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Miembros de la dotación del Tagomago, a su regreso al Puerto de Málaga. Fotos: Ñito Salas | Vídeo: Dani Maldonado

A bordo del Tagomago: el guardián de Málaga

El patrullero P-22 es el único buque de la Armada con puerto base en Málaga y el único activo después de haber sido atacado con fuego real en el banco pesquero sahariano

Domingo, 19 de marzo 2023, 00:35

Sopla viento suave de noroeste en una mañana donde la calima emborrona un amanecer prometedor a bordo del patrullero Tagomago, el único barco de la Armada con puerto base en Málaga desde julio de 2012. Los 11 grados que marcan los termómetros de la ciudad se acusan al llegar al muelle 8, adonde este buque cambió su atraque desde la dársena del marqués de Guadiaro por las obras que se realizaron para transformarla en una marina de yates. Su presencia en la ciudad permanece, pero ha perdido visibilidad. Ya no son objeto de las curiosas miradas de los turistas y transeúntes del Muelle Uno. Ahora gozan de buena vecindad con los pocos barcos pesqueros que a esas horas ya regresan de faenar entre un enjambre ensordecedor de gaviotas.

Por delante, una jornada de 80 millas en dirección a Gibraltar, con hora prevista de regreso al ocaso. La mar está en calma después de una semana con duro temporal de levante. La previsión es que no se supere el medio metro de olas. Son las 8.00 horas y desde hace algunos minutos la dotación aguarda firme en sus posiciones: «Tagomago, señores a la bandera, señores a la bandera, frente a popa», ordenan desde el puente de mando, para a continuación, con extrema solemnidad, izar la bandera de España mientras suena el himno de fondo.

A partir de ese momento, toda la dotación se pone a trabajar y a realizar las comprobaciones rutinarias de equipos y sistemas para que no haya ninguna limitación que afecte a la seguridad. «El procedimiento operativo del buque es una hora, pero en 40 minutos podríamos estar listos, depende de la urgencia», advierte José Antonio Parejo Cabezas (Don Benito, 1985), que en julio de 2022 asumió el mando del Tagomago por un año. En cuatro meses, cambiará de comandante. Será Víctor Moya Abarca, que llegará procedente de la Fragata Victoria, a donde irá probablemente Parejo Cabezas para acudir en octubre a una nueva misión en Somalia.

Momento de izar la bandera antes de iniciar la singladura. Ñito Salas

Desde muy joven, a Parejo Cabezas siempre le atrajo la Armada, tanto que dejó los estudios de Física para embarcarse en el proyecto de su vida. «Tenía 22 años y estaba en la edad límite para ingresar. Siempre me gustó viajar y sentí que era el mejor sitio para conocer mundo», confiesa este teniente de navío que tras su paso por la Escuela Naval de Marín (Pontevedra) recibió el Real Despacho de Alférez de Navío en 2012, siendo el número uno de la 412.º promoción del Cuerpo General de la Armada. Ha estado destinado en la Marina alemana y ha participado en diversas operaciones de mantenimiento de la paz, como Atalanta y Sophia. Casado y con dos hijos, no se arrepiente de la decisión que tomó, aunque no oculta los sacrificios personales y familiares que conlleva. «Implica, por ejemplo, no poder ir a la boda de tu hermana y casi no ver nacer a tu hijo», recuerda el comandante, que aprovechó una escala de 12 días en Catania durante la misión Sophia, para acudir al parto. «Al final, tuvieron que inducírselo porque si no, regresaba sin conocerlo», asegura.

El Tagomago es uno de los diez patrulleros de la clase 'Anaga' diseñados para la vigilancia de costas, pesca y salvamento marítimo

Ahora, cuando apenas faltan cuatro meses para cerrar esta etapa en el Tagomago, Parejo Cabezas admite orgulloso que personalmente se llevará 30 «compañeros» (en total, tres oficiales, cinco suboficiales y el resto tropa y marinería), «que prácticamente son familia». Es la dotación actual de este barco, que cuenta con una mujer a bordo, marinera de Puente, actualmente comisionada de forma voluntaria en el buque Juan Sebastián Elcano en un crucero de instrucción. «Puede decirse que ha sido la convivencia más importante que yo he tenido durante mis años en la Armada. Profesionalmente me llevo la experiencia de haber mandado un patrullero de la clase Anaga, siendo el primer mando que se ejerce y en el que de todo se aprende. Además, estrechas unos nexos de unión muy importantes con cofradías y demás instituciones de la ciudad».

El teniente de navío José Antonio Parejo Cabezas es el comandante actual del patrullero. Ñito Salas

El Tagomago tiene 44,26 metros de eslora, 6,60 de manga y 3,3 de calado, capaz de alcanzar una velocidad máxima sostenida de 15 o 16 nudos «y, a diferencia de lo que pudiera pensarse, su consumo apenas se eleva a los 2.000 litros de combustible al día», precisa. Tiene autonomía para una semana de navegación, aunque su limitación no es tanto por el combustible, sino por los víveres y el agua que pueden llevar a bordo, ya que carecen de potabilizadora. Asimismo, están capacitados para realizar operaciones de trasbordo de pesos muy ligeros, remolques a otros buques y aprovisionamiento vertical con helicópteros.

Este barco es uno de los diez patrulleros (sobreviven solo tres) diseñados especialmente para el servicio de vigilancia de costas, pesca y salvamento en caso de naufragio o accidentes en la mar. Cada uno de ellos lleva el nombre de una isla o islote de la costa española, como es el caso de éste cuya denominación corresponde a uno situado al noreste de la isla de Ibiza. Construidos por la Empresa Nacional Bazán (ahora IZAR) y entregado a la Armada el 30 de enero de 1981 en sus astilleros de San Fernando (Cádiz), actualmente, está integrado en la Fuerza de Acción Marítima (FAM), que dentro de la Flota, está formada por un conjunto de unidades que tienen como objetivo prepararse para proteger los intereses marítimos nacionales y controlar los espacios de soberanía nacional. En esa labor entraría la protección de zonas de especial conservación que lleva a cabo el Tagomago, desde Almería hasta Huelva, evitando el uso de artes de pesca indebidos, que faenen sin permiso pesqueros extranjeros en aguas españolas o que fondeen en ellas sin autorización buques con bandera de otros países. Pero también está entre sus cometidos auxiliar pesqueros sin gobierno o dar aviso a las autoridades en caso de avistar alguna patera en el Estrecho, «asegurando la cooperación permanente con los diversos organismos de la Administración con competencias en el ámbito marítimo, lo que constituye la contribución de la Armada a la acción del Estado en la mar», subrayan.

En la actualidad, es el único buque de la Armada que habiendo sido atacado y recibido fuego permanece en activo. Una placa en el puente de mando recuerda aquel episodio «trascendente» de su historia cuando fue ametrallado en el Banco Sahariano. El 21 de septiembre de 1985, cuando buscaba al pesquero 'Junquito', recibió 48 impactos de entre 12,7 y 106 mm desde la costa. En el ataque falleció un cabo segundo y hubo varios heridos a bordo. Para repeler aquella agresión utilizó su armamento principal, que es un cañón semiautomático Mk22 de 3 pulgadas (76,2/50mm) situado a proa, procedente de la llamada 'Ayuda americana', apuntado manualmente en elevación y azimut (ángulo usado para conocer la orientación de algo calculado desde el norte geográfico), no estabilizado y con una cadencia de tiro de 15 a 20 disparos por minuto. A popa, monta un cañón automático Oerlikon, modelo 5-TG 20/120 mm alimentado por petacas de 20 proyectiles, con una cadencia de tiro práctica de 280 disparos por minuto.

La dotación recrea situaciones reales con adiestramientos periódicos. Ñito Salas

Pese a aquella batalla y los años a sus espaldas, su comandante defiende que está en buena forma, que es un barco «duro», que aguanta «todo tipo de condiciones de mar». «Esta plataforma puede ser probablemente la que más se mueva de toda la Armada, pero recupera muy pronto la escora. Yo he llegado a volar en mi camarote», recuerda. Sin embargo, reconoce que es de los «mejores barcos» para mandar de teniente de navío, no sólo porque son mayores, sino también por las misiones que realiza y por la dotación. «No es una fragata, pero con respecto al resto de patrulleros, son los más sofisticados», presume.

Las navegaciones habituales del Tagomago son entre cinco y siete días, una vez al mes, y aunque están enfocadas principalmente a la vigilancia marítima, también desarrollan otras en las que presta su colaboración. El adiestramiento es constante. «El sudor en el adiestramiento evita sangre en el combate. Entrénate como luchas, lucha como entrenas», recalca. En este caso, es a dos fragatas que están realizando su certificación operativa en el Mar de Alborán. «Adicionalmente a esta colaboración, y aprovechando que podemos realizar adiestramientos internos que son compatibles con la misión del día de hoy, haremos una serie de ejercicios con el objeto de aumentar el nivel de adiestramiento de la dotación», adelanta el comandante.

La primera misión es salir de puerto por una canal dragada, recreando seguir una ruta que esté limpia de amenazas. Ya en plena navegación, el siguiente ejercicio comienza con el grito de: ¡Hombre al agua! A continuación, la dotación reacciona y un miembro de la misma iza la bandera 'Oscar' (los nombres de las banderas están asociados a la nomenclatura del alfabeto internacional de radio y cada uno de ellos tiene un significado inequívoco) para alertar al resto de buques de la caída, en este caso, un muñeco hinchable. Mientras, en el puente de mando tocan seis veces la bocina y un marinero, pertrechado con un traje de buzo, se lanza al rescate. Ambos son recogidos y devueltos al Tagomago en lancha.

Uno de los ejercicios fue simular la caída accidental al mar de un miembro de la dotación. Ñito Salas

Antes del siguiente ejercicio, la dotación repone fuerzas. SUR acompaña al comandante en una reducida y sala de oficiales, presidida por una foto del rey Felipe VI. En sus paredes cuelgan, además de numerosas metopas entregadas por otros barcos, una imagen de la Virgen de la Soledad de Mena, que firma Revello de Toro, con la que simboliza su vínculo con Málaga. De menú, tortilla de patatas y brocheta de carne, con un yogur de postre, que sale de un presupuesto de 8,79 euros por persona y día.

La seguridad interior centra las siguientes maniobras de adiestramiento. «Básicamente, es la lucha contra los incendios, inundaciones o cualquier eventualidad que pueda presentarse a bordo. ¿Por qué? Porque al final, cuando estás en la mar, los bomberos de la vida civil es la propia dotación del buque», explica el comandante. En este caso, el ejercicio recrea que hay fuego a bordo de medianas proporciones y en situación operativa de zafarrancho de combate, ante el que toda la dotación asume el puesto y la labor que tiene que desempeñar en la valoración del suceso, su extinción y posterior vigilancia.

La última parte del día y antes de poner rumbo de nuevo al Puerto de Málaga, el Tagomago lleva a cabo una colaboración con dos fragatas, en las que asume su papel de patrullero de la fuerza oponente. «En este caso, las dos fragatas tienen como objetivo para lograr su certificación trabajar para localizarnos y obtener una identificación positiva del buque, es decir, que efectivamente es el que está buscando, para posteriormente combatirlo mediante el uso de misiles superficie-superficie».

El comandante, con miembros de la dotación, en el puente de mando. Ñito Salas

De regreso a puerto, la costa se visualiza con claridad. La calima se ha disipado casi en su totalidad. Son las 20.00 horas. Acabada la jornada, llega el arriado solemne de bandera y el patrullero Tagomago como el resto de buques de la Armada llama a la dotación. «Ha sido el ocaso. Atención, oración». La plegaria reza: «Tú que dispones de viento y mar, haces la calma, la tempestad. Ten de nosotros, Señor, piedad; piedad, Señor; Señor, piedad». Los altavoces enmudecen y el frenético ritmo se ralentiza. El comandante se despide con el anuncio inesperado de un día libre a la dotación, que lo celebra con compostura militar. Sus rostros lo dicen todo.

Dos malagueños a bordo

Natural del barrio de Campanillas, a Antonio Muñoz siempre le gustaron las fuerzas armadas, especialmente la Armada. Estudió un grado superior de administración y finanzas y sus primeros pasos los dio en la sociedad civil influenciado en gran medida por la familia. «Mi madre me disuadía constantemente aterrada porque me mandaran a alguna guerra», recuerda este marinero. Sin embargo, en la Armada vio un camino para promocionar que no encontró en la sociedad civil. «Aquí he encontrado una estabilidad laboral que no logré nunca fuera, a pesar de que adquirí gran experiencia en los distintas empresas en las que trabajé», se lamenta Muñoz, cuyo primer destino ha sido en su propia ciudad a bordo del Tagomago. «He tenido mucha suerte, luego ya vendrán los llantos», bromea el malagueño.

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