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Regina Sotorrío
Jueves, 7 de julio 2016, 01:14
Dice Marco Frisina que cuando se termina esta vida en la que estamos «de ensayo», cada cual hará un examen a las puertas del cielo frente a Santa Cecilia y San Gregorio: «Y preguntarán: en tu vida, ¿has cantado o ha sido una pura desafinación?», comenta sonriente en una charla distendida. Monseñor Frisina, compositor, director del coro de la Diócesis de Roma y un habitual a la batuta de las grandes solemnidades vaticanas, visita por primera vez Andalucía para dirigir un encuentro coral en Málaga que culminará mañana con más de 300 jóvenes voces cantando en la Catedral (20.30 horas, entrada libre).
Marco Frisina transmite paz al hablar. Siempre en un tono pausado y amable, reconoce ante la prensa la emoción que siente al ver que sus composiciones «han llegado» a Málaga antes que él, explica las virtudes de la música para comunicar mensajes de amor y resalta la importancia de enseñar a cantar desde pequeños. «La música es en sí misma un acto de amor: une y eleva», declara. Suyo es el himno que suena en todas las JMJ (Jornada Mundial de la Juventud), Jesus Christ, you are my life; es autor de numerosos oratorios, cantos litúrgicos, óperas, bandas sonoras de películas (colabora en el proyecto audiovisual de la R.A.I. La Biblia, que supervisa Ennio Morricone), sinfonías, músicas de cámara... ¿Qué opina entonces sobre la piratería? «Debo decir la verdad, de la piratería de mi música estoy contento; aunque creo que mi editor no opinará lo mismo», responde entre risas. Y aclara: «Es evidente que es ilegal, pero es bonito que la gente quiera compartir mi música. Mi fin no es ganar dinero, es comunicar».
Porque para Frisina la música no es un fin, es un vehículo para transmitir. «Llega a donde no llegan las palabras ni la razón, ataca directamente al subconsciente. Y si la música es la adecuada, el corazón se abre en la dirección adecuada», señala, siempre acompañado de Antonio del Pino, Cátedra de Música Sacra, organista de la Catedral y el impulsor de este encuentro de coros.
Puntualiza Frisina que hay «música destinada a ser éxitos y a ganar mucho dinero», pero «eso para el cristiano no tiene sentido: el cristiano debe usarla para comunicar la paz, la libertad y el amor». En su opinión, «la música de consumo o comercial tiene una especie de alergia a la liturgia porque los fines son diversos».
Insiste en que las melodías, las canciones, ayudan a «rehumanizarnos en un mundo que ha perdido la capacidad de conmoverse». «Es capaz de hacer que el hombre vuelva a ser hombre», añade. Como recuerda que dijo el Papa Francisco en un concierto para los más necesitados, «con la música se puede sembrar la esperanza en el corazón de la gente». No obstante, en su ya conocida austeridad, el Pontífice evita aparecer en ciertos conciertos «para no parecer el rey absolutista al que se le ofrece la música y que la escucha desde su trono».
Puntualiza Frisina que la música sacra «no es un adorno, sino una parte de la liturgia», como lo son las oraciones o las lecturas. Y, como tal, «debe ser lo máximo a nivel de belleza, de cuidado y de esmero; pero no de dificultad ni de artificio, en la simplicidad hay cosas bellas», detalla.
Además del encuentro coral, Frisina ofrece hoy una conferencia (10.00 h.) y participa en una mesa redonda (12.00 h.) en la Sala María Cristina. Mañana se pondrá al frente de más de 300 jóvenes voces en la Catedral con obras de su repertorio. «Después de 50 años probablemente nadie se acuerde de mí, pero las cosas que se sembraron gracias a mi música florecerán quién sabe dónde», concluye.
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