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El próximo 20 de marzo debería ser un día de fiesta para Manuel Ramos y toda su familia. En circunstancias normales, este hostelero del Centro ... habría organizado una buena celebración para celebrar que su restaurante cumplía medio siglo de existencia. Pero el Covid se lo ha impedido. La Málaga de las mil tabernas se ha despertado hoy triste y un poco más huérfana por el cierre del Cortijo de Pepe, un mesón histórico que se ha convertido en la última víctima del coronavirus en la ciudad.
La histórica taberna, situada en la céntrica plaza de la Merced, cierra por los problemas económicos sobrevenidos a consecuencia de la pandemia, que no le ha permitido ni despedirse de sus clientes. La última víctima del Covid formaba parte del imaginario colectivo de la ciudad y no ha sido capaz de resistir ni a la fuerte bajada de las ventas ni a las numerosas trabas impuestas al sector desde el inicio de la pandemia.
El establecimiento abrió sus puertas el 20 de marzo de 1971, y desde el primer momento se hizo con los favores de una clientela que le ha sido fiel hasta el último suspiro. Cortijo de Pepe fue abierto por el exfutbolista del Málaga José Portales Úbeda, quien previamente había estado trabajando en el bar Cenachero tras retirarse del deporte profesional. Según se publicó en el periódico de la época el mismo día de su inauguración, el local, «artística y típicamente decorado, ofreció un magnífico aspecto y su propietario atendió con su proverbial simpatía a cuantos invitados asistieron».
Tras la jubilación de José Portales, Cortijo de Pepe pasó a manos de Manuel Ramos Benítez, que se hizo con su gestión en el año 1982. Fue una transición dulce, ya que este profesional llevaba bastante tiempo trabajando en el local y conocía a la perfección tanto el funcionamiento del restaurante como las necesidades de la clientela de la época.
En esta última etapa, el negocio estaba en manos de Manuel Ramos hijo, segunda generación de esta familia de hosteleros. En el momento del cierre, el establecimiento contaba con 14 trabajadores fijos que también se han convertido en víctimas del virus.
Sin apenas palabras, Manuel, que no quiere ningún protagonismo ni fotos de despedida, asegura estar viviendo un duelo. Y no son solo palabras, porque se le nota en el gesto, en la mirada. Mientras recoge las últimas cajas que le quedan en el establecimiento, recuerda que entre esas cuatro paredes ha transcurrido toda su vida y la de su familia. Tanto que no es capaz ni de recordar el año en el que entró a trabajar para ayudar a su padre. «Siempre he estado aquí; desde que tengo uso de razón», confiesa.
Sin entrar en detalles, lamenta que las administraciones no están haciendo nada para salvar a los empresarios del país, que están siendo los grandes damnificados de esta pandemia. En su caso, como en el de tantos hosteleros de la ciudad, no ha recibido ni un solo euro de ayuda, una circunstancia que le ha llevado a la bancarrota tanto económica como moralmente.
Pese a encontrarse en una calle eminentemente turística, Cortijo de Pepe nunca ha destacado por su clientela extranjera. Su amplia carta y buenos precios lo habían convertido en lugar de peregrinación para malagueños y amigos de toda Andalucía. Paradójicamente, el cierre se ha producido tras haber despedido en 2019 el mejor año de su historia, pero las limitaciones de aforo y de horario se lo han llevado para siempre.
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