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Varios vecinos de Los Llanos de Ñito Salas

Mucho más que carteros

Pagar impuestos o sacar una entrada de tren. Empleados de Correos acercan los servicios de las oficinas a los pequeños núcleos rurales. «Las cartas de amor y las felicitaciones navideñas de algunos nostálgicos son ya residuales»

Domingo, 11 de diciembre 2022, 01:29

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El día amenaza lluvia en Cartaojal. Ni un alma en las calles que dan acceso al pueblo. Solo una vecina desafía la previsión meteorológica y se afana en dejar cristalinas sus ventanas. La quietud es máxima y el silencio imperturbable solo es interrumpido por el paso de algún tractor y los ladridos de varios perros en la lejanía. Un horizonte infinito de olivos guía hasta el centro de esta pequeña localidad de Antequera empapelada con carteles en contra de la instalación de parques fotovoltaicos y con algo más de mil habitantes, a los que Juan Antonio Bareas (Encinas Reales, 1972) conoce bien. Es su cartero desde hace 20 años.

El reparto en esta población arranca en la calle Juan Carlos I. Se dirige al Bar Caro, frente al Ayuntamiento, a entregar una carta y aprovecha la presencia de otros vecinos para dar en mano alguna más. Es la misma escena que media hora antes cuando su primera parada fue en Los Llanos. Allí, en la venta de San Isidro, donde el olor a guiso casero impregna la estancia, encuentra a buen número de lugareños de esta pedanía con apenas 50 casas. «Aquí vive mucha gente joven y a estas horas (son las nueve y media de la mañana) la mayoría está trabajando en el centro logístico de Antequera», indica Bareas. «Aquí todo funciona a un ritmo diferente al de las ciudades. Si te ven por la calle y están esperando correo, te ahorran que vayas a su domicilio y, si no van a estar, te avisan para que puedas dejárselo a algún familiar», expresa mientras va encadenando saludos en su ruta. «¿Algo para mí hoy?», le pregunta Antonio desde el interior de un local que hace de cuadra donde cepilla con mimo a su caballo. Son en total 60 kilómetros los que recorre entre Cartaojal y las pedanías de Cañadas de Pareja y Los Llanos de Antequera. A su paso, muchos diseminados y pese a todo, acaba la jornada con el 100% entregado.

Con su residencia en Benamejí (Córdoba), donde vive con su mujer y su hija, y tantos años en la empresa, donde entró a trabajar con 19 años, asegura que podía haber pedido traslado, «pero una vez que conoces el pueblo y a su gente, ya es como trabajar en casa; te hacen sentir como de la familia», indica este cartero que lleva el oficio en la sangre.

Era muy pequeño cuando ya acompañaba a su padre a entregar la correspondencia en Encinas Reales. «En aquellos tiempos, las muchachas esperaban con impaciencia la llegada del cartero por si traía cartas de sus novios que estaban en la mili. Las felicitaciones navideñas y los giros postales eran habituales, como también lo eran por estas fechas el envío de paquetes con productos de la matanza para que la familia pasara mejor las fiestas», recuerda este cartero que, a diferencia de su padre, su jornada es ahora un trajín de entregas y devoluciones de voluminosos paquetes (muchos de ellos con ropa procedente de China), certificados de Hacienda, multas de la DGT, recibos de luz y notificaciones médicas. Las cartas de enamorados y los 'christmas' que algún nostálgico sigue mandando son ya «residuales». «El 80% de toda la correspondencia es de bancos, operadores de telefonía, compañías eléctricas y de gas, y algo de publicidad», detalla José García, director de la oficina de Correos de Teba.

A la vez que se adaptaba a estos nuevos hábitos sociales y la tecnología avanzaba, Correos ha ido incorporando en estos últimos años nuevos servicios para acercar sus oficinas a pequeños núcleos que se desangran en habitantes. Una despoblación que priva a los pocos residentes que permanecen, en su mayoría de avanzada edad, de algo tan básico como una sucursal bancaria en la que poder abonar sus recibos o sacar dinero para sus gastos básicos.

Por eso, los carteros rurales además de entregar el correo postal ordinario, certificado o urgente, posibilitan la realización de trámites cotidianos a los vecinos. Pueden realizar operaciones antes impensables como recibir dinero en efectivo en el domicilio con el cartero «previa comunicación a su entidad bancaria», explica García quien precisa que esto es posible siempre y cuando el cliente trabaje con uno de los bancos que tiene acuerdo con Correos. Y todo ello gracias a la incorporación de la PDA.

Estos dispositivos portátiles permiten el pago de impuestos o la compra de un billete de tren. «La PDA lee el código de barras del impuesto o recibo que tengan que pagar y a continuación se admite el pago, que puede hacerse también con tarjeta. Tras introducir un correo electrónico, se obtiene el resguardo», aclara Bareas. «Aunque al principio pudo levantar algún recelo entre los más mayores, ellos confían plenamente en nosotros y con el tiempo han comprobado la sencillez y efectividad del trámite. Tanto es así que cuando nos vamos de vacaciones prefieren esperar a que volvamos para hacer con nosotros cualquier gestión».

Juan Antonio Bareas es uno de los 102 carteros rurales de la provincia de Málaga, que acercan desde hace unos años las oficinas de Correos a quienes viven alejados de entornos urbanos. Tras aprobar el concurso oposición en 2001 fue destinado a Madrid; también trabajó varios veranos en Córdoba. Sabe lo que es repartir cartas en una ciudad y pese a sus ventajas, no cambia el entorno rural por nada. Recuerda que su paso por la capital fue un reto personal y laboral. «No conocía Madrid, pero todo estaba tan bien indicado que al final resultó más sencillo de lo esperado. «Todas las calles estaban bien señalizadas, los buzones identificados e, incluso, los porteros de los bloques te cogían el correo y ellos se encargaban de distribuirlo entre los vecinos. Sin embargo, cuando llegué a este destino rural, me costó acostumbrarme a domicilios sin numerar, calles sin denominación y destinatarios a los que se les conoce solo por el mote», recalca.

Eva Rendón es cartera de Serrato, al igual que lo fue su padre y su madre, que lo sustituyó cuando se jubiló. SUR

Como él, Eva Rendón (Serrato, 1966) conoce bien el oficio. Lleva 30 años llevándole noticias en sobres a sus vecinos de Serrato, aunque mucho antes ya lo hacía cuando su padre, también cartero rural, le dejaba alguna carta para que se la entregara a su destinatario. También se dedica a esta profesión su hermano y durante unos años, tras jubilarse su padre y aprobar el examen de acceso, lo hizo su madre. Sin embargo, tanto Eva como el cartero rural de Cartaojal coinciden en que antes «casi nadie quería dedicarse a esto».

A sus 56 años ha visto la evolución de una sociedad que ha pasado de esperar con alegría al cartero rural, al que ansiaban ver porque traía noticias de la familia o el cobro de las pensiones no contributivas, que antiguamente llegaban por Correo, a recibirlo con escepticismo cuando llega con una carta certificada de la Agencia Tributaria o la más que probable sanción si quien firma es Tráfico.

En su pueblo, la conocen como 'la Eva del correo'. Con anterioridad, su padre fue 'Dieguito el correo' y su madre 'Anita la del correo'. Una familia que se ha adaptado a las novedades que ha traído consigo la tecnología, pero que en su ADN conserva recuerdos impagables del oficio, como cuando la correspondencia llegaba de Setenil a mediodía y había que repartirla por las tardes o cuando alguna vecina acudía a su madre para que le redactara la carta para mandarla a un familiar.

Es una más en su pueblo, en quien confían hasta el punto de no enviar ningún paquete si Eva no está. «Recuerdo que tuve que entregar una carta certificada y la destinataria no encontraba el DNI. Acabé buscándolo con ella durante media hora y tras encontrarlo y entregarle la carta, me pidió que se la leyera. «Me conocen desde que nací y ese vínculo que se crea con los años es especial».

Dice que los nuevos tiempos obligan a renovarse o morir y que las nuevas funcionalidades que permite la PDA ha hecho la vida más fácil a los vecinos. «Quizá para nosotros es algo más entretenido que antes que apuntábamos cada operación en un libro, pero en cambio se agiliza el trabajo de clasificación y el balance de la jornada al llegar a la oficina».

Pero Eva asegura que hay cosas que nunca cambian. En Serrato no es famoso el turrón que llega por Navidad, sino el bacalao que cada Semana Santa le envía un familiar a una vecina de este municipio de la Serranía de Ronda. «Todos los años se entera el pueblo entero de que ha llegado el paquete de su hermana que vive en Barcelona, porque aunque lo empaqueta bien llega chorreando y huele por donde pasa», bromea esta cartera, quien subraya que hay costumbres que no tienen precio, aunque actualmente pueda costar más el envío que el producto que transporta.

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