«El cáncer me ha hecho parar en seco y mirar alrededor, ahora soy más feliz»
Alhaurín el Grande ·
Lina García, presidenta de Un sí por la vida, analiza los años de trabajo de una de las asociaciones oncológicas más activas del GuadalhorceEn Alhaurín el Grande es mucho más que una vecina:es una institución en sí misma. Lina García fundó casi sin saberlo la asociación Un sí por la vida, un colectivo que presta apoyo a personas con cáncer y a sus familiares, que ha ido creciendo en su red de servicios y de voluntarios hasta posicionarse como una de las organizaciones oncológicas más importantes y activas del Valle del Guadalhorce.
La asociación nació en 2014 y lo hizo de forma natural, fruto del espíritu de ayuda de Lina, que abrió las puertas de su casa a pacientes oncológicos del pueblo después de que ella superara un cáncer de mama. «Yo empecé a ir a una asociación de Málaga y a compartir mi experiencia con otros vecinos, que me preguntaban cómo estaba llevando la situación tan bien». Fue su hija quien le dijo que aquello que estaba pasando era una asociación, porque «la gente llegaba triste a casa y se iba sonriendo».
Gracias a la inocencia infantil de su pequeña nació lo que hoy es Un sí por la vida, una red de más de 150 voluntarios y 350 asociados que trabajan diariamente en las localidades de Pizarra, Yunquera, El Burgo, Monda, Alhaurín de la Torre y Coín, además de en Alhaurín el Grande. Dan apoyo a más de 180 familias en las que hay algún miembro con cáncer, y se pasan todo el año realizando actividades con las que financiar su actividad –el kilométrico roscón de Reyes solidario, el día de la camiseta y el calendario ilustrado por supervivientes son muy conocidos en la comarca–.
Hace pocos días la Diputación de Málaga anunció que Un sí por la vida reforzará su actividad en Yunquera, Pizarra y El Burgo gracias a la entrega de 20.000 euros procedentes del plan de ayudas de 2019. Estos fondos servirán para implementar el proyecto 'Más cerca de ti', una vuelta de tuerca a las actividades que se están llevando a cabo actualmente.
A lo largo de esta aventura, en la que Lina (todo el mundo la llama así, un nombre que tiene entidad propia) ha vivido mucho tras sobreponerse a dos cánceres. Asegura que el origen de la asociación viene de convertir «el miedo en ilusión», lo que se ha traducido en la profesionalización del apoyo a quienes sufren esta enfermedad:«Acogemos al enfermo y a su red familiar, tratamos de mejorar su calidad de vida, ofrecemos apoyo social, laboral y emocional, y tenemos en plantilla a una fisioterapeuta que ayuda a eliminar los dolores de las cicatrices y enseña hábitos de vida saludable a los usuarios». Recientemente han incorporado a una nutricionista para combatir los bulos de las dietas milagro contra los tumores.
A lo largo de estos años Lina ha aprendido mucho, tanto de su propia experiencia como de la de los asociados y usuarios. «Yo le doy las gracias al cáncer por hacerme sentir todas las emociones que estoy sintiendo ahora;ha supuesto que me pare en la vida, antes me levantaba a las dos de la madrugada para trabajar y llegaba a casa a las cinco de la tarde, el cáncer me ha hecho parar en seco y mirar al rededor, ahora soy más feliz», explica. «Desde el diagnóstico paso mucho más tiempo con mis hijos», que han crecido sin miedo a la enfermedad.
Lina explica que cuando se escucha la palabra «cáncer» por primera vez todo se convierte en un terremoto, porque en la memoria colectiva ese término es sinónimo de «muerte». «Surgen un montón de preguntas y tu cabeza no para de dar vueltas y siempre alrededor de lo mismo, que te vas, que tu tiempo se agota». Lo que más necesita una persona en ese momento, según su experiencia, es «sentirse escuchado». «Lo último que necesita es la lástima de su entorno, yo me ponía a regar las plantas y mi padre intentaba hacerlo él para que yo no hiciese nada; el cáncer es como una ola que te mueve entera, no necesitas que nadie haga las cosas por ti».
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