Cuando aún vivía en Nueva York, Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) recibió un correo electrónico de un tal Nacho Vegas (Gijón, 1974) alabando su disco 'Frozen ... pool'. Ella ya era un mito de la música popular española, desde la eclosión comercial de '¡Chas! y aparezco a tu lado' hasta su conversión como referente 'indie'; él acababa de grabar sus primeras canciones en solitario tras abandonar el grupo Manta Ray y aún no era el cantautor de culto en que se acabaría convirtiendo. Años después de aquel e-mail sin respuesta, Rockdelux les propuso trabajar juntos. El entendimiento fue instantáneo. En apenas unos días compusieron las siete canciones de 'Verano fatal' (2007), colaboración que derivó en un romance que todos vieron venir salvo ellos mismos. Las adicciones de Vegas complicaron la relación, que inspiró a ambos en sus discos posteriores, repletos de alusiones mutuas y alguna pulla.
«Tal vez no debí dejar / que jugaras con mi falda», lamenta Christina en 'La distancia adecuada', antes de reprochar los problemas de Nacho con la heroína: «Esa señorita / que rima conmigo, / que te ronda siempre alrededor, / es tu favorita, / te lleva consigo / y te gusta más que mi canción». Tiempo después de que rompieran, Vegas escribió 'La gran broma final': «Puede que el tiempo te dé la razón, / pero no queda tiempo, hoy es el día / en que dos planetas se estrellarán / mientras tú concedes entrevistas». Aquel tema forma parte de 'La zona sucia', donde Vegas eleva su vuelo poético, también con referencias al matrimonio de Rosenvinge con el escritor Ray Loriga: «Recorrí todos esos caminos / que debió recorrer algún día él. / Releí uno a uno sus libros / buscando pistas en ellos / y en cada una de sus páginas / he acabado encontrándote». Christina ya había ajustado cuentas con aquel episodio en 'Negro cinturón': «No pienso volver al infierno / de la vida conyugal».
Todo comenzó como un juego, como uno de esos cadáveres exquisitos que entretenían a los surrealistas franceses en los años veinte. Las canciones de 'Verano fatal' están escritas con retales de conversaciones y mensajes entre ambos. En una ocasión, Rosenvinge lanzó un verso lapidario: «Lo natural es odiarse». Nacho lo incluyó en 'Me he perdido', con alusiones a los inicios de Álex & Christina: «Te adiviné en tu balcón / silbando una larguísima canción, / pensando ¿es esto lo correcto o no?, / así que hice ¡chas! y aparecí a tu lado». Esa canción contiene palabras de hasta siete sílabas, como imperturbabilidad, un vicio recurrente en las letras de Vegas que Rosenvinge, autora de un arsenal de canciones en inglés, con vocablos más cortos, detestaba. Ella respondió en 'Humo': «Me resbalo por tus erres, por tus emes, / por tus as, que se pegan a mi cuello / como perlas de un collar».
Nacho había llegado a un pacto con Christina para desintoxicarse. Ya se había asomado al abismo demasiadas veces. «Las buenas cosas mueren bajo el sol», había escrito años antes en 'El ángel Simón', en memoria de su padre, fallecido una mañana de agosto «reinventada hasta la saciedad, / sin lograr encontrar nada de nada, / ni una explicación, ni un porqué / al que poderme aferrar». Rosenvinge le animó a recuperarse: «Yo buscando tu fuerza / y tú, mi debilidad». Los prejuicios iniciales eran inevitables. Ella no se había desprendido de la etiqueta de mujer fatal, distante hasta la estupidez, y él a menudo quedaba reducido en las críticas de sus primeros trabajos a chico talentoso pero torturado por sus propios fantasmas. No tardaron en desmontar aquellos clichés. Christina pensó de Nacho que era «un buenazo» y él enseguida comprobó el cartón piedra de la supuesta tiranía de la cantante de 'Voy en un coche'.
Cuando Rosenvinge escuchó en directo las primeras canciones de 'La zona sucia' de Vegas («Ha cundido el pánico en Madrid, / salen fotos en la prensa rosa»), escribió 'Weekend' en una servilleta: «Con el verdadero amor se hacen casas de ladrillo, / pero con esto que hay entre tú y yo sólo salen estribillos». Aquella letra, incluida en el álbum 'La joven Dolores', dejaba claros los motivos del desplome de su relación: «Adoro tus encantos, pero me voy de aquí. / El abismo es un lujo que no me puedo permitir».
En 'Lole y Bolán', de 'El manifiesto desastre', ambos mantienen un irónico diálogo susurrado, con cita final de Homer Simpson:
-A ver, Christina, dime, ¿a dónde nos conduce todo esto?
-Yo qué sé, Nacho, cada vez que creo que sé a dónde voy acabo en un sitio distinto. El destino es el único accidente posible.
-No sé, Christina, yo estoy de acuerdo en teoría, pero en teoría funciona incluso el comunismo.
Las referencias entre ambos, o tal vez entre los personajes que crearon en 'Verano fatal', no han cesado desde entonces. Rosenvinge, reconocida en 2018 con el Premio Nacional de las Músicas Actuales, recoge ahora los frutos de una carrera que casi nunca ha sido fácil. Vegas lleva años volcado en proyectos políticos y humanitarios, arrinconando la oscuridad de discos anteriores. Ahora mantienen una relación «excelente». En 'Violética', el disco de Vegas inspirado en Violeta Parra y publicado hace dos años, cantaron juntos por última vez hasta ahora. Eligieron, como en un guiño final, 'Maldigo del alto cielo', de la cantautora chilena: «Maldigo el vocablo amor / con toda su brujería».
Christina Rosenvinge y Nacho Vegas
Verano fatal
Te vi en un escenario
intentando disparar...
A este chico solitario
no me tengo que acercar.
Tus ojos me encontraron
en la última canción,
no sé si era una promesa
o una premonición.
Te observo al descender
y una extraña sensación después:
cómo poco a poco
voy empezando a encoger.
Llegando a la ciudad,
la mujer del tiempo nos dirá
que a una primavera en calma
siempre le sucederá
un verano fatal...
No tenemos que escondernos,
alguien nos encontrará.
Hacer siempre lo incorrecto
es una forma de acertar.
La mañana nos recoge
donde muere la ciudad.
Yo buscando tu fuerza
y tú, mi debilidad.
Te vuelvo a escuchar
con esa forma especial de hablar:
«Para ser un buen cantante
tienes que desafinar».
Hoy hace más calor
y me tienes atrapado en tu rincón.
¿Quién podía imaginar
lo que nos iba a deparar
un verano fatal?
Y aquí las noches llegan
y nos pasan como un reactor
Y todo lo que nace
nace casi como por error
Y las gaviotas chillan
que ya está cerca el final
de un verano fatal.
Te pierdo entre la gente
que ha venido a celebrar
que llega el presidente
y dice que nos va a salvar.
Veo pasos en la orilla
y te vuelvo a encontrar
en el agua de rodillas,
rezando hacia alta mar.
Y hablamos del amor,
pero es la hora del adiós,
y hay un viejo que nos amenaza
con su acordeón.
Y al huir de la ciudad
la mujer del tiempo nos dirá
que a un otoño desastroso
siempre le precederá
un verano fatal.
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