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Canadiense afincada en Barcelona, Catherine L'Ecuyer es doctora en Educación y Psicología. Máster por IESE Business School y máster Europeo Oficial de Investigación. Se ha convertido en una de las divulgadoras de Educación más prestigiosas y sus libros 'Educar en el asombro' (26.ª edición) y 'Educar en la realidad' (10.ª edición) se han convertido en un éxito de ventas. Invitada por el Centro Internacional María Montessori de Málaga, ayer ofreció una conferencia en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. De las nuevas tendencias educativas, considera que no es casual que la mayoría de las propuestas de innovación lleguen de manos de empresas multinacionales. Y también deja un mensaje importante a los padres, ya que, en su opinión, en la raíz de los problemas de la educación en España se encuentra la abdicación de la responsabilidad de las familias en favor de los colegios.
–Sus dos libros, 'Educar en el asombro' y 'Educar en la realidad' han sido grandes éxitos editoriales. ¿A qué achaca este interés por los temas educativos?
–Hay dos tipos de intereses educativos: el auténtico (suele ser de los padres y de gran parte de la comunidad educativa) y el económico (de las multinacionales que se lucran con el negocio educativo). Diría que mis dos libros son una denuncia a la intromisión y a la dictadura de los poderes económicos en el ámbito educativo, desde la perspectiva de las necesidades reales del niño. 'Educar en el asombro' es una denuncia dulce, suave, casi poética; 'Educar en la realidad' es una denuncia más contundente. En ambos casos, los textos se dirigen a los padres y educadores e invitan a una toma de consciencia profunda que lleva a la acción, pero sin dar pautas, ni consejos. El mayor fracaso de la educación 'antigua', es que dicta minuciosamente a los niños todo lo que tienen que hacer, sin dejarles pensar; el mayor fracaso de la literatura educativa actual dirigida a los padres (y que suele estar en contra de la educación 'antigua') es que les dicta todo lo que tienen que hacer (o no hacer), sin ayudarles a entender el trasfondo de esas ideas. Nos perdemos en el 'cómo' y en el 'qué' y nos olvidamos del 'por qué' y del 'para qué'.
–Asombro y realidad parecen términos contrapuestos, o, por lo menos, ya cada vez la realidad nos asombra menos...
–Solo podemos asombrarnos ante la realidad. Los griegos definían el asombro como el deseo de conocer. Sin realidad, no hay conocimiento. La realidad no se construye, se descubre. Si la realidad nos asombra cada vez menos, es porque no la vemos (por insensibilidad), la banalizamos, o la damos por supuesto.
– ¿Cree entonces que queda espacio para el asombro, en un mundo tan tecnológico, en el que vemos en televisión desde las simas oceánicas hasta los anillos de Saturno?
–Como decía Chesterton «el mundo nunca tendrá hambre de motivos para asombrarse; pero sí tendrá hambre de asombro». Las simas oceánicas y los anillos de Saturno son, en sí, motivos de asombro. De hecho, podemos imaginarnos el asombro de los astronautas que vieron por primera vez esas anillas en directo. La tecnología es maravillosa porque nos permite tener acceso a esas imágenes y a información valiosa sobre esos fenómenos. Pero el problema es que la abundancia de información y la forma en que desfila ante nuestros ojos consume nuestra atención y nos impide mirar «como si fuera por primera, o por última vez». Como tenemos todo a un 'click', tendemos a dar todo por supuesto. Es preciso volver a aprender a mirar.
–Continuamente se habla de innovación educativa, de que el maestro o profesor tiene que hacer cosas nuevas en el aula, en contraposición a las clases más tradicionales. Usted, ¿es de innovar o prefiere una educación más tradicional?
–La innovación es un concepto comercial, no educativo. No es casualidad que la mayoría de las propuestas de innovación llegue de manos de empresas multinacionales. Creo que la dicotomía entre 'innovación o educación tradicional' es falsa, es una reducción muy pobre de la cuestión. La memoria siempre interviene en todos los procesos cognitivos. La repetición es el secreto de la perfección, decía Montessori. Pero la memorización y la repetición mecánicas son métodos conductistas que no permiten interiorizar los conocimientos. Hemos de luchar contra el conductismo y el mecanicismo, no contra lo que se encuentra en el cajón de sastre de la llamada 'educación tradicional'.
–Pero la innovación se nos presenta como algo nuevo, en contraposición a lo 'viejo', que sería entonces algo malo...
–La innovación como negación de todo lo anterior se basa en el paradigma de la modernidad, que etiqueta todo lo nuevo de bueno, sin que se tenga que hacer la prueba de su mérito intrínseco. Hemos de analizar cada propuesta educativa en relación con la naturaleza del niño, con su forma de aprender, con sus necesidades reales. La naturaleza del niño no ha cambiado, ni cambiará, estamos hablando de permanencias antropológicas profundas. Lo que cambia es el entorno en el que se encuentran los niños. Es el entorno el que debe adaptarse a sus necesidades, no el niño al entorno. ¡Qué actual era Montessori, cuando hablaba del 'entorno preparado'!
–Ha citado a Montessori, y precisamente su presencia en Málaga ha venido de la mano del Centro Internacional María Montessori. A la pedagoga italiana ha estudiado en su tesis doctoral. Se ha presentado su método como el 'aprender jugando'. ¿Es una visión muy simplista de la obra de Montessori?
–Montessori sacó los juguetes de sus aulas cuando se dio cuenta de que la verdadera motivación (que llevaba al niño a concentrarse durante horas) ocurría cuando el niño encontraba retos que se ajustaban a sus capacidades. Ese es uno de los problemas de la educación actual, querer bajar el nivel de exigencia para motivar al alumnado. Cuando eso ocurre, el alumno se aburre. Y cuando el nivel de exigencia está demasiado por encima de sus capacidades, entonces crea ansiedad. Así están los niños, andando entre el estado de aburrimiento y de ansiedad. El método Montessori hace que el niño busca y encuentra retos que se ajustan a sus capacidades de forma estructurada y ordenada, con un material que corrige el error.
–Hoy en las aulas de toda España se trabaja por proyectos, o los jesuitas han derribado tabiques en su proyecto de aulas abiertas en el que mezclan alumnos de diferentes edades, ¿qué le parecen estos proyectos pedagógicos?
–Es curioso que se presenten esos métodos como innovadores. Son réplicas de propuestas llevadas acabo por el movimiento de la educación nueva del inicio del siglo XX. Ese movimiento fue condenado por los jesuitas de la época, por cierto, por sus rasgos naturalistas, positivistas, empiristas, etcétera, en definitiva, por su inspiración rousseauniana. Aunque se inspiran en el modernismo, esos movimientos no son modernos en el sentido literal. Montessori mezclaba las edades de los alumnos. Claparède proponía la reducción de la exigencia intelectual y la simplificación del plan de estudio para disminuir la fatiga de los alumnos. Pero si estudiamos el movimiento de la educación nueva, vemos que no hay consenso sobre cómo debe ser esa educación 'activa'. Puede haber movimiento sin aprendizaje, si el movimiento es pasivo, o meramente externo. Es lo que ocurre ante una pantalla, por ejemplo. Montessori destacó como precursora del movimiento de la educación nueva, hablando de movimiento espontáneo. Pero luego discrepó con el giro de ese movimiento, tachándolo de «una revolución que aspira al desorden y a la ignorancia». No es casualidad que Montessori esté ahora apareciendo en primera línea de la actualidad pedagógica.
–Y a los profesores se les enseña 'gamificación', técnicas para abordar la enseñanza como un juego, ¿se está banalizando la educación?
–La verdadera motivación es la que brota del 'sentido', no de la diversión pasiva. Confundimos 'asombro' con 'fascinación' Asombrarse no es estar todo el día 'flipado', es tener una actitud de apertura ante la realidad; es una postura activa. En cambio, la fascinación está al remolque de los estímulos frecuentes e intermitentes. En cualquier caso, uno de los problemas gravísimos de raíz es que los padres abdican totalmente la educación –no solo la instrucción– en manos del colegio, mientras que la educación llevada a cabo en muchos de esos colegios está en manos de empresas cuyo objetivo es lucrarse con ella. El marketing educativo es un 'barniz' que nos impiden ver ese mecanismo.
–Hoy día cada vez están más difuminadas las fronteras entre el mundo real y el mundo online, nuestros hijos tienen amigos virtuales, se juega en la Tv con gente de otros países, etcétera. ¿Qué influencia puede tener esto en nuestros hijos?
–Un estudio realizado por YouGov indica que un tercio de los jóvenes confiesa no tener mejores amigos. Esos jóvenes son los mismos que pasan dos horas y media en redes cada día. Hemos de ayudarles a entender que no es lo mismo conexión WiFi que conexión interpersonal. Comprar un smartphone a un niño no es la mejor forma de transmitirle ese matiz, porque hay ciertos logros educativos que solo ocurren en el mundo real. La comprensión de la frontera entre lo privado y lo público es un ejemplo de ello.
–Aquí en Andalucía, el nuevo gobierno impulsa una ley para reconocer la autoridad pública del profesorado, en un intento de atajar las agresiones, insultos y falta de respecto de alumnos y padres. ¿Cree que el respeto se puede asegurar con leyes?
–Las leyes tienen un doble papel: Son normativas (obligan) y educativas (apuntan en una dirección, a lo que la sociedad considera valioso). Pero las leyes también tienen sus limitaciones, no se puede cambiar la cultura a golpe de leyes o de decretos.
–¿Le preocupa un aula tan tecnológica, en la que todo nos llegue a través de una pantalla?
–Estamos creando una nueva élite cognitiva, gente que sabe y que controla masas de gente que no sabe nada pero que está continuamente enchufada a muros llenos de sombras, como las de la pared de la caverna de Platón. Decimos que hay que fomentar el espíritu crítico en los jóvenes, pero no les damos criterios. El espíritu crítico sin criterio acaba siendo una quimera.
–También hay colegios donde las tabletas han desplazado al libro físico. Todo está ya en Internet, indican sus defensores…
–Quien proclama que 'todo está en Internet' carece de las condiciones para poder educar. Internet es un lugar descontextualizado, es un océano de información sin hilo narrativo coherente. No es casualidad que los jóvenes sean víctimas del fenómeno del 'fake news'. Son carne de cañón para ello, porque les falta el conocimiento que permite contextualizar la información. Y quien transmite conocimiento y hace el trabajo de contextualizar, de dar sentido a la información, es el maestro, no la tableta.
–Entonces, ¿qué se puede hacer?
–Durante años, la autoridad –en muchos ámbitos de la sociedad– se ha basado en «es verdad porque lo digo yo». Es la actitud dictatorial –quizás el legado de unos tiempos no muy lejanos– del que declara poseer la verdad e imponerla a la fuerza. Ahora bien, sabemos que algo es cierto, sencillamente porque lo es, no porque al que manda se le ha ocurrido siempre tener la razón. Mientras no cambie esa actitud, será difícil ver respeto. Y eso no solo se aplica al aula, sino también al mundo de la empresa, de las redes, de la familia, de la política… No hay nada más noble por parte de una persona en una situación de autoridad que pedir perdón cuando se equivoca, asumir responsabilidades y dimitir cuando haga falta. Ahora bien, lo que se lleva en el mundo adulto es la justificación, la manipulación de la realidad y la soberbia. Es absurdo pretender transmitir algo a los niños y jóvenes que sea contrario al ejemplo que les damos cada día…
–En los informes sobre educación (PISA, por ejemplo), Andalucía aparece en los últimos puestos de la clasificación. ¿Se atrevería a dar algún consejo a los nuevos responsables de Educación de Andalucía?
–Para dar consejos concretos sobre un sistema educativo, hay que conocer el contexto cultural, político, histórico, social, etcétera. No tengo el conocimiento que me permita hacer ese análisis, eso requiere de un encargo concreto y de mucho tiempo. En educación, creo que sobran opiniones y consejos de gurús iluminados, y escasa reflexión serena y mentalidad científica que permita llegar a las causas de los problemas y de los aciertos (que estoy segura de que los hay también).
–Usted es madre de cuatro niños. Precisamente la natalidad es uno de los grandes problemas de España, ¿qué cree necesario para fomentar que las parejas tengan hijos?
–Tener hijos en España es un acto heroico. La precariedad laboral, las cuotas absurdas del que quiere arrancar un negocio como autónomo, las escasas ayudas del Estado para las familias, los horarios laborales con una hora de comer interminable, la enorme cantidad de personas que son mileuristas –y se ve con normalidad–, el coste de los libros de texto (que por supuesto cambian cada año), el horario irracional de los alumnos de Bachillerato que madrugan y luego están solos en casa toda la tarde, los peajes que crean atascos y siguen vigentes años después de haber sido amortizados, las aceras y los baños que no están pensados para los carritos, los juzgados para inscribir a los recién nacidos que no tienen ascensores, etcétera. Es curioso, a veces pienso que ni diseñando un plan para impedir que las familias tengan hijos y puedan educarlos se podrían poner más trabas de las que existen en la actualidad.
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