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Artistas mariachis escuchan a Joe Biden durante la campaña electoral de 2020 en Las Vegas.

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Artistas mariachis escuchan a Joe Biden durante la campaña electoral de 2020 en Las Vegas. KEVIN LAMARQUE / REUTERS

La feroz batalla por el voto latino en EE UU

La comunidad hispana ha alcanzado un poder tan elevado que los estrategas electorales debaten cómo acercarse a ella para captar su apoyo ante los comicios del 8 de noviembre

caroline conejero

Corresponsal. Nueva York

Martes, 25 de octubre 2022, 01:13

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Durante este mes se ha celebrado en Estados Unidos la Herencia Hispana. Numerosos actos públicos, manifestaciones culturales y coloridos desfiles reflejan a lo largo de todo el país la enorme diversidad del mundo latino estadounidense. Son unos días en que destacados funcionarios públicos, patrocinadores de marcas populares y, este año electoral, cientos de candidatos en campaña se apresuran a bailar salsa, saborear tacos, codearse con personalidades latinas y pronunciar las consabidas consignas en español.

Consciente de su importante peso económico y de un poder cultural creciente, el electorado de minorías más grande de EE UU, un 19% de la población, se deja querer a sabiendas de que su voto puede marcar la diferencia en el equilibrio de poder en el Senado y la Cámara de Representantes en las cruciales elecciones del 8 de noviembre. Los denominados comicios intermedios donde demócratas y republicanos dirimen su presencia en las principales instituciones del país, así como en numerosos cargos estatales y locales. Del reparto final dependerá la capacidad de gobierno de Joe Biden en lo que le resta de mandato en la Casa Blanca.

Con todo, para los latinos el cortejo siempre llega a última hora. Ciclo tras ciclo electoral, los consultores políticos y líderes hispanos piden a las campañas demócratas que se enfoquen en los temas que preocupan a sus comunidades, y una y otra vez, advierten que ignorarlas tiene y seguirá teniendo consecuencias. Este año ha sido Javier Palomarez, presidente y director ejecutivo del U.S. Hispanic Business Council, quien ha conminado a los partidos a que no se acerquen a la comunidad hispana con «campañas publicitarias falsas», a las que llama «hispanoexplotación», porque no les «llevarán a ninguna parte».

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La economía es la prioridad electoral de todo el mundo, y, por ende, también de los latinos, seguida de la seguridad y la violencia por las armas, el cambio climático, la educación y la inmigración. De hecho, es la manera de abordar la crisis económica y no los conflictos migratorios la que puede decantar el 20% del voto indeciso a favor de uno u otro partido. «Somos como todas las demás familias estadounidenses», explica Palomarez. «La comunidad hispana se enfrenta a altas tasas de interés, altos precios de la gasolina y una inflación récord, y estos son los problemas que están en el frente y en el centro. Y en este momento e históricamente ha sido el partido republicano el que se ha enfocado en los problemas económicos. Creo que es una tendencia muy natural, y continuará siéndolo hasta que las cosas mejoren desde el punto de vista económico».

Demócratas y republicanos han movilizado en los últimos años un intenso cortejo electoral, si bien tardío y caótico, para atraer un segmento del electorado tradicionalmente desatendido y, en su mayor parte, ignorado. La negligencia demostrada por las campañas electorales en educar a sus candidatos y estrategas sobre la amplia diversidad racial, cultural y lingüística elude a menudo la realidad de que los latinos no son un bloque de voto monolítico. Y que las enormes diferencias y dinámicas culturales -a veces incluso, competitivas entre sí- que conforman el mundo de los latinos requieren, como con otros grupos electorales, estrategias de comunicación únicas y dispares.

Invertir en la campaña

«Las campañas tienen que ser intencionales, culturalmente competentes y hacerse en la lengua que el electorado puede entender. Esto incluye materiales, anuncios y estrategias que resuenen en los votantes latinos. Esa inversión no se ha hecho de parte de ninguno de los dos partidos», señala a este periódico Rodrigo Domínguez-Villegas, director de investigación del Instituto Latino de Política de la Universidad UCLA, en Los Ángeles.

Aunque el partido demócrata ha realizado mas inversión, el gasto de los partidos en la captación del voto hispano es en general aún bajo, añade Domínguez-Villegas. «La mayoría de los comités de campaña continúan dirigidos por hombres blancos, y cuando los latinos no están al frente de las organizaciones que las hacen, estas campañas resultan ser las más débiles».

Hay muchos ejemplos, pero quizás el más notable de todos se vio en la campaña presidencial de Bernie Sanders en 2020. Situó como uno de sus altos cargos a Chuck Rocha, uno de los grandes analistas políticos latinos, y su presencia se notó: el resultado fue una gran participación de hispanos en las primarias que brindó la victoria a Sanders en Nevada.

Tradicionalmente se ha asumido que el voto de este colectivo va a los demócratas, pero los republicanos han obtenido importantes ganancias en los últimos ciclos electorales. Una reciente encuesta (NBC News/Telemundo) lo confirma mostrando la preferencia demócrata del 54% de los electores hispanos y del 33% en el caso de la republicana. La diferencia, sí, asciende a 21 puntos, pero es la mitad de la existente en 2012.

La campaña republicana de Trump en 2020 empezó temprano la captación de latinos, y en junio tenía ya presencia en muchas comunidades clave, en las que se inyectaba un considerable gasto diario. Cuando Joe Biden empezó a movilizar a esta comunidad en julio -y a pesar de gastarse el triple para ganar su voto-, los republicanos ya habían creado una primera impresión definiendo al demócrata como socialista, algo que en el universo hispano resuena a los peores déspotas de Latinoamérica.

Movilizar al electorado hispano

Tres cuartas partes de la población latina se concentra en solo diez Estados: Arizona, California, Colorado, Florida, Georgia, Illinois, Nueva Jersey, Nueva York, Carolina del Norte y Texas. Entre 2010 y 2018, el crecimiento hispano evitó una disminución de la población y la fuerza laboral en Nueva Jersey, Nueva York e Illinois. Con todo, su participación electoral es aún moderada. Solo el 10,6% de los votantes latinos participó en los comicios de 2020 y más de dos millones se quedaron en casa. Esta baja concurrencia electoral refleja la existencia de un segmento de población relativamente grande sin explotar que, atendido adecuadamente, podría conducir a una expansión significativa de la base de cualquiera de los partidos.

Domínguez-Villegas señala que esta abstención es estructural y se debe tanto a factores internos como externos. Por un lado, se trata de una población con un promedio de edad joven (30 años en comparación con los 41 de los estadounidenses no hispanos, según el censo de 2020), que es el segmento generalmente con menor tendencia a votar en relación a los mayores. El electorado joven tiende a votar a los demócratas en contraposición con la generación más adulta que suele ser conservadora.

Otro grupo de voto son los denominados inmigrantes de ciudadanía reciente. No están familiarizados con el sistema de voto en EE UU, cuyas particularidades varían en cada condado. «Gran parte de la población, igual que los asiáticos, tienden a proceder de la primera generación de inmigrantes. Muchos Estados pertenecieron a México antes, y aunque sus ciudadanos estaban aquí antes de la fundación del país, en términos de población comparada con otras minorías, muchos tienden a ser nacidos fuera de EE UU», señala Domínguez-Villegas, quien también ve en la alta absteción un problema de motivación. Miles de latinos no se ven representados en los centros de poder y existe un extendido sentimiento de exclusión política.

«Desafortunadamente, la política (en este país) se ha hecho tradicionalmente a costa de la exclusión de la comunidad latina», explica el analista. Sentirse motivado a votar requiere «verse a uno mismo como parte del tejido democrático local, sentir que se es escuchado y que el voto de uno importa», añade. Por eso, tradicionalmente, uno de los factores que ha activado a los hispanos a votar en masa ha sido la percepción de una amenaza existencial. En 1994, California aprobó en referéndum la infame Proposición 187 que negaba los servicios de salud de emergencia y de educación a los latinos indocumentados. Aunque la norma fue llevada a los tribunales al día siguiente y nunca entró en vigor, el miedo sí lo hizo. El resultado fue una gran movilización política que llevó a esta comunidad a hacerse ciudadanos en masa.

De forma similar, Arizona aprobó en 2010 la ley 'Muestra tus papeles', que permitía a cualquier agente de seguridad pedir una prueba de residencia a los que parecieran indocumentados. «En ambos casos los latinos se organizaron, se convirtieron en ciudadanos y se hicieron oír en las urnas», dice Domínguez-Villegas. «En 2018, en Arizona, convirtieron un Estado fuertemente republicano en demócrata y en el Senado posicionaron a Kyrsten Sinema. En 2020 fue la presidencia de Biden y un segundo escaño en el senado que ganó Mark Kelly».

'Un día sin mexicanos'

Conscientes de su poder económico, los latinos se han movilizado en otras ocasiones con campañas locales como 'Un día sin mexicanos' para mostrar su formidable contribución a la economía estadounidense. La pandemia ha reforzado su indispensabilidad, por la que se les ha reconocido como parte de los trabajadores esenciales. Es uno de los grupos con más iniciativa empresarial del país y, según un nuevo estudio publicado en septiembre, su aporte ha permitido mantener un crecimiento sostenido de 1,7 billones en 2015 a 2,8 billones de dólares en 2020.

Según el informe Latino Donor Collaborative/Wells Fargo, si los latinos de EE UU constituyeran un país independiente, su Producto Interior Bruto ocuparía el quinto lugar en el mundo, superando al de Reino Unido, India y Francia. En términos de consumo personal, representan un mercado mayor que toda la economía de países como Canadá o Corea del Sur. Un creciente poder adquisitivo, que en 2020 alcanzó 1,84 billones, y que refleja las importantes ganancias de los hispanos en ingresos personales en términos de una mayor participación laboral y de avance educativo. El número de negocios de propiedad latina ha explotado en la última década en un 35%. Uno de cada cuatro nuevos negocios pertenece a esta comunidad.

A poco más de una semana para las cruciales elecciones de noviembre, la lucha por el voto bisagra de los latinos es más importante que nunca. Porque en un sistema de voto representativo en el que el ganador se lo lleva todo, en Estados como Nevada, Georgia, Arizona, Pensilvania y Wisconsin, un puñado de papeletas hispanas podría determinar el futuro de la presidencia demócrata de Biden con el control del Senado y la Cámara de Representantes. «Estamos en territorio sin precedentes -reconoce Domínguez-Villegas-. Y más todavía con las nuevas leyes de restricción de votos y la reconfiguración de muchos distritos electorales a favor de los republicanos. Los resultados son impredecibles».

Manifestación en Florida en julio de 2021 en solidaridad con los detenidos tras las protestas desencadenadas en la isla. EVA MARIE UZCATEGUI / AFP

El bastión republicano de Florida

Mario Díaz Balart PARTIDO REPUBLICANO

Estado bisagra por antonomasia y campo de batalla electoral permanente, Florida alberga un microcosmos de la diversidad latina del país, un electorado especialmente buscado este año. Los cubano-estadounidenses conservadores continúan siendo el bloque más influyente dentro de los 2,5 millones de hispanos que representan el 17% de los votantes registrados en este territorio. A pesar de su preminencia, los cubanos conforman solo un cuarto de la población de latinos en Florida, seguidos de cerca por los puertorriqueños, con el 27% del total demográfico hispano. El 44% restante está compuesto por mexicanos, colombianos (8%), venezolanos, nicaragüenses y otros.

En 2008 Barak Obama fue el primer demócrata en ganar el voto cubano apenas por dos puntos, y en 2016 se convirtió en el primer presidente norteamericano en visitar la isla en casi 90 años, a pesar de las denuncias de violaciones de derechos humanos del régimen. Trump volvió a imponer posteriormente algunas de las sanciones que Obama derogó en un intento por descongelar las agriadas relaciones con la isla.

En general, los latinos en Miami y sus alrededores suelen votar a los republicanos en una relación de 2 a 1, mientras que los del resto del Estado votan a los demócratas en la misma proporción. Solo un 20% de los puertorriqueños (800.000) apoyaron a Trump en las elecciones de 2020 mientras que los cubanos lo hicieron en un 59%.

La clave del poder electoral de los cubanos del sur de Florida se debe en gran parte a su alianza con el partido republicano desde que Reagan decidiera hacer de ellos su punta de lanza anti-izquierdista, una decisión que continúa pagando grandes dividendos a los conservadores. Por su parte, los cubanos-estadounidenses han sabido posicionarse en cargos públicos para influir como pocos en la política nacional y han marcado profundamente las relaciones de Washington con la isla.

Republicanos recalcitrantes, han consolidado su poder a través de la mayoría de las instituciones del Estado y del Gobierno federal, donde mantienen presencia desde hace décadas; sea en la Policía, las alcaldías y la judicatura o en el Congreso y el Senado.

Se trata de un electorado marcado por la vieja guardia de la burguesía del exilio, nacido en la isla, que continúa manteniendo vigente la mentalidad de búnker del trasnochado discurso de la Guerra Fría y del anti-comunismo. Década tras década, los demócratas han albergado la esperanza de que las nuevas generaciones de cubanos nacidos en el país, de hijos y nietos del bastión anti-castrista, abandonaran parte del radicalismo de derechas y proveyeran alguna oportunidad para hacer avances progresistas.

Pero las nuevas oleadas continúan reviviendo el sufrimiento del exilio y viven atrapadas por el poder de la vieja guardia en dominar la narrativa, lo que ha hecho muy difícil el cambio de posturas políticas. El anuncio del presidente Biden de enviar dos millones de dólares de ayuda a Cuba tras el último y devastador huracán solo reafirma el encallamiento de las posiciones políticas sobre la isla y la inalterabilidad de este electorado.

Varios candidatos republicanos cubanoamericanos al Congreso se presentan a la reelección en noviembre. Pese al apoyo de la comunidad de Miami, algunos se están viendo forzados a defender sus cargos encombativas campañas. El senador Marco Rubio se enfrenta a la demócrata Val Demmings en la que se ha convertido ya en el duelo más reñido de su carrera política.

Lo mismo sucede con otra popular candidata, la congresista María Elvira Salazar, cuya renovación del cargo está en entredicho según los sondeos. No obstante, se espera que los otros dos miembros cubanos de la Cámara de Representantes ganen su reelección sin sobresaltos: Mario Díaz Balart, de la influyente dinastía de los Díaz Balart, y sobrino de Mirta Díaz-Balart, primera esposa de Fidel Castro. Y, Carlos Giménez, el exalcalde de Miami-Dade, nacido en La Habana y descendiente de una prominente familia de ganaderos exiliados que llegó a la Pequeña Habana a los 6 años de edad. A pesar de apoyar brevemente a Hillary Clinton en 2016, en su elección al Congreso de 2020 se declaró abiertamente partidario de Trump, del que obtuvo su respaldo.

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