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José Cuenca Martín (1926) y Josefa Pozo Pérez (1929) crecieron al sur del Torcal de Antequera, entre campos y como pastores, bailaron verdiales, se ... casaron en la Ermita de Jeva y hoy viven en un barrio de la ciudad, donde han superado también el Covid-19.
El amante de las historias de Antequera Miguel Ángel Varo desvelaba la historia de 'Joseíllo' Cuenca, un niño que se crió en el campo del sur del paraje natural, siendo pastor y amante de la naturaleza. Tras jubilarse, fue maestro de senderistas.
José y Josefa crecieron en los pueblos del sur del valle mágico de piedras, participando de las fiestas del lugar como son los verdiales, donde se conocieron cuando ella tenía 15 años, por lo que llevan 75 años juntos. Se casaron un 24 de septiembre de 1956 en la Ermita de Jeva, donde el día de Navidad se concentran pandas de verdiales de toda Málaga, salvo en este pasado 2020 por la crisis sanitaria. Tuvieron cinco hijos, que les han dado siete nietos y una bisnieta.
Tras toda una vida dedicada al campo y a la familia, 'Joseíllo' Cuenca vive entre recuerdos y las adversidades de la vida. A pesar de tener 94 años, ha aprendido a utilizar Internet para poder ver vídeos de El Torcal de Antequera. Su hija Teresa recuerda que sus padres pasaron mucho como todos los que nacieron y crecieron en la época de la guerra, pero que él siempre se ha mostrado muy optimista y feliz. «Hay que adaptarse a lo que se tiene: soy feliz y no me quiero morir», le repite 'Joseíllo' a su familia.
Su vida de niño la tuvo que dedicar a ser pastor y aprender de la vida del campo. «Mis padres siempre nos hablan de los bailes de verdiales en el día de Navidad, el 25 de diciembre, pero también en la fiesta de San Juan», relata una de sus hijas.
Cuando se casaron, siguieron viviendo en la misma zona, hasta que se jubiló y se trasladó a Antequera. «Tanto amor le tuvo al campo y a los animales, que cuando se vino a la ciudad se llevó algunas cabras suyas: para ellos la vida rural lo es todo», acota su hija.
La pandemia les ha obligado a quedarse en casa, donde padecieron a finales de 2020 el virus: «A pesar del cuidado que han tenido, lo cogieron los dos; tuvieron fiebre, vinieron a atenderles en casa y, como presentaban un malestar similar a una gripe fuerte, les hicieron las pruebas y dieron positivo. Gracias a Dios superaron la enfermedad».
«Mi padre nos decía que era como un resfriado, pero que ha crecido en el campo y casi nunca se ponía malo, porque comía sano de lo que la tierra le daba; así que este virus tampoco iba a poder con él». En su alimentación no falta la porra antequerana, «que sigue haciendo cuando puede a mano, con la maja en el cuenco de madera». Historias de amor al campo, tan actuales como la pandemia, 75 años después.
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