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Un grupo de mayoristas contempla el género antes de que se abran las puertas a los minoristas, a las cinco de la mañana Salvador Salas

Mercamálaga aumenta sus ventas de pescado un 30% durante el verano

La temporada alta turística eleva el consumo sobre todo de mariscos, a los que siguen boquerones y sardinas

Sábado, 7 de septiembre 2024, 00:20

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Para la mayoría de los malagueños el pescado es mucho más que un simple alimento. Marca un estilo de vida. En ningún lugar esta sensación se percibe mejor que en Mercamálaga, el mayor mercado de pescado que hay en la provincia. En verano las ventas ascienden hasta un 30%. Los meses de junio, julio y agosto son la temporada alta para los chiringuitos y el negocio con la compra y venta de todo tipo de especies florece. Por si alguien se pregunta cuál es el producto más solicitado, aquí un adelanto. Lo que más salida tiene en Mercamálaga es el triángulo del molusco bivalvo: concha fina, mejillón y almeja. Si se deja de lado el marisco, aparecen el boquerón, la sardina y la bacaladilla.

Un viaje a Mercamálaga es una inmersión al estómago del mar. Hacerlo en mitad de la noche, antes de que suene la sirena que indica la apertura de puertas, es asistir a un caos organizado y a una serie de gestos y movimientos que representa a la idiosincrasia más malagueña. Los costumbrismos aquí huelen a mar y los productos se promocionan a viva voz. Si alguien busca a personajes para un documental, aquí habitan a puñados. Todo está marcado y rodeado por los tesoros que salen del mar.

Los pasillos de Mercamálaga son un caos organizado, donde el folclore convive con el negocio puro y duro

Mercamálaga es uno de los mayores mercados de mayoristas de Andalucía. Empieza a funcionar cuando el resto de la ciudad todavía duerme. Es un gran cámara de proteína de la que han salido en lo que va de año más de 15.000 toneladas de pescado fresco y más de 2.000 toneladas de pescado congelado. Es una enorme tarima de la cultura alimentaria de Málaga. Unas 1.300 personas trabajan aquí. Pepe Jiménez es uno del gremio. Junto con su hermano Rafael dirige Ravidepa. Con sus 58 años ocupa un asiento importante en la cadena de la distribución del pescado, ahí donde se encuentra la oferta de los pescadores con las empresas que trabajan la materia. Pescaderías, chiringuitos y hoteles se sirven aquí a diario.

En datos

  • 30% El dato que hace referencia a la subida del pescado que sale de Mercamálaga durante los meses de junio, julio y agosto por el incremento de consumo.

  • 82% El dato que corresponde al pescado fresco que se vende en Mercamálaga. El resto es pescado congelado, que es la menor parte.

  • 5:00 Hora de apertura de Mercamálaga para los minoristas. El trabajo de los mayoristas comienza mucho antes, cuando la ciudad aún duerme.

Pepe, que es una representación del arquetipo de hombre de antaño, que no tiene pinta de desfallecer pronto, es un eslabón imprescindible. Una conexión entre los puertos y las cocinas de Málaga. Compra para revender el producto y siente las crisis cuando se producen en las dos terminaciones de la cadena. Es un profesional que lleva más de 30 años en el mismo lugar. Ha visto cómo las crisis van y vienen. «Todo es cíclico», suelta una mueca mientras coloca bien dos sacos hasta arriba de conchas finas y luego los golpea con sus manos del tamaño de una sartén pequeña. «Están muy caras, a 17 euros el kilo», admite.

Lo que permanece inamovible es un horario que obliga a vivir en un mundo invertido. Cuando la gente duerme, los trabajadores de Mercamálaga están en la brega. Cuando la mayoría pide la tostada y el café para desayunar, en los bares de aquí ya se ven a hombres bebiendo cañas. Para Pepe, Mercamálaga es también algo parecido a un hogar. «No podría explicar por qué me siento tan cómodo aquí», asegura. Levanta la vista y hace un barrido visual por la nave. «Aquí me he convertido en quien soy».

El aquí ahora parece un laberinto muy concurrido. Queda media hora para que sean las cinco y suene la sirena. A las nueve, como muy tarde, los negocios ya se han hecho y comienza la retirada. Entre medias, el bullicio impone su ley. Una armada de pequeñas furgonetas ya espera en fila delante de la nave. Dentro se filetea el pescado y se ronquean atunes. Es un espectáculo por el que incluso se podría cobrar entrada. Para ser una atracción turística quizá haya demasiada humedad y sobra estrechura. El madrugón que uno tiene que pegarse tampoco es muy cristiano.

Mercamálaga también es un cofre del tesoro con productos nunca probados y criaturas jamás imaginadas

Hay cajas de poliestireno que llegan hasta el techo, cartones de papel, tinas de metal y grandes féretros de hielo. Mercamálaga también es un cofre del tesoro con productos nunca probados y criaturas jamás imaginadas. Hay conchas tan grandes como un plato sopero, pescados tan plateados como el papel de aluminio y otros con ojos como Liza Minnelli. Pirámides de pulpos y atunes tan redondos como toneles de vino. Para el ronqueo se utilizan cuchillos que recuerdan a la espada de San Jorge. El sobrino de Pepe, encargado de esta tarea, tiene unos bíceps como Popeye. Cada corte es una ciencia. Una incisión equivocada pone en riesgo una fortuna.

Más imágenes del interior de Mercamálaga. Salvador Salas
Imagen principal - Más imágenes del interior de Mercamálaga.
Imagen secundaria 1 - Más imágenes del interior de Mercamálaga.
Imagen secundaria 2 - Más imágenes del interior de Mercamálaga.

No todo es tan romántico e idílico como parece. Es lo que indica Raúl Alvarado. «Empecé en el pescado con 14 años», se presenta. La sobrepesca y las existencias menguantes afectarían al negocio. Quizá, por eso de la percepción exterior, sería una temática a esquivar. Pero Raúl le tendría demasiado cariño al negocio como para andar con tonterías. «La situación no es de color rosa precisamente», reitera. Muchas veces daría lo justo para sobrevivir. «No descubro nada si digo que el verano y la Navidad son las fechas más importantes para nosotros», concluye.

La contabilidad de Mercamálaga habla de un estancamiento. Este verano se ha vendido un 0,3% más que el año pasado. Eso sí, en un contexto de encarecimiento de la mercancía. El 82,83% corresponde al pescado fresco, 8,09% al marisco fresco, 4,90% al pescado congelado y 4,18 al marisco congelado.

Ya no son las cinco y sí las seis. También es la hora punta en el puesto de Alejandro Escobedo, que trabaja con marisco vivo. El ser humano se siente atraído por lo bello, pero lo que aparentemente no lo es sabe mejor. Un pez de un acuario es incomible. Una ostra de Escobedo es una delicadeza. Mercamálaga es un enorme escaparate de la vida marina. La industria de la alimentación se mezcla con elementos de folclore y costumbrismo. Cada cierto tiempo se deja caer un medio de comunicación.

Amanecer

Los primeros rayos del sol se dejan notar y aclaran el interior de la nave. Los compradores inspeccionan el pescado de los mayoristas con lupa, se quejan de los altos precios y quieren regatear. Apenas hay margen para ello. Mucho de lo que se ve ya está vendido por encargo. La demanda de hielo es enorme. Una pequeña fábrica dentro del propio recinto cubre esta necesidad. Con el paso de las horas baja la marea y se reduce la actividad. Algunos intermediarios se sientan por primera vez y se ven largos bostezos. La facturación del día se comprueba con la ayuda de calculadoras.

El día de Pepe, como el de los demás, empieza siempre de noche, cuando Málaga aún duerme. A nadie le extraña que haya problemas con el relevo generacional. Pepe dice que aquí ya se queda. En esta nave húmeda es feliz.

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