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Martes, calle Bolsa. Un camarero advierte a otro de que tiene compañía debajo de las mesas. En efecto, es una rata. No muy lejos de allí, en Sancha de Lara, dos viandantes divisan otra que corre a esconderse en una alcantarilla.
En Lagunillas y Cobertizo del Conde, a pocos kilómetros, la situación sigue desmadrada, y muchas de ellas campan a sus anchas «ya ni se asustan de las personas», advierte un lector con cierta indignación.
El problema del centro, que colea desde la pasada primavera, tiene una repercusión negativa inesperada: se extiende hacia el este de la ciudad. Así lo expone un hostelero importante de la zona, que prefiere no decir su nombre: «Combatimos mucho con este tipo de roedores, que ya parece que se mueven en grupo, son una absoluta plaga que nos perjudica a nivel salubridad pero también en imagen», asegura.
«Hay ratas de dimensiones exageradas. Muchas de ellas, como ya se denunció en este periódico comparten platos de comida al mismo tiempo que comen los gatos; ratas que permiten la cercanía con el ser humano al estar acostumbradas a ser alimentadas por personas», explica un vecino de la calle Peregrino, en la que parece que disminuía el problema y ha vuelto a causar sobresaltos a los residentes de la zona.
Se sorprendieron ayer los vecinos de Echevarría de El Palo cuando sobre las 13.00 horas un árbol se desplomó e hirió a un viandante que afortunadamente salió airoso del percance. El soplo del fuerte viento que azotaba la capital también dejó algunas ramas de otros árboles en el suelo, no solo en el este, también en la avenida Doctor Marañón, cerca de las instalaciones de este periódico. Cabe la duda razonable de si muchos de estos árboles se encuentran saneados o si están preparados para este tipo de rachas de viento que, aunque no sean habituales, pueden causar estragos.
Al igual que ocurría con la denuncia el mes pasado en la urbanización San José de la calle Papiro, en el Camino de Casabermeja, no muy lejos de allí, ocurre lo mismo. La situación es paradójica y muchos podrían tildarla de cómica, ya que debajo de un cartel colocado y firmado por el Ayuntamiento de Málaga que prohibe dejar escombros bajo multa de 3.000 euros, hay una gran cantidad de desperdicios, por supuesto escombros, y otro tipo de basuras, además de pintadas que hacen de ese tramo un espacio un poco hostil.
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