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Luis esperó a llegar a la mitad del impresionante puente colgante del Caminito del Rey para pedirle matrimonio a María, con la que había viajado desde Murcia.
Terapias contra el miedo y pedidas de mano en el caminito del rey

Terapias contra el miedo y pedidas de mano en el caminito del rey

El ya emblemático paraje malagueño deja de ser el sendero más peligroso del mundo para convertirse en el más emocionante

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Sábado, 14 de julio 2018, 00:42

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Sabe lo que es vivir emociones fuertes y sortear el miedo. Lo hizo como corresponsal de la cadena Euronews en zonas de conflicto de Oriente Medio y ahora lo ha vuelto a hacer para la BBC. Ya no es una guerra lo que se abre al paso de Luis Carballo, sino un abismo a más de cien metros de altura. El 'conflicto' ahora es con uno mismo y los 'enemigos' durante la grabación de un reportaje sobre la reapertura del Caminito del Rey (Málaga) son el vértigo, las mariposas en el estómago, el viento silbando en el oído, la ensordecedora corriente del río Guadalhorce al fondo y la sensación de caída al vacío. «El maltrecho sendero de antaño ya no asusta por su peligrosidad, pero sí impresiona por su diseño», asegura este periodista bilbaíno, residente en la ciudad francesa de Lyon desde hace dos décadas. Recorrer durante tres kilómetros una pasarela de apenas un metro de ancho, suspendida sobre las verticales paredes del Desfiladero de los Gaitanes ya no implica un riesgo. Aventurarse por este renovado voladizo de madera y cables de acero es simplemente fascinante. Para algunos una auténtica locura. Una travesía de infarto, apta para todos los públicos, aunque no todos tengan el coraje de hacerla. Por eso, una vez se inicia el recorrido, no hay vuelta atrás. «Ya no hay sobresaltos como antaño, cuando, pese a estar prohibido, algunos se atrevían a pasar como funámbulos por vigas desvencijadas y a sortear agujeros en el viejo asfalto, pero si lo que buscas es un pico de adrenalina sin tener que jugarte la vida, aquí lo vas a encontrar», aclara Carballo.

En otro reportaje, el que firmó Andy Jones para el diario británico 'The Independent', el periodista inglés deja constancia de los momentos más comprometidos que vivió a su paso por la vertiginosa pasarela. «El puente colgante, en el 'Paseo de la Muerte' de Málaga, a unos cien metros sobre el desfiladero de El Chorro, se estremece a cada paso (…) Mis dedos agarran con fuerza la barandilla y mi estómago se revuelve. El entusiasta guía turístico me hace señas para que admire las increíbles formaciones rocosas en una grieta situada metros más abajo, pero soy incapaz de mirar a otro sitio que no sea a dos centímetros de mí».

Desde que el 28 de marzo de 2015 se reabriera al público, tras una década cerrado por motivos de seguridad, un millón de personas se han atrevido con el Caminito del Rey. Un millón de historias personales que, en ocasiones, trascienden el mero interés turístico. Para algunos ha sido una terapia, una forma de romper con las barreras de miedo. «Una visitante, decidida a acabar con sus fobias a las alturas, apostó por este paraje para demostrarse a sí misma que podía hacerlo y como una prueba de superación personal. Tal fue el orgullo que sintió a mitad del recorrido, que pidió ser grabada mientras cruzaba el puente colgante. Quería recordarse a sí misma que no hay miedo que no se pueda superar», relata una trabajadora del Caminito del Rey. En su memoria guarda también la visita de un grupo de ciegos, que sin bastones ni perros guías (no están permitidos por motivos de seguridad) terminaron con ayuda de otros acompañantes los cerca de ocho kilómetros del sendero (entre accesos y pasarela) que en su día fue considerado el más peligroso del mundo. Pero, ¿cómo disfrutar de la belleza de este paraje natural sin poder verlo? Quienes se atrevieron a hacerlo lo saben. «Uno no ve, pero puede sentir el espacio, el fuerte viento, el caudal del agua, el eco, el frescor del aire. Recuerdo que cuando atravesé el puente colgante, tuve la sensación de estar volando. Pisas el suelo indeciso, con los nervios en el estómago y notas el vacío a tu alrededor. Si alguien cerrara los ojos, lo sentiría igual que yo, pero quien ve no presta tanta atención al resto de los sentidos», sentencia Francisco Javier Fernández, quien quedó completamente ciego a los 18 años como consecuencia de un glaucoma congénito. «Lo realmente duro no es perder la visión, sino no aceptarlo y olvidarse de vivir. No obstante, mentiría si dijese que no eché en falta poder ver de principio a fin el recorrido; es como probar una tarta y no poder comerte la guinda», recalca este jubilado de la ONCE.

En esa excursión, que realizó el pasado año, también iba Alicia Gallego, una joven sevillana que solo tiene un 20% de visión. Aficionada a los deportes de riesgo y tras haber experimentado sensaciones fuertes practicando 'puenting' y paracaidismo, el recorrido por el Caminito del Rey «me pareció increíble, pero muy cómodo». Aunque no es su caso, deja claro que un ciego puede experimentar la misma sensación de vértigo que otro visitante, «solo que a nosotros nos llega por el oído», aclara.

Una pasarela con historia

El origen del Caminito del Rey se remonta a 1901, cuando se habilitó una pasarela ('Camino de los Balconcillos') para facilitar el desplazamiento de los operarios que trabajaban en la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro. Su nombre actual lo tomó tras la visita que en 1921 realizó el rey Alfonso XIII a la zona para inaugurar la presa del Conde de Guadalhorce. Pero aquel sendero imponente, cuya peligrosidad incrementó su fama y obligó a la Junta de Andalucía a cerrarlo tras varios accidentes mortales en los años 90, fue aprovechado durante décadas por los vecinos de cada lado del desfiladero para ir y venir siguiendo el cauce del río. Hay quienes lo grabaron a fuego en su mente y quisieron recordarlo antes de morir: «Una mujer trajo a su marido enfermo para cumplir con su último deseo de recorrer el nuevo trazado y revivir los momentos tan felices que compartieron en este enclave durante su juventud», relata la trabajadora.

De interés

  • Ocho kilómetros: El Caminito del Rey es desde hace tres años uno de los principales reclamos turísticos de Málaga. Su recorrido de ocho kilómetros se inicia en Ardales y concluye en El Chorro (Álora). La entrada cuesta 10 euros; si es con un guía, 18 euros.

  • Lo más emocionante: Un estudio de neuromárketing concluyó que recorrer el Caminito del Rey es más emocionante que pasar una tarde de compras o realizar otra actividad de ocio.El estudio ha permitido conocer cuáles son los puntos en los que más se detiene el visitante: los anclajes, la vieja pasarela, la vías del tren, el río, el mirador de cristal y la escalera en zig zag.

Hasta la Diputación de Málaga llegó recientemente una solicitud para rodar una película de Bollywood, inviable ahora mismo por razones de seguridad. Pero en su día el Caminito del Rey formó parte de los escenarios de la película 'Coronel Von Ryan' (1965), con Frank Sinatra de protagonista, que, por cierto, no salió bien parado de aquel rodaje tras un incidente con periodistas en el hotel de Torremolinos donde se hospedaba. «Nunca volveré a este maldito país», llegó a jurar el cantante. Y de película, así lo recuerda María López, fue la romántica encerrona que le preparó su novio en mayo del pasado año, cuando tras meses deseando visitar este paraje de Málaga lograron cuadrar agendas y viajar desde Murcia. Lo que nunca pudo imaginar María es que su pareja aguardaría ese momento para pedirle matrimonio. «Una pedida de altura», como ella la califica entre risas. Esperó hasta llegar al emblemático puente colgante. «Le pregunté en varias ocasiones que si se encontraba bien, porque estuvo muy callado en todo el recorrido. Pensé que estaba asustado, pero, en realidad, estaba nervioso por lo que se disponía a hacer». María relata que el «momentazo» llegó a la mitad del puente cuando vio a su pareja arrodillarse y sacar un anillo. «Casi me da un infarto, me temblaban las piernas y el grupo que venía próximo a nosotros (previamente advertido) no dejaba de aplaudir. 'Dile que sí, dile que sí', gritaban», recuerda María, cuyo alianza de pedida, con un brillante que une los dos extremos, simboliza a una pareja cuyos caminos se separaron un día y que en el puente del Caminito del Rey volvieron a confluir.

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