

Secciones
Servicios
Destacamos
Es un claro ejemplo, a la fuerza, del tópico 'renovarse o morir'. El coronavirus le ha dado de lleno profesionalmente a Chicho Marín, responsable de una empresa de catering, que ha tenido que dejar de lado su negocio y buscar otras opciones. Pero afronta la situación con optimismo y también mostrando su lado más solidario ahora que son tantos los que necesitan ayuda por la crisis sanitaria.
–Pregunta obligada: ¿Cómo está viviendo este atípico verano?
–Ante todo, con positividad e intentando trasladar un mensaje de ánimo, porque de esta saldremos adelante, estoy convencido. Y reinventándome, porque este año más que nunca hay que adaptarse a las circunstancias y buscar otras opciones, es necesario salir de la zona de confort.
–¿Renovarse o morir, no?
–Totalmente. Aunque suene a tópico, pero es la verdad. Mi mundo se cayó entero de la noche a la mañana, así que hay que seguir luchando, ahora más que nunca. Un día un amigo me dijo: 'Hay que hibernar económicamente, pero no socialmente'. Son tiempos de acordarse de los que peor lo tienen, y eso intento hacer yo. Después de las dos primeras semanas duras del confinamiento decidí que tenía que hacer algo. Empecé colaborando con la ONGBisturí Solidario, del doctor César Ramírez, transportando en mi furgoneta trajes EPI donde me decían que los llevaran. Fueron tres semanas de un trabajo muy duro pero a la vez muy bonito. Me sirvió para ver una parte de Málaga muy profunda y necesitada que desconocía, y al acabar decidí que no podía quedarme parado. Como teníamos un excedente de la organización de VerbeRett (evento en el que participa en la organización), optamos por donarlo para la compra de alimentos. Mi amigo Juande Villena se apuntó a acompañarme y un día visitando el Banco de Alimentos de Ciudad Jardín, su responsable, Manolo Ramos, nos comentó que en esta crisis los grandes olvidados eran los niños. De ahí surgió la Operación Potito. Fueron otras semanas muy intensas pero muy gratificantes: logramos recoger unos 20.000 potitos, la respuesta fue muy buena.
–Y después ideó Escuela de calor, ... ¿Qué tal la acogida?
–Estamos muy contentos. Con esta crisis, el ocio nocturno ha sido demonizado y son muchos los grupos locales que se han quedado sin trabajo, sin sitios donde actuar. Hace un tiempo me llamaron del Club Hípico El Pinar para iniciar un proyecto de colaboración y pensé que podía ser el marco perfecto para poner en marcha un proyecto original y adaptado las circunstancias del coronavirus, como es disfrutar de una terraza de verano con música y gastronomía en directo. Cada fin de semana un centenar de personas, aproximadamente, viene para oír a los distintos grupos de versiones que reunimos. Me gustaría poder crear una marca atemporal de 'Escuela de calor', que tuviera continuidad si la situación lo permite. De momento seguimos en agosto, y con algunas novedades puntuales. Por ejemplo, en lo que sería la semana de Feria vamos a darle un toque flamenco, así que vendrán a actuar Encarni Navarro, Luna de Plata o Saavedra. Cada día me escriben varias bandas para interesarse por lo que hacemos. Desgraciadamente, muchos son grupos que otras veces han colaborado desinteresadamente en eventos y sin embargo ahora poca gente se acuerda de ellos.
–Lo cierto es que pese a todo no para, por suerte...
–No me puedo quejar, afortunadamente. Cuando has trabajado duro y bien la gente se acuerda de ti y te llama. Llevaba un año redondo antes de que estallara esto: formé parte del catering que se sirvió en los Goya, también en el de la Copa de España de fútbol-sala, estaba dando forma a un proyecto nuevo para la cafetería del Palacio de Deportes, pero...
–¿Qué lección ha aprendido del confinamiento?
– Que hay que apoyarse más que nunca unos a otros, incluso a tu competencia. Y también de que hay que acordarse de los demás. No sólo de manera material, porque a veces una simple llamada, o un mensaje, hacen y sirven para mucho. Hay que valorar la amistad y todo lo que se posee.
–¿Cree que su sector ha sido uno de los grandes damnificados por el coronavirus?
– Sin duda, el ocio es uno de los más dañados por la pandemia, y especialmente las discotecas.... Si no se quiere que cierren tan tarde, ¿por qué no se les da alternativas? Por ejemplo, que pudieran abrir ya por la tarde. El ocio es necesario, pero hay que adaptarse. Nadie estaba preparado para la pandemia, ni el Gobierno ni por supuesto los profesores; nadie estaba formado para poder afrontar una crisis así, pero hay que dejar las críticas a un lado y sumar entre todos para avanzar.
–Cambiando de tercio, ¿qué otro verano le ha marcado, por el motivo que sea?
– Lo tengo claro: el de antes de empezar la Universidad, ese verano te marca, es el de tu vida. El mío fue el de 1984. Se respiraba libertad ante todo, disfrutamos como nunca: íbamos a la playa de El Candado cuando no era tan accesible y luego a Baluma, Carambuco... Mi hijo está en esa edad y le ha pillado en estado de alarma; me da pena, pero ya vendrán tiempos mejores: Hay que sacarle partido a lo que hay, y lo que no hay ya vendrá.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.