Borrar
Atencia, esta mañana. Foto: Francis Silva | Vídeo: Pedro J. Quero
María Victoria Atencia, contra la eternidad: «¿Un icono? Lo que soy es una abuela»

María Victoria Atencia, contra la eternidad: «¿Un icono? Lo que soy es una abuela»

La Academia de Bellas Artes de San Telmo edita en colaboración con la CEM y la familia Torres un libro en homenaje a la autora malagueña, que acaba de cumplir noventa años y mantiene su silencio poético: «Creo que el parón es definitivo»

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 30 de noviembre 2021, 16:25

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

«¿Un icono?», pregunta sorprendida, con los ojos acuosos y muy abiertos, agarrada al brazo de su interlocutor, la mano aún temblorosa tras terminar de recitar para un auditorio repleto. «Lo que soy es una abuela que ha llegado aquí gracias a las circunstancias», contesta a este periódico. Así, con una frase sencilla en apariencia pero rotunda como uno de sus versos, María Victoria Atencia se sacude cualquier atisbo de grandilocuencia de los hombros. Hace tiempo que abandonó el primer plano de las presentaciones, cada aparición elegida con mimo, pero acaba de soplar noventa velas y la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo lo celebra con la edición de 'Certeza de la luz', un libro que, en colaboración de la Fundación de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) y la familia Torres, reúne algunos de sus poemas y congrega a casi un centenar de colegas como Juana Castro, Enrique Brickman, Pere Gimferrer, Juan Antonio González Iglesias y Clara Janés, que aportan cartas y obras, confesiones y agradecimientos.

«Me doy cuenta de que nunca nos hemos dirigido una carta», revela Chantal Maillard: «Es hora de que lo haga y no es malo que sea en los umbrales, esos en los que habito hace tiempo y a los que tú también te asomaste». Y luego le rinde homenaje: «Quiero decirte que sin tu presencia Málaga no habría sido la misma. Nadie ha sabido estar más atenta que tú al vuelo imperceptible de las sílabas, al gorjeo del pájaro, a esos rayos de luz que atraviesan la estancia o el íntimo murmullo de las cosas». Unas páginas antes firma un nombre menos conocido, aunque de vínculo indestructible con Atencia: su hija Eugenia. «Aún recuerdo aquellas tardes que juntas pasábamos cuando apenas tenía diez años. Uno de esos días te regalé mis primeros poemas».

Una foto de María Victoria, el pelo recogido como casi siempre, la camisa desabrochada a la altura de la garganta y una sonrisa sincera, madura, deslumbra en la página 139. Es un retrato que le tomó su marido Rafael León hace casi cuarenta años. «Perderlo fue un trauma», reconoce en una breve conversación con SUR: ya no concede entrevistas. Ya todo está dicho, ya todo está escrito. Rafael, marido y maestro, editor, amante, a veces enemigo, cómplice todo el tiempo, murió hace ahora una década, horas después de que Atencia fuese investida doctora honoris causa por la Universidad de Málaga (UMA).

Francis Silva

Aquel zarpazo enmudeció la voz poética de María Victoria, que no ha vuelto a escribir: «Hay momentos en los que escribes y momentos en los que paras». Sabe de lo que habla. Entre los años sesenta y setenta pasó quince años sin publicar, un silencio poco explicado que los críticos achacan a la muerte de sus padres y la maternidad, aunque parece que no fueron las únicas razones. Había descubierto a autores como Shakespeare, Dante o Rilke, cuyo impacto tardó en procesar, y se sentía lejos de la poesía social que practicaba la mayoría de sus coetáneos. Sólo un «desequilibrio en mi vida amorosa», según confesaría años después, le devolvió el impulso de la escritura. El resultado fue 'Marta & María', uno de sus libros más poderosos, marcado por la necesidad de recomponer el gesto en medio del desgarro sentimental: «Y aunque un frío finísimo paralizó mi sangre, / estuvo a punto el té, como todos los días».

«Si la escritura viene», adelanta ahora, «estupendo». Pero no parece que sea el caso: «Creo que el parón es definitivo, aunque eso viene si Dios quiere». En esa mano etérea a la que se ha agarrado tantas veces, incluso durante las etapas de mayor flaqueza en su fe constante pero no ciega, deja cualquier horizonte, incluso el de la muerte. Ya lo escribió en 'Con la mesa dispuesta': «Porque tengo hecho el ánimo y no ha de notar nadie / ningún cambio en mi rostro. Las risas de los niños / seguirán sobre el blanco mantel de los bordados / aunque sienta en acecho, mientras sirvo, tus ojos. / Tragar ya me es difícil. La garganta está helada. / Marcharé sin protesta allí donde me lleves».

Vídeo. La Real Academia de Bellas Artes de San Telmo presentó el libro 'Certeza de la luz' Pedro J. Quero

Ya nonagenaria, consolidada como una de los mejores poetas españoles del último siglo, eterna candidata a premios como el Princesa de Asturias y el Cervantes, para cuya concesión sin embargo nunca ha movido un dedo, enredada en asuntos para ella más importantes como repartir en la casa «amor y pan y fruta», María Victoria Atencia reaparecía este martes en el salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, una institución a la que accedió hace casi cuatro décadas de la mano de su padrino «de pila y de academia» Enrique Atencia. «San Telmo también es mi familia», explica antes de pedir que su lazo con la Academia no se pierda entre el resto de anotaciones: «Eso ponlo en el periódico».

Francis Silva

Arropada por José Manuel Cabra de Luna, presidente de la Academia, y Javier González de Lara, presidente de la Fundación CEM, ante un salón de actos repleto, al calor de amigos como Aurora Luque, José Infante, Francisco Ruiz Noguera, Victoria Abón y José Antonio Mesa Toré, María Victoria ha leído un discurso breve pero emocionante: «No soy en este día la misma persona que entró por las puertas de esta casa. (...) Abro los brazos y a todos los que me acompañan hoy los estrecho contra mi corazón agradecido». La lectura tambaleante del discurso contrastó enseguida con el recital poderoso, de corrido, de poemas como 'Marta y María' («De poco o nada sirven, fuera de tus razones, / la casa y sus quehaceres, la cocina y el huerto. / Eres todo mi ocio: / qué importa que mi hermana o los demás murmuren, / si en mi defensa sales, ya que sólo amor cuenta»), 'Mar' («Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas: / comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas»), 'Papel' (dedicado a su marido Rafael: «Un estado anterior a la página en blanco / son las fibras del hilo / que antes vistieron, desnudaron cuerpos») o 'Certeza de la luz', que da nombre a este volumen: «Nada sé de este abrirse la luz de cada día».

Una ovación, con los asistentes puestos en pie, sucedió a la lectura de poemas. Atencia, como si ignorase su condición de poeta colosal, de icono empeñada en reducirse a su papel de «abuela», se llevaba la mano al pecho, entre agradecida y desbordada, quién sabe si tejiendo un último verso, «una prestancia que demore a la muerte».

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios