IÑAKI ESTEBAN
Martes, 27 de febrero 2018, 01:15
A menos de tres de semanas de que Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) inaugure una exposición en el Guggenheim, llegó ayer la noticia de la muerte, a los 90 años, de Juan Hidalgo. Ambos pertenecieron al grupo artístico ZAJ, practicantes de la performance cuando en los años sesenta sólo unos pocos sabían en España lo que era y significaba.
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Pintor, poeta, músico, fotógrafo, artista postal, revitalizó el legado del dadaísmo de Marcel Duchamp, a quien dedicó una de sus composiciones musicales. En ellas estuvo centrado en la primera parte de su carrera creativa. Con sus aparentes absurdos en piezas como 'Música para 6 condones y 1 intérprete varón', desafió los mensajes triviales y moralistas del franquismo y abrió las pocas conciencias de los que asistían a sus actuaciones.
Ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2016 por méritos propios y también por el reconocimiento a los precursores del arte conceptual en España que se ha dado en los últimos años, como la propia Esther Ferrer o Valcárcel Medina, cuya influencia en los artistas jóvenes es patente. Declaró que si hubiera formado parte del 'establishment' artístico se lo habría llevado antes, y no a los 89 años. Pero no se quejaba y declaraba con naturalidad que los 30.000 euros del premio le iban a venir muy bien.
De origen canario, vestía de una manera colorista y un punto estrafalaria, que casaba muy bien con el carácter bromista de su arte. En una de acciones con el grupo ZAJ, reunió al público en las puertas de un teatro. Cuando los espectadores entraban en la sala, se topaban con un enjambre de andamios, rampas y escaleras que tenían que atravesar hasta llegar a su butaca. Ya sentados, apareció Hidalgo vestido como un director de orquesta, saludó ceremoniosamente y se marchó. La acción había terminado.
Como la mayoría de los artistas conceptuales de la época en España, poseía un espíritu revolucionario y un eco cercano a cero. Continuó su trayectoria cuando la pintura neoexpresionista arreciaba y el arte como el suyo sufría un descarado ninguneo. En los noventa comenzó a variar la dirección del viento y el panorama se llenó de artistas conceptuales. Hidalgo ya era un mito y, en consecuencia, el Reina Sofía le dedicó una muestra junto a otro de los fundadores de ZAJ, Walter Marchetti.
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