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Laura Torres Jiménez, con su perro Ares, en Hammarvika (isla de Frøya, Noruega). SUR

Frøya-Rincón, una contrarreloj al virus de 4.300 kilómetros

La pandemia ha truncado la aventura nórdica de Laura Torres, mientras que Sandra Ruiz decidió continuar en Connecticut. Dos jóvenes que este año han tenido una beca del Ministerio de Educación como auxiliares de conversación cuentan su experiencia con el coronavirus

Jueves, 7 de mayo 2020, 01:19

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Graduada en Filología Inglesa y en Turismo, y con los másteres de Profesorado y de Estudios Ingleses por la Universidad de Málaga, la pandemia truncó antes de tiempo la aventura nórdica de Laura Torres Jiménez. Su regreso desde la isla de Frøya hasta Rincón ha sido una carrera contrarreloj frente al virus, los controles, la falta de hoteles, el miedo a los contactos con otras personas. Cuatro días de viaje y 4.300 kilómetros en coche con su pareja y su perro para llegar a la seguridad de su casa malagueña, donde siguen la obligada cuarentena.

Amante de los viajes y de conocer otros países, al terminar sus estudios trabajó en diferentes países. Conoció la beca del Ministerio de Educación de auxiliar de conversación y la solicitó, en su caso para Noruega, porque tenía interés en conocer el sistema educativo de este país. Hasta la isla de Frøya se marchó con Alejandro, su pareja, y su perro, Ares. Es una isla «muy pequeñita», y el instituto en el que ha trabajado tiene 121 alumnos. «Es una enseñanza muy personalizada», afirma. Su novio encontró rápidamente trabajo, en una fábrica de salmón. Vivían en una granja reformada, con mucho espacio y en la naturaleza. «No hay discotecas, ni bares, llevábamos una vida muy tranquila», recuerda. La gente es muy reservada, hacen poca vida social, aunque coincidieron con otra pareja de españoles, ella la médico de la isla. El invierno lo llevaron mal, por las pocas horas de sol. Y ahora que llegaba la primavera, han tenido que regresar.

Su vida transcurrió con normalidad hasta mediados de marzo, cuando el país decidió suspender las clases presenciales. Laura seguía con sus clases de español a distancia. En principio pensaron quedarse en Frøya. «Allí no había casos de coronavirus, los dos estábamos trabajando y la situación en España estaba tan mal, que nuestra primera idea fue continuar allí», comenta. La expansión del virus por el centro de Europa ha ido a más, y la embajada española en Oslo les aconsejó el regreso. «No sabemos qué pasará en junio, si cuando termine el colegio podremos volver, o vamos a encontrar las fronteras cerradas. Fue una decisión rápida, de un día para otro», señala Laura.

Han realizado 4.300 kilómetros en coche. De la isla viajaron a Oslo, pasaron a Suecia y embarcaron en un ferry hacia Alemania. Aprovecharon el barco de Suecia a Alemania para dormir. Luego han descansado en áreas de servicio, con hoteles y restaurantes cerrados. Han sido cuatro días de un viaje agotador. Pasaron por Alemania sin problema y ya en Francia sí les pararon y les hicieron un documento para continuar hasta España. Desde la frontera de la Junquera hasta Rincón tampoco les han parado. «Se hacía extraño no ver coches, solo camiones», comenta. Ya en la tranquilidad de su casa de Rincón, Laura continúa en contacto con sus alumnos y tanto ella como su pareja mantienen la cuarentena y, por tanto, no han visitado a sus familias.

La experiencia como auxiliar de conversación le ha encantado por el contacto con los alumnos y por poder conocer un sistema educativo tan diferente al español, «muy humanístico, centrado en hacer feliz al niño, en no estresarlos».

Sandra Ruiz López. SUR

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Sandra Ruiz López es también auxiliar de conversación, aunque en su caso ha decidido continuar en Estados Unidos. Natural de Torre del Mar, cursó el grado en Estudios Ingleses y el máster en Estudios Ingleses y Comunicación Multilingüe e Intercultural en la Universidad de Málaga, y actualmente compagina su trabajo como auxiliar de conversación en la Universidad de Conneticut (lleva el Centro de Recursos de español, organiza cada semana las reuniones del Club de Español de UConn, del que es presidenta, e imparte clases de español para alumnos universitarios de entre 18 y 28 años) con el estudio de un máster en Literatura, Lengua y Cultura española en la Universidad de Connecticut. Sandra ha decidido quedarse en EE UU a pesar del estado de alarma y de los consejos de la embajada. «Mi contrato con la universidad seguía vigente y las clases no se habían suspendido», señala. Desde la embajada le recomendaron regresar a España, pero «tenía bastante pánico a exponerme al virus si tenía que pasar por tantos aeropuertos y aviones para después hacer la cuarentena con mi familia y exponerlos a ellos también». Y recuerda la llamada de la embajada como «una experiencia horrible. De la noche a la mañana nos dijeron que nos fuésemos, sin ninguna ayuda para pagar los vuelos de vuelta ni seguridad en las conexiones». Denuncia incluso haber recibido «mensajes de presión para que me fuese» porque, aclara, el seguro de la beca solo cubría una noche de hospitalización. Pero en su caso tiene un seguro médico a todo riesgo y visado por cuatro años, por lo que no tenía problema para continuar y pasar la cuarentena allí. Finalmente se ha podido quedar «firmando un documento por el que alegaba que mi estancia en el país estaría bajo mi entera responsabilidad de ahora en adelante, pero seguirían pagándome la cuota mensual del programa hasta el final, como estaba establecido». La universidad ha pasado a modo online y «no he parado de trabajar, más que con las clases presenciales». Vive en un pueblo pequeño, por lo que la cuarentena, que no es muy estricta, la están llevando bastante bien. Aunque allí el gobernador no ha dictado normas estrictas, ella trata de seguir las medidas de seguridad impuestas en España.

En los siete meses que lleva en Estados Unido «no recuerdo haber tenido malas experiencias, ¡todo lo contrario! Cada día aprendo cosas nuevas, y he conseguido crear una rutina en base a eso», admite. Una de las cosas que más le gustan de estar allí es ser profesora: «me encanta ir a clase, contarle a mis alumnos cosas sobre la cultura de Andalucía, y aprender de ellos cada día». Por eso y mucho más, «está siendo una experiencia de ensueño, estoy aprendiendo muchísimo y me estoy demostrando a mi misma que sí que puedo hacerlo», concluye la joven.

 

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