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El papel de las enfermeras de una UCI es clave, como en el caso de esta traqueotomía SUR

Cuidados entre la vida y la muerte: las enfermeras que te salvan cuando se te acaba el tiempo

Las enfermeras de la UCI tienen un carácter especial, por lo que reclaman una formación específica. Su trabajo convive entre la fina línea que habita entre curarse en planta, o fallecer entre sus manos

Sábado, 11 de noviembre 2023

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Es un día normal en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional. El trasiego de médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería y celadores se mezcla con los familiares de los enfermos. Es horario de visita, y para una persona ajena a este ecosistema, resulta duro observar el derrumbe físico y emocional de los familiares que visitan a sus seres queridos. En la UCI no hay niños, ni ramos de flores, ni bombones. Por el contrario, abundan los monitores, los cables y las alarmas, con un sonido que nunca deja de ser estremecedor. Este lugar termina por ser una suerte de limbo, la frontera que marca la vida (subir a planta) de la muerte. Los pacientes que pasan por aquí se terminan de recuperar lejos de aquellos que les cuidan en sus peores momentos. Los que no lo hacen, fallecen entre las manos de los enfermeros de la unidad.

Álvaro es el jefe de bloque de enfermería de la UCI, donde hay que actuar de manera «rápida y eficaz». A diferencia de otras especialidades, están muy presentes los cuidados técnicos que exigen mucha formación, pero también los cuidados muy humanos, porque hay momentos en los que ya no se puede aportar nada desde el punto de vista de la medicina. El resultado termina por ser una mezcla entre «empatía y cariño», por eso, cuando uno llega a trabajar en una UCI y no le gusta, se da cuenta enseguida.

El responsable de la unidad no quiere pasar por alto que el futuro está enfocado en el «camino de la especialización», y pide, como el resto de sus compañeros, que se desarrolle una especialización. Álvaro describe su día a día de una manera muy gráfica. «Cuando comenzamos el turno identificamos la carga asistencial de los pacientes para poder atenderles lo mejor posible. Todo puede cambiar de un momento a otro, porque las cargas son muy dinámicas». Esto, a nivel emocional, es muy relevante, porque cuando ingresa una persona lo primero que hacen es leer la historia clínica para saber qué tipo de paciente tienen entre manos, así como su evolución médica. «Sin quererlo, te enteras de lo que ha pasado, cuándo ha pasado, la edad que tiene, y los problemas que arrastra», enumera.

La organización en la UCI es esencial SUR

A veces, la complicación de estos profesionales es encontrar el equilibrio entre querer escucharles a todos en un tiempo que tienen que dividir entre muchos. No quieren decirlo tan a las claras, pero admiten que trabajar en una UCI requiere un carácter especial, y que ello a su vez les aporta una forma diferente de ver la vida. «Este trabajo te ayuda a priorizar, a saber lo que es importante y lo que es un poco menos. A aprovechar el día a día en tu vida cotidiana porque no sabemos lo que va a pasar. Cuando lees la historia de un paciente, cada caso te cala, porque en muchas ocasiones son personas que estaban haciendo cosas normalísimas cuando les pasó algo que les hizo acabar aquí».

Sonia y Begoña también llevan varios años en la Unidad. Al igual que su compañero, destacan el valor del trabajo en equipo; un equipo al que también suman («no se te olvide ponerlo», recalcan una y otra vez) a las auxiliares de enfermería y a los celadores. «No podemos perder de vista la humanización y los cuidados psicológicos», insisten, aunque admiten que en cuanto a los últimos, siempre se prioriza la ayuda a los pacientes, olvidando en ocasiones que ellos también necesitan de esta ayuda.

Describir su trabajo les resulta más sencillo. «Una compañera nos espera para darnos el relevo. Leemos la historia del paciente y la evolución que ha tenido. Y ahí empieza la jornada: el aseo diario, las curas, los cambios de medicación, las pruebas complementarias…». Más complejo es entender cuál es el fondo de esta enumeración de funciones. «No todos los que entran en la UCI salen curados, pero desde luego que mientras están aquí, siempre están cuidados».

El covid: un punto de inflexión

Al hablar del trabajo de las enfermeras de la UCI, resulta inevitable abundar en lo que supuso la pandemia. Los tres profesionales afrontan este capítulo de manera diferente. Mientras que Álvaro y Begoña intentan describir aquellos momentos, a Sonia se le humedecen los ojos y prefiere no hablar en exceso sobre ello. «Me cuesta mucho, lo admito. Fue muy duro».

El trabajo en una UCI requiere de un enorme conocimiento técnico y humano SUR

Sus compañeros explican que a nivel psicológico la situación fue tan extrema que provocó que muchos pidieran el traslado de unidad. «Hubo un cambio generacional importante. Es de alabar la de horas que echó la gente sin dudarlo», dice Álvaro, que deja un mensaje muy claro. «Ni éramos héroes ni somos villanos. No pedíamos los aplausos, aunque los valoramos. Somos humanos y profesionales y así nos comportamos». Es entonces cuando Sonia, que un principio no quería hablar, interrumpe para que entendamos qué estaba ocurriendo en esos meses. «Llegaban pacientes que no tenían patologías previas. Llegaban y se morían, se morían como chinches. Y después de todo el día así, yo, que tengo un niño, cuando llegaba a mi casa no desconectaba porque la preocupación era si le iba a contagiar». Eso sí, incluso en la tragedia siempre hay algo positivo. En el caso de estos enfermeros es la cohesión, sensiblemente mayor desde entonces.

Sonia piensa que la enfermería es una profesión que no todo el mundo valora, que es la gran desconocida a pesar de ser un pilar en lo que es la salud del país. Y más allá de la adrenalina que todos reconocen que necesitan al cuidar a pacientes en una UCI, ellas también consideran que este trabajo les aporta herramientas que el resto de personas a veces no tienen. Dicen que valoran mucho sus vidas porque ven lo que sucede aquí cada día. «Te acerca a la realidad», recalcan. Es lo que nos pasa al resto de los mortales cuando ocurre una tragedia a nuestro alrededor. Aquí es cada día, en la frontera que supone vivir o morir. O dicho de otra forma, entre morir o tener una calidad de vida que pueda llamarse vivir, como bien explica Álvaro. «Para mí la calidad de vida es más importante que la cantidad. La palabra vida es muy grande».

El infarto

Este reportaje acababa aquí. Hasta la línea anterior, se trataba de un trabajo periodístico en tercera persona, como corresponde a los profesionales que se dedican al periodismo. Pero el destino, a veces, tiene pensados algunos giros que nadie se hubiera imaginado.

Ahora toca hablar en primera persona. Exactamente un año después de haber hecho este reportaje, la vida hizo que el que escribe estas líneas tuviera que entrar por segunda vez en su vida a una UCI, aunque esta vez como paciente y sin saber si saldría de allí con vida. El pasado 5 de noviembre, y con apenas 37 años, me convertí en una de esas personas que necesitaron ser cuidados 'entre la vida y la muerte' por un grupo magnífico de enfermeras y enfermeros del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria de Málaga.

Creo que no es relevante, pero es necesario aportar contexto. Todo comenzó con un fuerte dolor de pecho que acabó en un cateterismo de urgencia para poder salvarme de un infarto agudo de miocardio. Durante la intervención sufrí una arritmia y una bajada de tensión que casi me hizo entrar en parada, pero me salvé. Unos minutos después fui trasladado a la UCI, donde pasé la noche más complicada de toda mi vida.

Me da pena no saber sus nombres. Recuerdo que alguna se llamaba Inma. Quizá otra Cristina. No sé. Pero nunca olvidaré las caras de las enfermeras, esas personas que, más allá de mantenerme cuidado y vivo, me secaron las lágrimas cuando les preguntaba si me iba a morir. Las mismas que me acariciaban la mano cuando mi familia tuvo que abandonar la unidad. Jamás podré sacar de mi retina la dulzura de la voz con la que consolaban a mi marido. «Va a estar bien. Mañana le verás mejor», escuché que le decían. Fueron esas voces, esas manos y esas miradas las últimas que vi mientras cerraba los ojos en esa fría sala de cuidados intensivos, al tiempo que de fondo solo sonaba el terrible y a la vez esperanzador ruido de mis constantes vitales y las de mi 'vecino', al que nunca pude ver bien la cara, pero al que también se dirigían como lo hacían conmigo: con amor.

El periodismo no consiste en trasladar a la primera persona lo que uno quiere contar, sino en ponerse a un lado para que otros lo puedan entender. Pero a veces hay excepciones, como ésta. Cuando unas personas, que como cualquiera de nosotros tienen sus problemas y sus vidas, lo dejan todo a un lado para cuidarte y salvarte cuando se te acaba el tiempo. Sirvan estas palabras para agradecerles que siga vivo y para que pueda escribir estas líneas.

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Cuidados entre la vida y la muerte: las enfermeras que te salvan cuando se te acaba el tiempo