Sobral desmonta a Sobral en el Teatro Cervantes
Ni frágil, ni aburrido ni la voz de temas sencillos. El artista presenta pequeñas grandes canciones en un divertido directo plagado de guiños a la tierra
Salvador Sobral no es lo que parece. No es el tipo frágil que suponen tras su reciente trasplante de corazón. Desborda energía y fuerza en el escenario. No canta canciones sencillas y hermosas sin más, él las vive y las envuelve de potentes melodías. Y, sobre todo, no piensen que es ese «portugués triste de Eurovisión». «Se equivocan», advirtió. Salvador Sobral se encargó de desmontar, tema a tema, la imagen de sí mismo que trascendió tras romper los esquemas del concurso europeo con 'Amar pelos dois'. El singular artista -cuando canta y cuando habla- levantó tantos aplausos como carcajadas entre el público que llenó el Teatro Cervantes en el inicio de su gira española.
«Todo esto me parece un poco surrealista... pero es realidad», dijo al poco de empezar el recital y pedir que le encendieran las luces del auditorio. Quería comprobar que las personas realmente estaban allí, no como en otras ocasiones. «La verdad es que el concierto no es gran cosa, pero lo agradezco», añadió provocando las primeras risas. Se escucharían a lo largo de todo el recital, con sus intervenciones antes y después de cada canción, incluso en plena canción (improvisando, por ejemplo, una anécdota sobre un encuentro con una joven malagueña).
Consciente de que la «locura esa» de Eurovisión era lo que había impulsado a muchos a acudir al concierto, Sobral interpretó a mitad de la noche 'Amar pelos dois'. «Habrá que hacerla». Y el público rompió en aplausos con la primera frase. Pero le dio la vuelta al tema acercándolo al jazz que vertebró todo el recital y despidiéndolo con guasa, un toque flamenco y acento malagueño. Tenía gracia. Imaginen a un portugués que habla español con un deje venezolano imitando el andaluz. Pues así fue en varios momentos de la velada.
El auténtico
Ese delicado tema compuesto por su hermana era el gancho para, ahora sí, conocer al auténtico Sobral. El portugués ofreció un repertorio de pequeñas grandes canciones (preciosas 'Mano a mano' y 'Change', entre otras), temas sencillos de poéticas letras de amor y desamor que se crecían con la instrumentación de Júlio Resende al piano, André Rosinha al contrabajo y Bruno Pedroso a la batería. Y también con su interpretación. Salvador Sobral no se limita a cantar, vive los temas, los dramatiza hasta el extremo y les da su toque maestro con la voz. Con gorgoritos, con cambios drásticos del grave al agudo, falsetes «a lo Bee Gees», simulando una trompeta o emitiendo sonidos sin más. El músico juega con su garganta y la modula con originalidad. Un crooner peculiar que en ocasiones hasta rapea.
Cantó en inglés, español y portugués, y se preocupaba por que el público entendiera las letras. Las traducía y las explicaba, pero si no era suficiente... «que disfruten de la música». Un consejo que él fomentaba desapareciendo de la escena cuando no le tocaba estar frente al micrófono y cediendo todo el protagonismo a sus músicos. Y se lucieron con momentos de ritmo frenético, improvisaciones e hipnóticos solos.
Aunque admitió que seguiría cantando hasta la mañana siguiente por «40.000 euros más», todo tiene su fin. Y lo encaró con un bolero algo sui géneris y hasta tres bises en los que incluso se atrevió a cantar por Tabletom. «Pregunté por una canción de aquí y me propusieron esta», aclaró. 'El vampiro' fue la elegida. Una prueba más de que Salvador Sobral puede con esto y más.
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