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Uno de los dibujos que pueden verse en los baños de Sr. Lobo.
La inspiración también llega en el baño

La inspiración también llega en el baño

Señor Lobo Café promueve el arte efímero en sus paredes y en sus aseos. Ellas son más escatológicas que ellos y curiosamente, cuando pintar está permitido, desaparecen las referencias fálicas

Regina Sotorrío

Sábado, 14 de enero 2017, 00:23

Es un clásico: al cerrar la puerta de un baño público se descubren corazones cruzados con flechas, reivindicaciones de paso (yo estuve aquí), referencias escatológicas y símbolos fálicos en todas sus versiones y tamaños. Cualquier restaurante, bar y cafetería lo entenderá como una gamberrada que borrará a quien le toque el turno de limpieza, pero no aquí. Señor Lobo, en pleno Soho (Calle Somera, 10), fomenta la expresión libre en las paredes de sus aseos y promueve el arte efímero en un mural del comedor y del interior de la cocina. Siempre me ha gustado pintar y me gusta que la gente lo haga. Las exposiciones en los bares están muy bien, pero tienen un rollo muy encorsetado, así le das la oportunidad a todo el mundo: ven y pinta, explica Víctor Peláez, responsable del gastrobar, una parada imprescindible en el circuito moderno de Málaga y en la ruta de las hamburguesas gourmet.

¿Necesitas expresarte? Pide el rotulador en la barra y escribe o dibuja, se lee en las paredes del baño, que combaten así el blanco desangelado de sus azulejos. De esta forma, día tras día, la galería de ocurrencias, garabatos y trabajadas ilustraciones varía. Retratos hípsters y personajes con aires de cómics comparten ahora espacio con reflexiones profundas (del tipo Pensamos mucho y sentimos muy poco; cambia tu forma de ver las cosas y las cosas cambiarán) y otras jocosas (Para plantar pino están los bosques; pero qué mierda es esta, joder dicho por una máscara de lucha libre, o tu novio besa muy bien escrito en el baño de chicas).

Y la observación de la inspiración de la clientela permite sacar varias conclusiones: ellas son más escatológicas que ellos (están muy obsesionadas con que ahí se va a cagar) y, sorprendentemente, nadie ha dibujado un pene aún. Parece que las referencias fálicas que dominan las pintadas prohibidas desaparecen cuando hacerlo está permitido. Hasta el momento solo se han limpiado los azulejos por saturación, para dejar espacio a nuevos artistas de aseo, pero no hemos tenido que coartar ninguna opinión, la gente es muy respetuosa.

En el baño se manifiesta la expresión más espontánea e informal. Pero Señor Lobo reserva otras paredes para decorar, también fugazmente, con un toque artístico. El Rincón del artista invita a creadores a dejar su impronta en el comedor con ilustraciones elaboradas que cambian cada tres o cuatro meses. Pablo Ríos, vinculado al mundo del cómic, ha sido el último en ocupar ese espacio con un robot galáctico inspirado en el universo Marvel. Me encanta, me va costar quitarlo, confiesa Peláez. Dentro de la cocina, en una pared de azulejos visible desde el salón, es el equipo del Señor Lobo el que da rienda suelta a su imaginación. Sus últimas creaciones semanales, un Papá Noel que desvela el verdadero significado de la Navidad (las bolitas de coco) y un homenaje a la desaparecida Carrie Fisher.

En un futuro, avanza Peláez, otro mural del local quedará liberado para dedicarlo a la creación efímera. Por algo este es el barrio del arte. Son pintadas y dibujos hechos para no durar, lo que hoy se ve quizás desaparezca mañana, tienen el valor de lo improvisado, lo natural y lo momentáneo. Y una gran ventaja: si no gustan, se borran fácilmente.

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