Un malagueño en la fórmula uno del aire
Camilo Benito, ingeniero en Google, ha quedado subcampeón con España en el mundial de este deporte extremo, que para él es su gran pasión
El ruidoso crujido de un motor se acerca, el avión blanco lleno de pegatinas atraviesa a toda pastilla el cielo, vuelca para un lado y luego traza un gran bucle. 'Looping', en el argot de los pilotos. Una estela blanca dibuja el recorrido de Camilo Benito. Si entre semana su oficina es la de un ingeniero de Virustotal, la división de seguridad informática que dirige Bernardo Quintero en Málaga, el puesto de mando en el que está sentado ahora es el que corresponde al cockpit de un Extra 330 SC, un pequeño avión con 315 caballos de potencia. Suficiente para contar con el empuje y la movilidad necesaria para realizar las figuras más inverosímiles. Velocidad punta, 350 kilómetros por hora.
Cada vez que Camilo, 38 años, toca tierra otra vez, se abre la cremallera del mono y aparece con rostro sudoroso, marcado por el desgaste físico que le produce cada nuevo baile con las fuerzas G. A veces, no sabe muy bien lo que exige más este deporte: tener un cuerpo de atleta o la fuerza mental de un prodigio del ajedrez. Seguramente, una mezcla de ambas.
Desde el aire, el avión parecía diminuto. Pero sobre la pista también lo parece y recuerda a una lata con alas. Camilo cuenta cómo llegó a este exótico deporte. Volar nunca fue para él una vocación. Ni se ha criado cerca de un aeródromo ni viene de una estirpe de grandes pilotos.
«Yo en ningún momento me llegué a plantear el vuelo acrobático como deporte», recuerda. Su primera aproximación a este mundo fue más bien teórica. Antes de fichar por Google, desarrollaba simuladores de vuelo para escuelas de piloto. «Volar para mí siempre era algo que estaba reservado a personas selectas, con recursos económicos. Pero, en una de estas escuelas, alguien me preguntó si quería volar», expone. Su experiencia con los simuladores le ayudó a sacarse la licencia de piloto privado. La curiosidad y el afán por ver dónde están y empujar los límites le llevó al vuelo acrobático.
Este deporte, que se podría llamar minoritario dentro los deportes minoritarios, no se practica en Málaga. En Madrid hay una única escuela de vuelo, pero cada hora de vuelo cuesta un capital. Camilo, animado por un compañero, recurrió para su formación a Francia, un país con mucha tradición en el vuelo acrobático, que cuenta con una amplia flota de aviones. Este 'hobby', que para Camilo ya es su gran pasión nunca será un deporte barato. Pero Francia era más asequible. Hubo un tiempo en el que este ingeniero informático se desplazaba al país vecino, una vez al mes, y para estancias de una semana. Algo que pudo compaginar gracias a trabajar en una compañía que demanda profesionalidad y buen hacer a los suyos, pero que también les otorga la suficiente confianza como para organizarse con flexibilidad.
«Ahí me entró en vena como el veneno», sentencia Camilo sin dudar. De eso hace apenas siete años. La progresión de este malagueño de adopción, que nació en Colombia y vino de pequeño con sus padres, ha sido tan veloz como apabullante. Hasta el punto de ser uno de los seis pilotos que representaron a España en el campeonato del mundo que se celebró recientemente en Polonia. El subcampeonato obtenido, por detrás de Francia, pero quedando delante de Estados Unidos, es todo un prodigio. «Son países en los que los pilotos cuentan con más apoyos y donde hay una larga tradición. Fue un logro», resalta. El objetivo, a priori, era pelear por el podio. «Estados Unidos iba por delante todo el campeonato y les conseguimos adelantar en el último vuelo», precisa. El vuelo acrobático es un deporte individual. Cada piloto realiza un vuelo con sus correspondientes figuras y luego se saca una puntuación media.
Riesgo calculado
Miedo no tendría y loco no estaría en todo caso. El vuelo acrobático, deja claro Camilo, es un deporte que exige una mente calculadora, ser consciente en todo momento de lo que hace y cuáles pueden ser las consecuencias. La altura es el amigo y la cercanía con la tierra sería el enemigo. «Cuánto más alto vuelas, más margen tienes para corregir posibles errores», detalla. El tipo de aviones que vuelan solo se utilizan para el vuelo acrobático. No tienen otra funcionalidad. Tiene capacidad como para aguantar fuerzas de 12G, mucho más que el cuerpo humano. Durante un vuelo, Camilo puede estar sometido hasta a 10G, es decir, doce veces más que su peso corporal. Para establecer un contexto: el despegue de un vuelo comercial registra unos 2G. Protegido está por un mono de vuelo especial, una técnica específica de respiración y algo de entrenamiento con pesas. Para realizar las figuras, cada piloto se coloca una pequeña chuleta en el cockpit, trufado con símbolos aerocriptográfico.
El vuelo acrobático es un deporte de alto rendimiento. Pese a ello, se interesan pocos por él en España. Es un 'hobby' costoso y no hay muchos patrocinadores. Los pilotos que representaron a España en el mundial, por ejemplo, tuvieron que pagar de su bolsillo la cuota de inscripción. Camilo, dentro de lo que cabe, puede llorar con un ojo. Cuenta con el apoyo de Hispasec, la empresa malagueña de seguridad IT.
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