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Falsos temporales al límite de su paciencia

Falsos temporales al límite de su paciencia

Uno de cada cuatro trabajadores, la mayoría en la función pública, sufren sueldos y cotizaciones inferiores, y dificultad para promocionar... El eslabón más débil cuando toca hacer recortes

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Domingo, 27 de junio 2021, 00:37

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Los falsos temporales, trabajadores que encadenan contratos concebidos para cubrir una baja o una excedencia, se han convertido en uno de los rasgos más característicos del modelo laboral español. Y no para bien. Nada menos que un 24,2% de los empleos atienden a esta fórmula, diez puntos por encima de la media comunitaria. La situación no es nueva y afecta a todos los ámbitos, desde camareros a enfermeras e investigadores, aunque resulta especialmente preocupante en la función pública donde alcanza niveles de pesadilla, como la UE lleva años recordando.

El ministro Miquel Iceta ha avanzado la intención del Gobierno de hacer fijos a 300.000 interinos en el plazo de tres años y reducir hasta el 8% su porcentaje en las administraciones (en la actualidad es del 13% en los ayuntamientos y supera el 30% en las comunidades autónomas), aunque para lograrlo deba imponer sanciones. Y esto cuando casi la mitad de los funcionarios se habrán jubilado en diez años.

Pero el compromiso va más allá y se sustancia en los planes para modificar la reforma laboral de 2012 y hacerlo antes del 31 de diciembre. ¿Cómo? Endureciendo la contratación temporal, poniendo freno a la subcontratación -que supone por lo general una precarización del empleo- y ampliando las causas de nulidad de los despidos. Enfrente tendrá a la patronal, que califica cualquier medida en este sentido de «intervencionista» y «regresiva».

Nadie cuestiona que los contratos temporales tienen su razón de ser, dando flexibilidad al mercado laboral cuando se registran picos de trabajo -algo habitual con nuestro modelo de sol y playa- o hay que hacer sustituciones. El problema es que se conviertan en la solución habitual, cerrando el paso a contratos indefinidos cuando, por ejemplo, el empleador no quiera arriesgarse a indemnizar si la crisis vuelve a llamar a su puerta y tiene que despedir.

Salarios más bajos, menor cotización, precariedad, nula promoción... Los temporales son también en quienes primero se pone el foco cuando toca hacer ajustes rápidos, ya sea el personal sanitario que 'sobra' una vez superado el punto álgido de la pandemia, o la camarera del hotel que funciona bajo mínimos debido a las restricciones. También aquí hay diferencias entre regiones, de hasta 16 puntos según revela el INE. Mientras en Madrid la tasa de temporalidad es del 19,5%, en Andalucía supera el 35%.

  1. Naiara Beraza | Enfermera

    «Si trabajar a turnos es un ejercicio de logística, esta situación lo desafía todo»

Naiara cree que el primer perjudicado es el ciudadano, porque «la atención se resiente».
Naiara cree que el primer perjudicado es el ciudadano, porque «la atención se resiente».

«Cuando me preguntan en qué servicio estoy, siempre contesto que soy de todos y de ninguno. Cuidados Intensivos, Reanimación, Traumatología, Maternidad, Oncología... Soy como un roto para un descosido». Naiara, 38 años, casada y con dos niños pequeños, trabaja en el Hospital bilbaíno de Basurto. En la actualidad tiene una interinidad corta que se acaba en septiembre. «Cuando regrese la chica a la que sustituyo volveré no sé, al retén o a lo que me ofrezcan».

Desde que acabó la carrera, allá por 2004, su contrato más largo ha sido de seis meses; el más corto, de un día. Fue unas navidades y cada mañana tenía que renovarlo. También tuvo uno de tres meses en un ambulatorio. «La jornada era de siete horas, pero como a las dos de la tarde ya no había pacientes, me pagaban seis, a diferencia de la persona a la que sustituía que cobraba por la jornada completa».

Entre finés y euskera

A Naiara le indigna que sea en la función pública donde mayor es la temporalidad, «porque la atención y la calidad del trabajo se resienten». Su queja va dirigida no tanto al sueldo -«he empezado hace poco a cobrar trienios, pero sin efecto retroactivo», desliza-, aunque sabe lo que es pasar por el banco y que arruguen el ceño si pides financiación, «porque no estás en condiciones de garantizar que dentro de 6 años puedas seguir pagando».

La falta de estabilidad le devora. «La incertidumbre es tremenda cuando tienes que sacar adelante un hogar con hijos y gastos fijos. Si trabajar a turnos ya es un ejercicio de logística, hacerlo así desafía todo. En cuanto vencen los plazos, los nervios y el estrés se disparan, duermes mal... no sabes cómo te vas a arreglar».

Naiara está enamorada de su profesión, «totalmente vocacional», aunque a menudo siente que no le han dado la oportunidad de desarrollarse todo lo que hubiera podido. «No me extraña que haya gente que se vaya al extranjero. Tengo amigas que han acabado en Finlandia pese al idioma, aunque el euskera también tiene su aquel».

Tampoco puede relacionarse con sus compañeras como desearía. «La gente no te conoce, no tienes desarrollado un sentimiento de pertenencia al grupo porque continuamente estás de paso. Por no hablar de las vacaciones: como siempre eres la última, acabas cogiendo lo que nadie quiere, claro».

  1. Daniel Aviá | Informático

    «La Administración vulnera mis derechos, pero parece que goza de inmunidad»

Daniel denunció a su administración por fraude de ley y está a la espera de sentencia.
Daniel denunció a su administración por fraude de ley y está a la espera de sentencia.

Daniel Aviá no es de los que se rinden. Entró en 2004 en el Instituto Mallorquín de Asuntos Sociales con un contrato de obra y servicio y tres años después le convirtieron en laboral interino, debiéndose cubrir su plaza por oposición. Hasta hoy. «La Administración ha vulnerado mis derechos. Llevo tres lustros en abuso de temporalidad en un servicio donde el 83% de sus 2.300 trabajadores son temporales. ¿Te parece lo bastante duro? Pues apunta: en enero cesaron a 14 compañeras, desde enfermeras a educadoras. Una de ellas enviada al paro cuando estaba a punto de jubilarse».

Daniel denunció y está a la espera de sentencia. La suya es una más de las 200 demandas que se contabilizan sólo en el IMAS. «Y podrían ser muchas más si no fuera por el miedo a entrar en la lista negra». Hasta ahora son ya doce las sentencias que reconocen ese 'abuso de temporalidad' y que se han resulto declarando a las víctimas 'indefinidos no fijos'.

Sin indemnización

«Como si te estuvieran haciendo un favor, cuando todo el mundo sabe que llevamos 15 años sin convocatoria de plazas, algo en abierta contradicción con el Estatuto Básico del Empleado Público, según el cual cualquier puesto interino debe convertirse en fijo si pasados un par de años lo sigues ocupando, demostrando que es estructural, que responde a una necesidad. Si esto pasa en el sector privado, les falta tiempo para mandarte a los inspectores, pero la Administración parece que tiene bula. Goza de inmunidad».

Daniel realiza un trabajo «esencial en cualquier empresa hoy en día» y ha desempeñado tareas muy por encima de su rango, «como cualquier funcionario de carrera», aunque la situación le está empezando a pasar factura. «Tenemos nuestras hipotecas, nuestros créditos para el coche... y todo se puede ir al traste porque el día que decidan prescindir de ti, te vas sin ningún tipo de indemnización».

Pero sus preocupaciones van más allá. «Imagínate que ahora me dices que voy a opositar. ¿A quién voy a tener en frente? A chavales que acaban de terminar sus estudios, sin cargas familiares ni económicas -Daniel tiene dos hijos de 8 años, gemelos-, con todo el tiempo del mundo para prepararse... y las neuronas de alguien de 25 años, no de 46 como es mi caso. Tendría que haberme jugado la plaza cuando entré, no ahora».

  1. Rocío Talaverón | Investigadora

    «El primer año de casados, mi marido estaba en Cádiz y yo, en Salamanca»

Rocío pide más estabilidad para obtener resultados, «pero falta una apuesta decidida».
Rocío pide más estabilidad para obtener resultados, «pero falta una apuesta decidida».

Rocío investiga un tratamiento para los tumores cerebrales más malignos en el Instituto de Neurociencia de Castilla y León, tarea que lleva a cabo gracias a un acuerdo con la Asociación Nacional contra el Cáncer, que es quien paga su contrato hasta febrero. La temporalidad en España, que ella vincula a la falta de esfuerzo inversor, es una constante, «lo que no deja de ser paradójico en un ámbito donde los resultados no se logran, precisamente, de la noche a la mañana».

El curriculum de esta mujer de 37 años -casada con otro científico, temporal por supuesto- incluye trabajos predoctorales, tesis, años empleada como técnico, investigación en Reino Unido, dos periodos de dos años en la Universidad de Salamanca, idiomas... «Los contratos posdoctorales se pueden estirar hasta 5 años. La idea original era buena; una vez acabados, la universidad debía sacar una plaza para ti porque quedaba demostrado que se necesita alguien». Pero la realidad dista mucho de ser esa. Ahora que investiga el glioblastoma, cobra menos que un profesor de Secundaria que acabe de sacar la oposición. «Y soy una privilegiada».

La situación, con un bebé de 7 meses, es angustiosa. «Antes de terminar un contrato tienes que estar ya pensando en cómo lograr el siguiente, todo ello en un mundo muy competitivo donde no puedes relajarte ni un momento y el objetivo es siempre publicar lo más posible para sacar tu investigación adelante».

Para un investigador, dice Rocío, quedarse en España es poco menos que un salto de fe. «Se habla mucho de nosotros y más desde que ha trascendido que la vacuna del Covid-19 está saliendo adelante con contratados temporales. Pero la gente olvida rápido. Olvida, por ejemplo, que esos laboratorios, una vez el suero en la calle, se van a cerrar y mucha gente no será renovada. Luego se irán al extranjero, innovarán fuera, y nos llevaremos las manos a la cabeza».

«Vivir en el corto plazo»

«Es agotador y a veces te preguntas quién te habrá mandado a ti meterte en este berenjenal. El primer año de casados, mi marido encontró trabajo en Cádiz y yo, en Salamanca. Ahora, al menos, estamos en la misma ciudad. Lo mejor es pensar a corto plazo, día a día, porque como lo hagas a futuro te puedes hundir. Sé que suena un poco inconsciente, pero se ha convertido casi en un mecanismo de supervivencia».

  1. Pilar López-Jamar | Educación especial

    «Llevo 16 años encadenando contratos, en mi categoría no hay oposiciones desde 1991»

Pilar reivindica una labor que es estructural, «siempre va a hacer falta».
Pilar reivindica una labor que es estructural, «siempre va a hacer falta».

Nada hacía pensar que esta licenciada en Geografía e Historia y máster en Derechos Humanos acabara en un colegio de educación especial, rodeada de niños con autismo, parálisis cerebral o síndrome de Down, «que a veces no te miran o no te hablan o se agreden a sí mismos o a los demás». Sin duda, un trabajo que no es para todo el mundo. Pilar les ayuda con las tareas de autonomía e higiene: les da de comer, cambia los pañales, les lleva al baño, vigila en el patio que no haya conflictos entre ellos...

Lleva 16 años en el mismo centro, «lo que pone de manifiesto que esta es una labor estructural, algo que va a hacer falta siempre». Pues bien, de las 30 personas que integran el equipo sólo dos son fijas (obtuvieron su plaza cuando el servicio estaba aún en manos del Ministerio de Educación). «La última vez que se convocaron oposiciones para esta categoría fue en 1991, hace 30 años. Un callejón sin salida», denuncia.

«Me da la risa»

Pilar, con pareja y un hijo de 12 años, es miembro de la Coordinadora Madrileña de Empleados Públicos en Fraude de Ley y fundadora de la Plataforma Estatal de Personal Público Temporal. Arremete contra la Administración por la «inmunidad» y «negligencia» con que actúa, obligada como está a convertir en fijas las plazas que ha cubierto de manera temporal pasado un tiempo. «Debería haber tenido ocho oportunidades de acceder a mi plaza, ocho, pero no he tenido ni una. Es más, ahora no la quiero. Te vas haciendo mayor, pierdes el hábito de estudio, tienes gente dependiente a tu cargo, pareja, hijos, una casa que llevar...».

«Azuzados por Bruselas, dicen que habrá convocatoria antes de fin de año, a turno libre y concurso-oposición. Vamos, que encima corro el riesgo de perder el puesto que me he ganado a pulso cuando lo que tendrían que hacer es resarcirme y darme la plaza que llevo desempeñando desde que el colegio abrió sus puertas. Me da igual como lo llamen, 'personal fijo a extinguir' o como quieran. Pero es de justicia».

- El ministro Iceta dice que en tres años se reducirá la temporalidad de la función pública y se hará fijos a 300.000 empleados.

- Me da un poco la risa, perdona. Nos hemos tirado mucho tiempo vulnerando las normas europeas sin consecuencias, y cuando las hay, la Administración tira con pólvora del rey, pagando las sanciones con dinero público. Y así nos va.

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