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Ana Pérez-Bryan
Jueves, 1 de octubre 2015, 16:58
Existen muchas formas de trabajar (y de ayudar) desde el cada vez más demandado campo de la automotivación. Está la opción del libro repleto de frases hechas paridas desde la zona de confort de una consulta o un despacho o, en cambio, la de predicar con el ejemplo. La de saber de la verdad o no de ese tipo de frases porque ya antes uno se ha visto obligado a ponerlas en práctica. Y en este escenario, Irene Villa lleva mucho camino de ventaja.
Periodista, deportista de élite en deporte adaptado, conferenciante, escritora, madre de dos niños y víctima de ETA. No hace falta recordar a estas alturas en España que los terroristas de arrancaron las dos piernas en un atentado junto a su madre en 1991, pero no las ganas de mirar hacia delante. Y ese ejemplo es precisamente el que ha compartido este mediodía con los asistentes a su charla en el marco de la feria Málaga Emplea, organizada por el Ayuntamiento de Málaga y la Cámara de Comercio y que se celebra en el Palacio de Congresos. En todos los escenarios que necesiten de una motivación extra, desde la búsqueda de un empleo hasta la asimilación de una experiencia traumática como la suya, Irene Villa tiene claro que siempre funciona lo mismo ¡Claro que se puede!.
Ese lema vital es el que ha compartido con el público que casi llenaba el Auditorio y que la ha despedido en pie con un aplauso que ha durado varios minutos. Antes, todos ellos ya habían disfrutado de una intervención que ha querido poner el acento en lo esencial: Al final siempre la respuesta está en nosotros, ha dicho Villa, convencida de que nada sirven los malos pensamientos, ni la culpa, ni la ira ni el desánimo, ya que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es sólo una opción.
Esa ha sido la clave de su éxito, desde que aquel día de octubre de 1991 una bomba de ETA diera al trasto con sus planes infantiles. El camino no ha sido fácil, tampoco lo oculta, pero también es una firme defensora del hecho de que no importa cómo los demás te vean, sino cómo te ves tú. Y en ese complejo tránsito, regala una lección más: Al final no puedes florecer hasta que no aceptas lo que eres. Por eso mira al frente, ten valor y no te rindas.
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