
Manu Sánchez es un experto en desmontar tópicos. Es humorista, pero también un serio presentador y un empresario con su propia productora. Trabaja a nivel ... nacional, pero habla en un perfecto andaluz, sin forzar la 's', aspirando la 'h' y omitiendo la 'd' de las terminaciones. No «corregirlo» al entender que no hay «nada estropeado» le ha costado algún trabajo y algún descalificativo que otro en sus inicios. Pero, en andaluz y desde Andalucía, Manu Sánchez se ha hecho un hueco en la radio, en la televisión (conduce 'Tierra de talento' en Canal Sur) y en el teatro. Este viernes (18.00 h.) y sábado (12.00 y 18.00 h.) presenta en el Cervantes 'El Gran Emigrante' con tres funciones que ya rozan el aforo máximo permitido.
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–'El Gran Emigrante' llega a Málaga. ¿Y qué se encuentra aquí?
–Se va a encontrar con un sitio que le resulta muy peculiar. Al final el exotismo está en el ojo del forastero, del que viene de fuera. Y el Gran Emigrante viene de muy afuera, de galaxias lejanas. Viene con todo su poderío y tecnología, mirando por encima del hombro, pero se quedará con una mano delante y otra detrás y vamos a ver cómo cambia su forma de ver este planeta y Málaga en concreto. Porque una cosa es ir a los sitios de turismo y otra cosa es estar en los sitios buscándose la vida.
–Vernos a través de los ojos del Gran Emigrante, ¿es una forma de resaltar nuestros complejos para acabar con ellos?
–Las caricaturas funcionan cuando caricaturizan cosas que son verdad. El humor tiene ese espíritu terapéutico y sanador. Venimos a reírnos de todo pero también de nosotros mismos.
–¿Cuál es el mayor complejo?
–El complejo de inferioridad. Creo que más que seguir reivindicando el sentirnos orgullosos de lo que somos, tenemos que tomar conciencia de lo que somos para que no nos digan cosas que no son ciertas, para asumir errores y revelarnos contra las mentiras.
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–¿Habla desde el punto de vista de un andaluz o de un español?
–Desde luego, dentro de España, Andalucía siempre ha sido tratada como la Cenicienta, y tenemos que luchar para que el cuento acabe bien, sin lugar a dudas.
–Usted, de momento, se ha convertido en uno de los mayores defensores del acento andaluz.
–Yo no he pretendido en ningún momento abanderar nada, pero desde el principio me atacaron por el acento. La primera vez que salí a trabajar de lo mío fue en TVE y ahí es cuando me di cuenta que era exótico. Obviamente, en mi ciudad yo hablaba lo normal, si es que eso existe. Cuando salí fuera es cuando me dijeron que esto era una cosa que tenía que corregir. Como entendía que no había nada estropeado, no tenía nada que arreglar. Me costó algún trabajo que otro, algún descalificativo, ser tratado como el cateto de la tele, al que le preguntaban si fuera de Andalucía se me entendía. Como si hablara esperanto. Me pasó hace casi 20 años y lo que sí estoy viviendo con cierto optimismo es que vamos tomando conciencia de que en España hay diversidad, que los acentos son una denominación de origen y nadie querría que todos los vinos supieran igual.
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–¿Ha perdido trabajos por el acento andaluz?
–Sin lugar a dudas, he perdido trabajos por no querer cambiar el acento. Cualquiera que se dedique a la comunicación, lo sabe. Los andaluces tienen que aprender esa aberración del español neutro, un español que no se habla en ningún sitio y al que nos obligaron a hacernos el oído para que nos olvidáramos de que los gallegos tienen sus peculiaridades, los vascos las suyas, los canarios las suyas...
–¿Hoy le sigue cerrando puertas?
–No lo sé. Desde hace un tiempo me voy fabricando mis puertas y cuando una no se abre, me voy a otra. Abrí la productora en 2007 y produzco mis propios espectáculos, soy empresario en el teatro y en la tele, tengo un canal de distribución, una tiquetera online... Creo que está cambiando, pero todavía cuesta hacer cosas a nivel nacional con un CIF andaluz, todavía te preguntan dónde están tus oficinas en Madrid, como si fuera un paso indispensable para la conquista de lo nacional. Si la tierra es para el que la trabaja, también la cultura es para el que la trabaja. Nadie pone en duda que aquí hay poetas, escritores, cantantes, dramaturgos... pero cuando rascamos, los CIF de las compañías de discos, editoriales de libros y las productoras televisivas son de fuera de Andalucía. Debemos crear industria cultural en Andalucía para controlar el producto y contarnos desde dentro.
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–¿Habla del rey emérito en su obra? Es uno de nuestros grandes emigrantes…
–Hombre. El Gran Emigrante lo primero que pide es hablar con el líder. Y aquí tiene algunas dudas de quién es el líder, si es el emérito o el hijo, si el presidente o el vicepresidente... Sí, hay una parte de 'El Gran Emigrante' dedicado a otro gran emigrante como es el padre de las vacunadas.
–Es que dan mucho juego...
–Es que son... El juego que da la Familia Real hace plantearse si se puede ser cómico y republicano: la necesitamos.
–Usted es republicano confeso.
–Sí, porque se puede heredar el astigmatismo, la diabetes, un piso en la playa... pero me parece peligroso heredar la jefatura del Estado. Felipe VI me encanta. Si se presentara a presidente de la República yo lo votaría. Pero no va de eso esta historia. La historia va de que si es un zopenco también te lo tienes que quedar.
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–¿Se autocensura?
–A mí me encanta que el humor ofenda. Si el humor solo entretiene, a la gente que la entretenga su puñetera madre. Obviamente ahora tenemos más alarmas que hace unos años; la alarma del machismo, del racismo, de la homofobia... y me parece estupendo porque nos hace ser una sociedad mejor. Pero el humor es una cuestión de puntería. Yo intento molestar a quien quiero molestar. Me gusta pensar que vienen a vernos como quien va a ver a los trapecistas. Tú no quieres que se maten, pero tú vas a verlos porque se pueden matar. La comedia en la que nos gusta meternos en charcos tiene un plus cuando sales vivo, cuando no te has matado, cuando hacemos una broma con sarcasmo e ironía.
–Mójese: ¿Pablo Hasél tiene que estar en la cárcel?
–No lo sé. Pablo Hasél es carajote. Lo que no sé es si por carajote te pueden meter en la cárcel. La libertad de expresión es el sacrosanto derecho que tenemos cada uno a ser gilipollas. Ahora, yo no seré quien parta una lanza por Pablo Hasél, porque me parece un ser despreciable. Defiendo a pies juntillas la libertad de expresión, pero también creo que el humor y la inteligencia están para que no te metan el cárcel.
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