Confinados en el paraíso
En la provincia de Málaga residen miles de extranjeros que eligieron un pueblo del interior para vivir de una forma diferente a como lo hacían en su país. Así viven estos días algunos de ellos
Muchos de ellos llevan ya más de una década viviendo en Málaga. Cambiaron su país de origen por la tranquilidad y el sosiego que ofrecen muchos pueblos. Hoy están atrapados en ellos por el confinamiento del coronavirus. No hay municipio malagueño que hoy no tenga entre sus residentes a extranjeros que vieron en estas tierras su particular edén.
Algunos vinieron para jubilarse, pero muchos otros se trasladaron para trabajar o emprender negocios en unas condiciones que serían impensables en las principales capitales del mundo, como Londres o Nueva York. Ahora viven y se adaptan a la idiosincrasia de localidades del interior como Júzcar, Riogordo, Coín o Jimera de Líbar. Así viven estos días el confinamiento algunos de ellos.
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Estados Unidos
David Nuyen
De la 'Gran Manzana' a la 'Aldea Azul' hay un abismo tanto léxico como geográfico. Y mucho más de costumbres. Lo ha superado con creces el neoyorquino David Nuyen, que ya va camino de los 16 años viviendo en el pueblo malagueño de Júzcar. Allí se trasladó en 2005 con su pareja, el chef Iván Sastre, para regentar el hotel Bandolero, uno de los establecimientos señeros del Valle del Genal. Desde la distancia, se impresiona con las imágenes que ve de su ciudad natal, Nueva York, donde tiene hoy a su padre y a dos hermanas. Pero, lo más duro ha sido saber de la muerte de «un buen amigo, con treinta y tantos años, que vivía en Manhattan».
Confinado junto a Iván en el hotel, se considera «un privilegiado por tener tanto espacio en estos días en los que hay muchas personas que viven en apartamentos de cincuenta metros cuadrados o menos». Mantiene muchas rutinas que le ayudan a sobrellevar el encierro, como trabajo de administración y contabilidad y ayudar a su pareja a llevar las redes sociales del hotel, con vídeos en los que elaboran algunas recetas -sobre todo pan, una de las pasiones de Iván-. Cuentan con algunos espacios al aire libre dentro del hotel, pero «en estos días está lloviendo más que nunca y apenas hemos salido», explica David.
Respecto a la vuelta a la normalidad, se muestra relativamente optimista porque su hotel está en un destino diferente, alternativo y en plena naturaleza, el Valle del Genal, que no entiende de turismo de masas.
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Holanda
Rudi van der Zalm
A este apasionado del turismo no hay quien lo detenga en su casa de Mijas Pueblo. Aunque ha tenido que pausar sus dos empresas por el parón del sector, no para de darle vueltas a nuevas oportunidades de negocio a partir de la tecnología, que es su fuerte. Lamenta, eso sí, el revés que ha sufrido Nicehop, el innovador 'chatbot' de reservas de viajes que ya llevaba más de un año funcionando.
Ahora trabaja en casa y ha tenido que dejar atrás la rutina de desayunar en Mijas Pueblo. Su salida diaria se limita a dar un paseo Ciro, su perro, que también ha visto notablemente reducidos sus paseos. Se tiene que conformar con moverse por el centro de la localidad y olvidarse de momento de subir a la sierra con su dueño.
En lo personal, Rudi van der Zalm también lamenta tener que haber cancelado el viaje previsto a su tierra natal el pasado 19 de marzo. «Tenía un billete para ir a ver a mi madre», explica. Ahora intensifica sus videollamadas y contactos virtuales con Whatsapp y Facebook. También sigue muy de cerca la prensa holandesa. Por un lado, está pendiente de cómo vive su país de origen la crisis de la pandemia. Por otro, también observa cómo se entiende allí lo que pasa en España. «Lógicamente, mi madre, que sabe que trabajo en el sector del turismo aquí, está muy preocupada por lo que ve», aclara.
Las comparaciones en la gestión son inevitables. «Allí en Holanda veo que se habla incluso de ya de la 'economía del metro y medio' y me da que pensar», comenta.
Rudi van der Zalm vive en Mijas Pueblo desde principios de la pasada década de los años 90. Ya se considera «uno más del terreno» donde vive junto a su mujer Encarna, a la que conoció antes en Suiza. Tenían claro que querían venir a España y terminaron enamorándose de Mijas Pueblo, donde ya van camino de las tres décadas viviendo.
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Suecia
Pelle Lundborg
Con tan sólo 16 años fundó su primera empresa, una tienda de videojuegos en su país natal, Suecia. Después de un espectacular éxito empresarial, se apasionó con un producto que en su tierra todavía se ve cómo «exótico», pero que es fundamental para entender la Dieta Mediterránea, el aceite de oliva virgen extra. En 2014, creó Mainake para intentar llevar el 'oro líquido' hasta tierras escandinavas, pero cuatro años más tarde, tras una enfermedad, su vida dio un cambio aún más radical. Fijó su residencia al pueblo de Carratraca. Allí creó Finca Solmark, donde vive rodeado de olivos y subtropicales.
Su vida diaria no ha cambiado mucho, ya que puede seguir dando sus paseos dentro de su propiedad y sigue pendiente de las labores agrícolas necesarias para mantener sus cultivos. «Para tener fruta en otoño hay que trabajar ahora», comenta. En ese sentido, ha roto pocas rutinas en su vida cotidiana. Intenta desconectar lo posible y para ello cuenta con el sosiego que le ofrece su finca, a los pies de la sierra de Alcaparaín: «Tengo mucha naturaleza alrededor y eso me tranquiliza». Eso sí, echa de menos salir a desayunar por Carratraca y hablar directamente con amigos.
El 18 de marzo tenía previsto un viaje a Suecia para visitar a su padre, que lógicamente fue cancelado. Las comparaciones con su país natal son también inevitables. «Allí, si se hace una recomendación, la mayoría de los ciudadanos las siguen y no es necesario, como aquí, tantos controles policiales», explica, aunque, matiza que para un sueco es menos duro estar confinado en casa que para un español, más habituado a vivir más en la calle.
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Reino Unido
Leila Bayandor Lawson
Enamorada del aceite de oliva virgen extra y apasionada de la Alta Axarquía, la británica Leila Bayandor Lawson reconoce que en el municipio de Riogordo vive el confinamiento como «una afortunada». Como muchos otros extranjeros residentes, vive en el campo, donde sin necesidad de salir ya está «en el paraíso». Pasa el tiempo con algunas rutinas, entra la que forma parte ayudar a los demás. Aunque ha tenido que parar su actividad laboral, estos días de forma altruista da clases virtuales de inglés a los escolares de Riogordo.
También está muy unida a la comunidad de residentes extranjeros que hay en esta zona de la comarca más oriental de Málaga. «En estos días, he notado mucha más solidaridad en este grupo», comenta Leila. De hecho, hay muchos voluntarios y han recaudado dinero para donar comida a los más necesitados en su pueblo de acogida y en algunos del entorno.
Eso sí, asegura que la comunidad británica «se sintió avergonzada» por la imagen que dieron algunos compatriotas suyos en el inicio del confinamiento en Benidorm. También están preocupados por no tener claro si pueden salir a comprar a otros municipios de alrededor para hacer las compras. Temen las posibles sanciones, pero también necesitan abastecerse de productos que no están disponibles en sus respectivas localidades.
El contacto con su país de origen lo ha incrementado notablemente estos días, con su hermana y con su padre, que bien en Londres. Al principio, sobre todo, estaba muy preocupada porque salían a comprar y a pasear por los parques. En este sentido, se muestra muy crítica con la gestión de la crisis del coronavirus en su país: «Están arriesgando la vida de mi familia allí».
Entre lo que más ha echado de menos en este confinamiento en Riogordo, está la ausencia de celebraciones de la Semana Santa. Ni las procesiones de Málaga ni la famosa recreación de El Paso de Riogordo, dos de sus grandes pasiones desde que se afincó en la provincia.
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Holanda
Maria Kupers
La holandesa Maria Kupers lleva viviendo en la provincia de Málaga desde 2002. Primero, lo hizo en Cómpeta, donde llegó incluso a ser concejal de Turismo y Cultura. Después se trasladó a Coín, donde vive en el campo y desarrolla su profesión en el ámbito de la comunicación y el periodismo. El confinamiento ha parado uno de sus principales trabajos, el de editora de una prestigiosa revista holandesa en la Costa del Sol. Ahora el horizonte profesional le parece tan complicado como incierto, pero no desiste.
A pesar de tener que haber cancelado la publicación de su medio impreso, prevista para finales del pasado marzo, continúa trabjando. De momento, tiene que conformarse con la gestión de comunicación, mermada a la mitad, de uno de sus principales clientes. También se ha adaptado a la nueva situación lanzando una web temática sobre el coronavirus.
Eso sí, se siente privilegiada por vivir en pleno campo, donde confiesa que tiene el huerto más grande que ha tenido nunca. El único contacto fluido que tiene Maria, que vive sola, es el de sus vecinos, que son, en su mayoría, agricultores. Con las distancias pertinentes, al menos puede hablar con ellos. Maria, eso sí, es mucho más de abrazos y de moverse para visitar a clientes. Es lo que más echa de menos. Compara con su país natal y detecta la principal diferencia: el gobierno holandés confía en la responsabilidad de sus ciudadanos. «Aquí hay controles por todos lados porque parece que no somos de fiar», critica la periodista. Considera que «el confinamiento de 48 millones de españoles» es desproporcionado. «¿En qué siglo estamos viviendo?», pregunta retóricamente.
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Reino Unido
Karl Smallman
El fotógrafo y periodista inglés Karl Smallman vive en Jimera de Líbar, uno de los pueblos menos habitados de la Serranía de Ronda. Allí ha podido ver que el tamaño de un municipio no tiene que ser proporcional a su solidaridad. En su caso, más bien, al contrario. «Tenemos un ayuntamiento muy proactivo, que está haciendo lo mejor para minimizar cualquier problema para la población», argumenta.
Eso sí, este fotoperiodista británico, fundador de la web SecretSerrania, se muestra preocupado por «el gran impacto en las empresas de turismo rural, bares y restaurantes que están a cargo de muchos de mis amigos españoles». También ve con cierta inquietud cómo se están cancelando o posponiendo los distintos eventos que solía captar con su objetivo.
Tampoco le tranquiliza precisamente mucho la gestión de la crisis en su país natal: «Reaccionamos lentamente al principio» y «hay una cuarentena más relajada que aquí». En lo personal, lo que más le preocupa es la situación de las residencias de la tercera edad, ya que su madre está en uno de esos centros en su país. «Rezo para que ella y otros se mantengan saludables, ya que es casi imposible viajar de regreso a Inglaterra ahora debido a todas las restricciones de viajes», explica.
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Italia
Carla Danelutti
Llegó a Málaga para sólo seis meses y ya lleva una década. Carla Danelutti es una de las integrantes del sólido equipo que la UICN (Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza) tiene en Málaga. El confinamiento le ha supuesto pasarse al teletrabajo de forma total, pero sin cambios muy drásticos, ya que, en su caso, estaban preparados. De hecho, ya llevaban un tiempo trabajando desde casa dos días a la semana. El ritmo de trabajo es duro, aunque ha conseguido mantener un horario laboral similar al que tenía cuando tenía que trasladarse a la sede de la UICN, que está en el Parque Tecnológico de Andalucía.
Pero, lo más difícil para ella es llevar más de un mes en un piso del malagueño barrio del Perchel. Sobre todo porque Carla nació y vivió en su país el ámbito rural y es más de moverse por espacios abiertos que entre cuatro paredes y un techo de un piso. No en vano, este 2020 era el año previsto por ella y su pareja, Jacobo, para mudarse a un pueblo del interior de la provincia de Málaga. La crisis del coronavirus ha parado, de momento, ese objetivo, pero seguramente influirá en que lo retome cuando todo esto se disipe. «Mi familia vive en Italia en una casa grande con jardín y eso se echa mucho de menos», afirma.
Como otros italianos residentes en la provincia de Málaga, su preocupación por los efectos del temido coronavirus se remonta a los inicios de la crisis en su país. «He llegado a tener mucha angustia al principio, sobre todo, porque la escalada era muy rápida en los primeros días en Italia», explica.
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