Borrar
S. Salas/E. Hinojosa
Arte

El Museo de Málaga oculto

De la talla religiosa que un anónimo salvó de la quema del 31 a la pieza que no debería estar ahí. Este es un recorrido alternativo por una Aduana de historias fascinantes

Domingo, 17 de noviembre 2024, 00:53

Comenta

Hay un Museo de Málaga que no se suele ver, una galería alternativa llena de historias fascinantes que pasan inadvertidas para la mayoría ante el reclamo del impactante 'Y tenía corazón' de Simonet y la misteriosa tumba del guerrero. Este otro recorrido por La Aduana no se detiene en las salas principales, apenas las pisa: sus atractivos están en los pasillos, en el almacén y en un pequeño espacio al final de la ruta oficial. Entre ellos, hay piezas que no deberían estar aquí, otras que llegaron de puro milagro y algunas que hablan de la historia de Málaga, pero de otra manera.

Primera parada

El regreso a casa de La dama de la Aduana

Recibe al visitante nada más atravesar las enormes puertas del Palacio de la Aduana: una escultura sin cabeza tallada en un bloque de mármol blanco. Por su ropaje, con estola y un amplio manto, se sabe que es una mujer. Se trata de un vestigio de la Málaga romana, de finales del siglo I o comienzos del II d.C., y apareció justo en ese lugar. La pieza es parte de los descubrimientos arqueológicos que se produjeron durante la construcción del Palacio de la Aduana entre 1788 y 1789. Colocarla ahí representa su vuelta a casa. Porque La dama de la Aduana, como ya se la conoce, tuvo una agitada segunda vida, un periplo que reconstruyó el catedrático Pedro Rodríguez Oliva.

Se cree que el administrador general de Aduanas y responsable de las obras de Málaga, Pedro Ortega y Monroy se la llevó a su finca, cerca del Arroyo de los Ángeles, junto con otros hallazgos romanos. Allí permaneció hasta mediados del siglo XIX, cuando esos terrenos pasaron a propiedad de la familia Heredia y los fondos se integraron en la colección de los Marqueses de la Casa Loring en la finca de la Concepción. En 1937, en plena guerra civil, la escultura se trasladó a la recién restaurada Alcazaba para formar parte de un incipiente museo que, varios años después, el Estado transformó en Museo Provincial de Arqueología de Málaga. En 1996 dejó la fortaleza por unas nuevas obras de rehabilitación y se retiró a un almacén. Hasta 2016, cuando La dama de la Aduana regresó a su sitio original.

Segunda parada

La simbólica foto de Hauser y Menet de la Málaga del XIX

Tras pasar por el mostrador, miren hacia arriba. La fotografía de Hauser y Menet que abre el recorrido hacia las salas no está allí por casualidad. Esa vista de la ciudad desde el puerto, fechada en el último tercio del siglo XIX, cuenta la historia de este museo. Sobresalen por su tamaño dos edificios, la Catedral y la Aduana, y las chimeneas que se levantan en la zona oeste, rodeadas de barrios obreros, reflejan el desarrollo industrial de la ciudad. Pero en ese momento ya se había producido un cambio trascendental. Málaga había perdido la potencia industrial que la había hecho económicamente fuerte y que había aupado a una burguesía laica con muchos apellidos extranjeros. La actividad viró entonces hacia el turismo: Málaga quería ser una ciudad atractiva y cosmopolita, cambió su morfología con la calle Larios e impulsó dos museos: el de Bellas Artes y el Arqueológico. «Málaga crea los museos que necesita para su nuevo modelo de ciudad», explica la directora de la Aduana, María Morente. De hecho, el Bellas Artes de Málaga es probablemente el único de España que no abre con una colección de arte religioso de los bienes desamortizados de la iglesia, sino que lo hace con pintura contemporánea del XIX. Esa instantánea es la foto fija de ese periodo histórico.

Tercera parada

El gabinete de curiosidades del almacén visitable

No suban aún a las salas, sigan recto, porque algunas de las piezas más singulares de este museo no están expuestas. No al menos en las galerías 'nobles'. El de Málaga es uno de los pocos museos españoles con un almacén visitable donde se custodian cientos de piezas dispares, sin ningún orden cronológico ni de tipología, «pero con una intencionalidad concreta». «No tiene que ser un cuadro de una primera firma para que hoy día sea considerado patrimonio cultural», argumenta Morente. Algunas de esas pequeñas joyas se guardan en una especie de gabinete de curiosidades con vitrinas y cajones que el visitante puede abrir para descubrir en su interior piezas que van desde la prehistoria hasta el arte contemporáneo. Lo mismo hay armas que un anteojo para la ópera; cerámicas halladas en la Alcazaba o una colección de exvotos de un yacimiento arqueológico al sur de Italia que adquirió el marqués de Salamanca.

Cuarta parada

La maqueta más antigua de la arquitectura malagueña

Seguimos en el almacén, donde una pieza resulta familiar: son las columnas y la nave de la Catedral de Málaga, en miniatura. Se trata, como recoge en un artículo Rosario Camacho, de la maqueta más antigua que se conserva de la arquitectura malagueña, fechada en el siglo XVI. En esa época era habitual que los maestros arquitectos realizaran modelos tridimensionales y a escala de las grandes construcciones que abordaban como «el elemento más eficaz para traducir sus ideas a los oficiales del taller». Esta, en concreto, la presentó el maestro Diego de Vergara al Cabildo de la Catedral en 1550. Con unas dimensiones que superan los tres metros de largo y los dos de ancho, estaba hecha de escayola, mortero de yeso mezclado con gravilla y caliza tallada. Lo sorprendente de esta pieza es que haya llegado hasta nuestros días porque, una vez que ya no resultaban útiles, se reutilizaban. De hecho, su hallazgo fue totalmente casual. Cuenta Camacho que en 1931, al derribarse las casillas de la calle Cañón para liberar la cabecera de la Catedral, aparecieron fragmentos de la maqueta, cuyo yeso se había utilizado como relleno de un muro de la casa del sacristán mayor. Siete años después, José Molina Trujillo, restaurador de la Alhambra y la Alcazaba, recompuso la maqueta. Según han podido averiguar los expertos, el trabajo no fue del todo fiel al original, pesando en la reconstrucción la imagen actual de la Catedral y dejando de lado fragmentos que no encajaban. Aún así, su conservación es fundamental «para conocer la evolución de la Catedral» y para el «estudio de la arquitectura del Renacimiento».

Quinta parada

El falso Baco romano que salió del mar

Al final del almacén, hay una estilizada figura que vale más por su historia que por sí misma. Es un Baco tallado en un bloque de mármol que se rescató del fondo del mar en el verano de 1961, de entre los restos de un enigmático naufragio frente a la playa de Torrequebrada, en Benalmádena. Tiene apariencia de escultura romana y así se consideró durante mucho tiempo. El impacto de la noticia fue tal que incluso el Premio Nobel Vicente Aleixandre le dedicó un poema, 'Hijos de la mar'. No obstante, sucesivas investigaciones fueron desentrañando el misterio. Un artículo de Pedro Rodríguez Oliva para el Anuario de la Academia de Bellas Artes de San Telmo detalla cada paso. Primero se determinó que el pecio no era antiguo, que se trataba de una embarcación contemporánea por la calidad de los materiales. Una década después, se confirmaban las sospechas: en los años 70, la aparición en la zona del hundimiento de una Artemis de características similares al Baco, corroboraba la hipótesis de que ambas piezas eran obra de un mismo taller italiano, esculturas neoclásicas decimonónicas destinadas, probablemente, a adornar el jardín de algún aristócrata europeo. Pero, ¿de dónde venían? El Grupo de Arqueología Subacuática Nerea recibió el encargo del Ayuntamiento de Benalmádena de investigar su origen y así, en 2003, se supo que el barco era inglés, que se llamaba 'Isabella' y que, con una carga de mármoles en sus bodegas, cubría la ruta de Génova a Calcuta. La fuerza del temporal lo hundió el 4 de marzo de 1855. El nombre de la persona que se quedó esperando esas piezas para su lujosa casa aún es una incógnita.

Sexta parada

La cabeza de San Juan de Dios salvada de la quema

Subimos a la primera planta, a la zona dedicada a las Bellas Artes, pero lo que aquí nos interesa está al final de la ruta. El museo se ha reservado un pequeño espacio para contar su historia y el origen de sus fondos. Porque algunos llegaron de milagro, como la Cabeza de San Juan de Dios. En mayo de 1931, alguien la dejó a las puertas del museo (entonces en la Constitución) como si fuera un bebé, en una caja y con una carta anónima: «Un malagueño devoto del arte escultórico y fervoroso del de Pedro de Mena ha pasado por el dolor de ver en informe montón de astillas las más hermosas obras del insigne artista». En una de esas «inmensas piras» identificó la cabeza de una escultura que pertenecía a la iglesia de Santiago y «arrostrando el peligro que suponía» la rescató. Sin mencionar ideología, se intuye que participaba de la quema de conventos. La talla es de Fernando Ortiz, discípulo de Mena.

Última parada

Un cráneo de delfín y una pieza egipcia 'sin papeles'

Estamos en un Museo de Bellas Artes y Arqueológico, entonces, ¿qué hace el cráneo de un delfín en una vitrina? Su llegada al centro tiene como origen un hermoso gesto. La Sociedad Malagueña de Ciencias, fundada en 1872 y germen de la actual Academia Malagueña de Ciencias, quiso dar la bienvenida al nuevo museo que nacía en Málaga en 1915. Era la primera gran institución cultural que se creaba en la ciudad y por eso le regaló para sus fondos lo que para la sociedad científica de la época era un tesoro, un cráneo de un cetáceo. «A su casa viene», bromea la directora del museo.

Otros objetos curiosos ingresaron durante la guerra civil. Los museos se convirtieron en esos años en una especie de casas de empeño donde se podían dejar en custodia artículos valiosos para recogerlos después del conflicto. «Era una forma de garantizar que el patrimonio no desapareciera». Sin embargo, el dueño de una licorera del siglo XVII nunca la reclamó y ahora se expone en el rincón que cuenta la historia de la pinacoteca. El cónsul de Brasil, que vivía en el Limonar, entregó un azulejo persa y, en agradecimiento a su protección, lo acabó regalando.De algunos de ellos se desconoce su procedencia. Como una pieza egipcia de la que no hay registros de cómo llegó al museo. Supuestamente Manuel Casamar, uno de los antiguos directores del Bellas Artes y Arqueológico, lo compró en Egipto y lo incorporó al museo, pero no hay ninguna información al respecto. «Es un 'sin papeles'».

Formato y diseño:

Encarni Hinojosa

Fotografías

Salvador Salas

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur El Museo de Málaga oculto

El Museo de Málaga oculto