estaba a punto la máquina de café, así que el descafeinado previsto se transformó en una cerveza. «¡Sin alcohol, eh!», bromea Eva García Sempere desde la terraza del bar Alborán. Al final, un tercio y un zumo de manzana, cuatro euros. «¿Te vale así la nota?», pregunta Sandro, el gerente, algo preocupado. Vale.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.