Antonio Soler
Antonio Soler: «Repetir fórmulas o libros que han funcionado me llevaría al aburrimiento»El escritor publica 'Yo que fui un perro', una novela con forma de diario en el que se pone en la piel de un maltratador psicológico
Parece una novela, pero es la realidad. Antonio Soler (Málaga, 1956) encontró once cuartillas manuscritas hace más de treinta años en unos libros que le ... regalaron. Allí leyó el esbozo del diario de un manipulador y el germen de un maltratador. Hasta aquí la historia real que se ha convertido en ficción en 'Yo que fui un perro', la nueva novela del escritor que llega este miércoles 13 a las librerías y en la que asume el reto de meterse en la piel de un aprendiz de monstruo en un tiempo en el que las actitudes machistas no creaban la alarma de hoy día. El autor de 'Sur' y 'Las bailarinas muertas' compone todo un tratado sobre el control y el abuso psicológico que tiene como protagonista a Carlos, un estudiante de Medicina, del que cualquier vecino diría que es un chico «normal». Pero su diario cuenta otra cosa.
–Al final ha acabado usted escribiendo una novela de amor, aunque tóxico.
–Ja, ja. Es verdad, aunque 'El nombre que ahora digo' era una novela ambientada en la guerra civil, pero básicamente una historia de amor, aunque sin toxicidad.
–El origen de 'Yo que fui un perro' es casi novelesco con esas once cuartillas manuscritas que encontró en 1991.
–Es un recurso que se usa mucho en la ficción, pero que en este caso es real. Una antigua vecina le entregó a mi madre unos libros para mí y, ojeando uno de ellos, encontré dentro unas cuantas páginas de un diario escrito a mano. Era un material pequeño para un libro, pero era tan intenso que vi el germen de esta novela y, a su vez, el germen de un manipulador.
–¿Y por qué ahora?
–En aquel tiempo, a lo mejor no tenía la confianza en mí mismo o la pericia para partir de un material tan exiguo y construir una novela. Pero hace un par de años, me acordé de aquello y al volver a leerlo vi que había una historia con el añadido de contarla desde el personaje. Como escritor, yo quedaba en la segunda fila y el que tenía la voz narrativa era Carlos. La realidad que construye es completamente subjetiva y me parecía interesante que, a medida que va retratando la realidad y los personajes que le rodean, el que más se está retratando es él. El libro va construyendo un autorretrato del tipo que lo escribe y, en ese sentido, por la boca muere el pez.
–Usted es poco dado a repetir fórmulas. ¿Este diario de un manipulador era un reto?
–Repetir las fórmulas y los libros que han funcionado me llevaría al aburrimiento. No estoy aquí para hacer un trabajo en cadena. Nunca he llevado un diario, por lo que era un desafío. A lo que se unía contar la realidad de un tipo obsesivo y perturbado desde su propia voz.
–Usted suele retratar a perdedores. ¿Cómo ha sido meterse en la piel de un maltratador?
–Para mí fueron muy importantes esas páginas manuscritas, porque literariamente no tenían valor, pero el tono me dio la pauta. Ha sido un salto a la piscina, pero el pensamiento del individuo ya estaba ahí por lo que intenté coger su hilo mental y continuar.
–El diario está plagado de tachaduras , pero no porque Carlos se arrepienta, sino porque teme que lo podamos leer los demás.
–Escribir un diario plantea esa cuestión: escribo para mí y no quiero que nadie lo lea. Pero el lenguaje es una vía de comunicación y, por muy en secreto que se quiera mantener, en algún momento puede haber un receptor. Y ante esa cuestión, cuando Carlos considera que ha dicho algo demasiado grave, rectifica y se lo guarda. Y eso que tacha deja entrever hasta dónde llega la obsesión de este maltratador psicológico.
«Nunca he llevado un diario, por lo que era un desafío escribir el de un maltratador psicológico»
–¿Nunca ha llevado un diario?
–Con 15 años lo hice cuando había una niña que me gustaba. Fue una Navidad que me regalaron un diario con un candadito y me sentí obligado a usarlo. Y hace ya tiempo, al iniciar una novela, lleve un diario sobre la creación del propio libro, pero le quitaba tanto espacio a la novela que no pasó de diez o doce páginas. En 'Sur' aparece el diario de un atleta que eran fragmentos que había escrito con veintitantos años, pero no en forma de diario. Eran reflexiones que aproveché y le di forma de diario.
–¿Su autobiografía está mezclada con la ficción en sus novelas?
–Sí, aunque descifrarlo al completo sería muy complicado. Recuerdo que me plantearon una tesis doctoral para deslindar la autobiografía de la ficción en mis libros y le dije que era imposible, porque nos tendríamos que poner página por página. Mis novelas tienen una gran carga autobiográfica, pero la realidad y la memoria están tan deformadas que en el fondo todo es ficción. 'Una historia violenta' es mi novela más autobiográfica, aunque lo que se cuenta casi nada ocurrió. Pero el punto de vista del niño protagonista, sí que reproduce mi descubrimiento del mundo.

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Título: 'Yo que fui un perro'
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Autor: Antonio Soler
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Editorial: Galaxia Gutenberg, 2023, 296 páginas. En librerías el 13 de septiembre.
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Presentación: 25 de septiembre, a las 19 horas, en el Centro Cultural La Malagueta
–¿Y qué hay de autobiográfico en 'Yo que fui un perro'?
–Pues el recuerdo de una época. Y sí que hay un personaje de un amigo de Carlos, Miguel, que es una especie de alter ego del que se dice que ha ganado un premio literario más o menos con la edad que yo gané el Ignacio Aldecoa.
–Carlos critica a Miguel porque le recomienda 'El árbol de la vida' y piensa que su amigo le está mandado mensajes soterrados porque el protagonista es también un estudiante de Medicina.
–La base de este tipo de personajes es la inseguridad, lo que le lleva a ser muy susceptible y a analizar de un modo muy deformado la realidad, las relaciones humanas y hasta lo que es bueno para él. Y en lo sentimental deriva en celos y el intento de control de la pareja. El otro día leí una frase de un novelista austríaco que más o menos decía que los celos tienen su origen en que piensas que alguien ama mejor que tú. Y esto es lo que le pasa al personaje continuamente. No sólo tiene celos por la hora que ha vuelto o cómo se viste, sino también celos retrospectivos por novios anteriores. Con la pretensión no sólo de controlar el presente, sino el pasado, es decir, conformar a la otra persona en función de sus propios criterios, algo completamente imposible. Todos hemos conocido gente así porque son cosas que ocurrían antes, pero también ocurren ahora.
Dar los buenos días
–Este manipulador es universitario y lee a Baroja y Kafka. ¿Ha querido retratar a alguien 'normal'?
–Esa era la idea. No que fuera un tipo asilvestrado, ni salvaje. Imagino que la persona que escribió las páginas que yo leí no habrá cometido ningún crimen pero ahí hay una confesión que en casos muy extremos explota. Por eso, cuando hay una tragedia oímos eso de que era una persona normal y daba los buenos días. He intentado poner el foco en la trastienda de esos personajes.

–¿Esta novela tiene que ver con la anterior, 'Sacramento', en que ambas exploran la parte turbia del amor y del deseo?
–Ambas retratan ese mundo oscuro. Sus protagonistas son controladores y manipuladores, aunque yo diría que Carlos es un aprendiz al lado del otro que era un maestro y lo llevó a la práctica.
–La novela también muestra que en los 90 esa línea de pensamiento de la 'maté porque era mía' estaba muy presente.
–Y sigue vigente en este tipo de personas que las matan porque son suyas y que se producen a raíz de separaciones, cuando ellas dicen 'no soy tuya'. Este personaje tiene eso larvado.
«Probablemente piensa que esto se trata de una cacería y que solo se ha pasado un poquito»
–¿Toda la tormenta del 'pico' de Rubiales demuestra que el machismo sigue imperando?
–Estamos en una época en la que vemos el choque de ese pasado inmediato con un nuevo tiempo. Y hay personas como este hombre que, pese a tener unos 50 años, tiene un pie o los dos en un mundo que no es el que está por venir o ya está aquí. Esa actitud la tiene tan asumida que no entiende lo que le está ocurriendo. Aparte ya de todas las cuestiones internas de su mundo del fútbol. Probablemente piensa que esto se trata de una cacería que viene por otros motivos y no por algo que él considera que no es censurable y que solo se ha pasado un poquito.
–La otra cara en su novela es Yolanda, que tampoco responde al cliché de mujer dócil.
–Ella es una chica que vive con libertad, cordura y sin someterse a a alguien que la quiere moldear. Esa es otra cuestión que está en la novela y en la sociedad: los que buscan moldear a la mujer en función de lo que necesitan. Y piensan que las víctimas son ellos, porque la otra lo está provocando.
–¿Se imagina a Carlos con un móvil en la mano y controlando a su pareja?
–Yo encontré los papeles en el año 91, pero podía trasladarlo a la actualidad. Lo único que se decía en los papeles es que él vivía frente a la novia y estaba completamente obsesionado y la controlaba. Pensé situarla hoy día y ahí sí que habría multiplicado el control con los móviles. Pero me pareció que era innecesario porque el dominio se puede establecer de muchos modos sin necesidad de la tecnología.
–¿No es una contradicción que haya un repunte de estas actitudes hoy día?
–La novela no es un hecho del pasado. Antes era más generalizado y más brutal porque no había censura sobre estas actitudes sociales, pero ahora hay una especie de estado de alarma y se denuncian. Pero me llega por chicos jóvenes que el control existe y, a veces, de una forma preocupante porque es consentido. Eso es peligroso.
Vuelve Luli Gigante
–¿Por qué está tan soterrado el territorio Soler en esta novela?
–Aparece Gamarra, el Compás de la Victoria o los jardines del Hospital Militar porque era donde yo iba con mi primera novia. Pero está más soterrado, porque aquí el paisaje fundamental es el interior de la cabeza del personaje.
–Sus lectores también sonreirán con las apariciones fugaces de personajes como Luli Gigante de 'El camino de los ingleses.
–Hay varios guiños. Lo de Luli es por un amigo que piensa que esa es la novela que le cambió la vida.
–¿El escritor Jesús Nieto?
–Él no lo sabe, pero lo he incluido en una fiesta con este personaje que es su ídolo. Además, una compañera de la facultad del protagonista es Ana Galán Pujol, que es la protagonista de 'Sur', en la que ya es médico. Son guiños. Me gusta tejer esta tela araña entre novelas.
«A los 'influencers' solo les queda montar en globo con una pancarta que diga: 'Mi libro es el mejor'»
–En Galaxia Gutenberg se le ve contento. ¿Le preocupa el mundo editorial?
–Ahora tengo una sensación parecida a cuando estaba hace 25 años en Anagrama, una editorial media que no forma parte de un grupo y donde se mantiene la cuestión literaria por encima de otros valores. Eso, a un escritor como yo le da mucha confianza, porque la apuesta no es de libro a libro, sino que hay un proyecto común a medio o largo plazo. Y eso es recíproco, porque yo también confío en la editorial. Una novela como 'Sur', que parecía muy minoritaria, si hubiera estado en otro tipo de editorial me habría autocensurado porque me podían haber dicho que era muy compleja. Pero durante la escritura tenía muy claro que en Galaxia la iban a publicar tal cual. Luego resultó que además la novela funcionó, tuvo muchos premios, seis ediciones... pero en el proceso de escritura eso no se sabe.
–¿Cuándo comenzó a cambiar este 'negocio'?
–El 'boom' se acabó con la anterior crisis. Por un lado, hemos vuelto a determinados puntos de sensatez, aunque por otro lado siguen los 'best seller'. En el ámbito editorial y de la literatura siempre han convivido dos mundos, el del 'best seller', y otro que, aunque puedan tener mucha difusión, se atienen a otros códigos. Una editorial que respeta tus códigos, te permite al final algo que para mí es fundamental: la libertad. Algo que yo siempre he tenido cuando he estado en grandes grupos. A mí nunca me han dicho que escriba de un determinado modo, pero sí hay como un hilo musical que te dice cómo escribir para más personas. Pero no estoy aquí para eso.
–Tras el desembarco de libros de 'influencers', ahora ha llegado el fenómeno del novelista con miles de seguidores en Internet. Usted no tiene redes sociales, ¿cómo lo observa?
–No es mi mundo. Somos universos colindantes, pero no veo que tenga algo que ver conmigo. El otro día, leyendo los 'Diarios' de Kafka, hacía una reflexión sobre esto y decía algo así: «Qué tristeza la de determinados libros sobrevalorados por el simple hecho de que su escritor esté vivo y soplando a favor de sus libros». Esto lo decía en 1913.
–O sea, que siempre ha habido libros de 'influencers'.
–Es normal que se haga publicidad y se quiera vender, porque al final esto es una industria y las editoriales no son ONGs. Y tú como escritor tampoco eres místico y necesitas vivir, pero claro, cuando ves la autopromoción de alguna gente que parece desesperada, dices bueno, cálmate. Lo único que les queda es montar en globo con una pancarta que diga: «Soy el mejor y mi libro es el mejor». Cuando haces eso empiezas a perder credibilidad más que a ganar.
–Y tras el 'perro', ¿con qué anda?
–No quiero avanzar mucho, pero lo próximo no será una novela. Un libro muy personal que seguramente sea una mezcla de géneros.

«Málaga está pagando sus atractivos. Se ha corrido la voz y se ha masificado»
–La Málaga de los museos ha cambiado la ciudad, pero ha tenido efectos negativos. ¿Es de los que va cada vez menos al centro?
–Sí, claro. El centro está conformado para gente de fuera y tengo amigos que vivían en el centro y se han ido. Y los que siguen allí les cuesta trabajo salir sin encontrarse a una multitud o sin que las calles estén prácticamente destinadas a ser un comedero público. Todo esto ha tenido beneficio, pero también ha tenido inconvenientes. Yo procuro ir al centro a primera hora o no en fines de semana. Hace unos meses estuvo aquí el escritor griego Theodor Kallifatides y se alojó en un hotel del centro. Le pregunté si Málaga se parecía a Tesalónica y me dijo que le había costado mucho andar entre tanta gente. Y eso para un tipo de turismo es disuasorio. Antes de la pandemia, fui a Florencia, una ciudad bellísima, pero no se podía andar y era mayo. Hace 30 años era habitable. Y Málaga está pagando los atractivos que tiene. Se ha corrido la voz y se ha masificado.
–¿Corremos el riesgo de morir de éxito?
–No lo sé. Estudié y soy técnico en turismo, pero estoy muy desfasado porque nunca ejercí. Pero cuando veo que están abriendo tantos hoteles de cinco estrellas imagino que no lo hacen a lo loco. Y aunque el efecto llamada multiplique los visitantes, no sé si ese es el turismo que conviene tener.
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