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Kim Basinger se sometió hace tres años a una serie de retoques estéticos muy cuestionados
Kim Basinger se reinventa como icono sexual

Kim Basinger se reinventa como icono sexual

La actriz participa en la segunda película sobre Christian Grey

borja olaizola

Lunes, 18 de julio 2016, 00:03

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Una portada de Play Boy y un Oscar. Cualquier aspirante a estrella vendería su alma al diablo por conseguir algo así. Además de alardear del doblete, Kim Basinger (Georgia, EE UU, 1953) puede también presumir de haber moldeado la líbido de toda una generación con su desbordante sensualidad en Nueve semanas y media (1986), la película que hizo de ella uno de los mitos eróticos de las postrimerías del siglo XX. La Basinger que se esforzaba en aquella cinta por complacer a Mickey Rourke y la Sharon Stone de Instinto básico (1992) dibujan uno de los retratos más completos de los códigos sexuales de los baby boomers que se despidieron de su juventud en aquellos años.

Kimila Ann Basinger tuvo claro desde muy joven su atractivo. Hija de un veterano de la II Guerra Mundial que había sido músico de jazz y de una madre que había acompañado como bailarina acuática a Esther Williams en sus películas, dio clases de ballet para disciplinar su espectacular físico. Fue coronada Miss Georgia cuando era aún adolescente y no tardaron en lloverle propuestas para hacer publicidad en Nueva York. Kim se dejó querer por la Gran Manzana y sucumbió a algunas de sus muchas tentaciones hasta que decidió romper con todo y empezar una nueva vida en Los Ángeles.

A la tímida y hermosa georgiana le sonrieron los aires cálidos del Pacífico. Consiguió primero un papel en Los Ángeles de Charlie, la teleserie de moda de la época, y unos años más tarde ascendió a la categoría de chica Bond en Nunca digas nunca jamás (1983). Hay quien dice que Basinger fue la más bella pareja que ha tenido Sean Connery en la ficción, aunque en algunos momentos de la cinta aparece con una peluca. Como pensaba que ya había terminado el rodaje, se cortó el pelo para su siguiente película, Mis problemas con las mujeres, pero el director de 007 le llamó para repetir unas escenas y no le quedó más remedio que utilizar pelo postizo.

La muy deseada Kim se casó con un maquillador, Ron Britton, que escribió una autobiografía en la que cuenta que la actriz le fue varias veces infiel, entre otros con Richard Gere. El matrimonio aguantó a trancas y barrancas hasta que Prince se cruzó en su camino. El cantante había sido contratado para la banda sonora de Batman (1989) y el flechazo fue inmediato. Basinger no solo dejó al productor de la película, Jon Peters, con el que había tenido un lío, sino que se embarcó en una relación apasionada de la que dan fe los gemidos que se escuchan de fondo en una de las canciones de Prince, grabados al parecer mientras mantenían relaciones.

Y llegó la bancarrota

Cuando el idilio con el artista recién fallecido se acabó, la actriz se dio cuenta de que había amasado una fortuna. Encadenar tres éxitos de taquilla como Nunca digas nunca jamas, Nueve semanas y media y Batman había engordado su cuenta corriente. Siguiendo el ejemplo de su padre, que le había aconsejado «valores sólidos», compró junto a un grupo de inversores un pueblo entero de Georgia por 17,5 millones de euros. La idea era poner en marcha un proyecto turístico inspirado en Hollywood, una suerte de parque temático en el que la propia Basinger estaba llamada a ser una de las principales atracciones.

La actriz se tropezó entonces con Alec Baldwin. Coincidieron en el reparto de Ella siempre dice que sí (1990) y se cuenta que la atracción que sintieron alcanzó tal intensidad que el rodaje tuvo que retrasarse para que se desahogasen. La relación se prolongó durante nueve años. La pareja tuvo una hija, Ireland Baldwin, y un montón de mascotas. En la ruptura influyó sin duda la mala situación financiera de la actriz, que fue condenada a indemnizar con siete millones de dólares a una productora por negarse a protagonizar una película con la que ya se había comprometido. «El guión era una ridiculez», se justificó. El segundo revés vino de la mano del proyecto del parque temático: las cosas se torcieron hasta el punto de que terminó vendiendo su participación por menos de un millón de euros. Basinger, que mantenía el tren de vida de sus mejores años, se descubrió en bancarrota.

El divorcio de los dos actores fue tormentoso. La encarnizada batalla legal por la custodia de la hija terminó saltando a los medios e hizo correr ríos de tinta. Baldwin publicó un libro en el que dibujaba a su mujer como alguien frío e implacable que «solo cobra vida cuando está rodeado de sus abogados». El conflicto es agua pasada y la antigua pareja mantiene una relación civilizada. Basinger no se ha vuelto a casar, pero vive ahora con un peluquero que le ha guiado por la senda de los controvertidos retoques estéticos a los que se ha sometido. La actriz parece dispuesta a reinventarse como mito erótico en su madurez interpretando a la mujer que introdujo a Christian Grey en el sadomasoquismo. El rodaje de la secuela, que se titula Cincuenta sombras más oscuras, ya está en marcha. El resultado, en febrero de 2017.

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