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«Primero hay que mirarse», lanza la voz grave de Manuel Viola. Y entonces cuenta cómo se coloca, por ejemplo, ante ese anciano de barba blanca como el turbante que denota su escalafón en la iglesia ortodoxa. Ambos se miran en silencio, frente a frente, Viola hace un gesto con su cámara, el hombre aprueba sin una palabra y el fotógrafo lanza su retrato.
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Lo mismo con esa niña sentada en el suelo con las piernas recogidas, con el sacerdote de otra imagen, con la madre que sobrelleva a sus hijos pequeños. Todos miran a la cámara. «Me interesa la empatía», comparte Viola antes de rematar con un lema vital y creativo: «A la gente hay que dignificarla». Y justo ahí, de ese vigor, nace de la delicada belleza, casi hiriente, de las instantáneas que componen 'Etiopía, ortodoxia inmóvil', la exposición que este viernes (20.00 horas) se inaugura en la Casa Museo de Mijas Pueblo.
La muestra reúne una selección de treinta instantáneas realizadas por Viola durante los últimos cinco años en torno a las comunidades de fieles de la iglesia ortodoxa instaladas en el norte de Etiopía. Viola ha viajado en cuatro ocasiones a esa zona del país africano, una de las más devastadas por la pobreza en todo el planeta. Y sin embargo, aquí no hay lugar para la miseria palmaria. Aquí los vecinos de Lalileba, de las inmediaciones del Lago Tana o de Mekele lucen sus modestas mejores galas en misas que a menudo empiezan a las cuatro de la madrugada en iglesias excavadas en la tierra seca.
«Con el tiempo, estoy aprendiendo a tener paciencia –sigue Viola–. Llegas, te sientas y esperas que pase«. Y así pasa, por ejemplo, que dos hombres que rezan bajo la iglesia de San Jorge te permitan entrar en su estancia privada para captar ese instante de intimidad, que los sacerdotes posen ante la cámara sin pompa ni artificio, que el delirio de la fe quede reflejado en el claroscuro de las catacumbas.
Además, Viola brinda aquí una novedad sugerente respecto a la tónica habitual de su trabajo. Porque la muestra programada hasta el próximo 3 de febrero en la Casa Museo de Mijas Pueblo ofrece una de las contadas ocasiones en las que el autor abandona su tradicional blanco y negro para adentrarse en la fotografía en color. Así llega también el contraste entre las ropas blancas de los fieles y el vivo cromatismo de las túnicas de los sacerdotes, el verde de la vegetación en contraste con el pardo seco de la tierra y siempre con un tratamiento de la composición y de la luz que aproxima la obra de Manuel Viola a las fronteras de cierta filiación pictórica.
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Claro que él se desmarca pronto de cualquier asomo de etiqueta esteticista. «Todo lo que ves está sucediendo así en ese preciso instante», ofrece Viola, hasta el pasado verano presidente de la Sociedad Fotográfica de Málaga, vicepresidente de la Federación Andaluza de Fotografía y reciente Premio Nacional de la Confederación Española de Fotografía.
Autodidacta desde los 12 años, Viola compagina su trayectoria como fotógrafo con la gestión sanitaria. Y así, una férrea vocación social marca su trabajo fotográfico en una veintena de países de todo el mundo. Una pasión viajera que dentro de unas semanas le llevará de nuevo al norte de Etiopía. Pero, ¿por qué volver después de cuatro estancias y de más de 50.000 instantáneas sobre el terreno? Y entonces Viola mira de nuevo fijo a los ojos y confiesa con una leve sonrisa: «Todavía me quedan fotos por hacer allí».
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Título. 'Etiopía, ortodoxia inmóvil'.
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