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J. FERNÁNDEZ
Jueves, 25 de junio 2015, 00:40
El joyero de Marujita Díaz era casi como el de una reina. Y eso que muchos pensaban que esas alhajas excesivas que se ponía para ir de fiesta en fiesta o de plató en plató eran más de mercadillo que de joyería fina. Nada más lejos de la realidad
A la folclórica madrileña, que falleció el lunes por la noche a los 83 años, le perdían los brillantes, las esmeraldas y los zafiros. Por eso, a lo largo de su extensa carrera, se preocupó en reunir cuantas más piezas mejor. Algunas fueron regalos de sus parejas, como un brazalete de rubíes y diamantes de los años 50 que le compró su primer marido Espartaco Santoni y que está valorado en 120.000 euros. Otras, sin embargo, fueron caprichos que se dio la propia artista, que guardaba sus tesoros en la caja fuerte de un banco.
Ahora la encargada de custodiar esta fortuna será su sobrina Reyes, a la que se sentía muy apegada. El testamento de Marujita la nombra heredera universal de todos sus bienes, que no se acaban, por cierto, en su joyero. «Le gustaba mucho el dinero y lo tuvo», asegura su colega Nati Mistral. Cuentan que su segundo marido, el bailarín Antonio Gades, le pidió el divorcio después de que ella se negara a prestarle cierta cantidad.
Al parecer, Marujita prefería invertirlo en negocios más rentables, como el ladrillo. Su sobrina será ahora quien se quede con la casa en la urbanización madrileña de Mirasierra donde vivía la artista y donde tenía colgados numerosos cuadros de Miró y otros pintores ilustres; además de varios pisos en Madrid, un chalé en Benalmádena (Málaga) y una finca en Marchena (Sevilla).
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