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José Calvo Poyato, antes de la entrevista en Málaga.
José Calvo: «Al Gran Capitán le pasa como a Casillas. Es hora de que valoremos a nuestros héroes»

José Calvo: «Al Gran Capitán le pasa como a Casillas. Es hora de que valoremos a nuestros héroes»

El catedrático presenta su novela ‘El Gran Capitán’, en la que reivindica al soldado que revolucionó la infantería y que fue leal al rey Fernando, pese al trato ingrato del monarca

Francisco Griñán

Sábado, 16 de mayo 2015, 00:11

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Conoce tan bien al personaje que incluso lo tutea. Gonzalo esto, Gonzalo lo otro. El protagonista en cuestión no es otro que Gonzalo Fernández de Córdoba, cuyo sobrenombre, El Gran Capitán, da título a la nueva novela de José Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1951). El catedrático de Historia y escritor reivindica a su paisano cordobés cuando se cumple el V centenario de su muerte. Una vida plagada de luces militares y de sombras políticas por sus diferencias con el rey Fernando. Un héroe que, como sigue ocurriendo en nuestros días, fue víctima de la ingratitud de su época.

Se cumplen 500 años de la muerte del Gran Capitán, un personaje algo desconocido en la actualidad.

Por lo menos, no suficientemente conocido para sus méritos. Ahora vivimos en un mundo muy cambiante y creemos que antes todo evolucionaba con lentitud, pero el tiempo que le tocó vivir al Gran Capitán fue como el actual. Nació en el otoño de la Edad Media y murió en el Renacimiento con un mundo ensanchado: los portugueses bordean África, Colón llega a América, la gente fuma, las mujeres van desnudas en América...

Es un buen momento entonces para revisar su figura.

Me atraía el personaje que es capaz de cambiar al ritmo que lo hace el mundo. Me interesaba el soldado, pero más el hombre de carne y hueso. El rey Fernando fue muy ingrato con él, pero el Gran Capitán respondió con lealtad. En la novela coloco a los personajes frente a frente. Fernando es un político extraordinario, pero como ser humano pierde ante Gonzalo. Fernández de Córdoba fue virrey de Nápoles, pero el rey lo mandó de alcaide a Loja. Yél obedeció.

¿Qué mando tenía un alcaide?

La autoridad militar. Por traducirlo a hoy: el comandante del puesto de la Guardia Civil en el pueblo.

En ese momento empieza su novela.

He arrancado en 1512, cuando al Gran Capitán le quedan tres años de vida y vive este destierro encubierto. Es entonces cuando el ejercito español es derrotado por los franceses en Italia y le piden al rey que el Gran Capitán vaya a dirigir las tropas. El comienzo del libro es el correo que Fernando escribe a Gonzalo para que forme un ejército y embarque en Málaga.

¿Tuvo que ver la supuesta relación de la reina Isabel con el Gran Capitán para la actitud de Fernando?

Está bien esa pregunta. Los recelos del rey eran políticos, porque lo que temía es que Gonzalo se proclamase rey de Nápoles. Esa supuesta relación sentimental entre él y la reina no tiene fundamento. Es cierto que Isabel fue su valedora, lo que es importante porque el Gran Capitán era un segundón. No era el hijo mayor ni el heredero de los títulos de su familia. Por eso cuando los reyes le encomendaron el ejército, el duque de Alba o el de Nájera protestaron. Fue un hombre que se hizo a sí mismo.

¿Fue más soldado o estratega?

Hay detalles del personaje impagables. La noche antes de los combates recorría las tropas y preguntaba si estaban asustados. Y él contestaba que también, pero les animaba. Claro, al día siguiente, sus hombres iban al infierno por él. Y después sabía plantear batalla, muchas veces contra ejércitos más grandes. Revolucionó el arte de la guerra, ya que se dio cuenta de que la infantería, armada y organizada, podía vencer a la caballería.

Es curioso que ese héroe ha pasado a la cultura popular con la frase Hacer las cuentas del Gran Capitán, en la que no sale muy bien parado.

Esos números existen y Gonzalo rindió cuentas ducado por ducado al rey por la campaña en Nápoles de 1500 a 1504. Parece ser, por lo que nos dice el cronista Paulo Jovio, que los contables del rey se mostraron altaneros y eso al Gran Capitán, que era un hombre sencillo, le sentó mal, por lo que comenzó a dar razón desmesurada de lo que había gastado. A eso se unió la leyenda y esa frase en la que Gonzalo contesta al rey: «Y un millón de ducados por pedirle cuentas a quien os ha regalado un reino».

¿Cuidamos nuestros héroes?

No, rotundamente. Los ingleses o los franceses saben donde están enterrados sus grandes hombres, pero nosotros no sabemos el lugar en el que reposan la mitad los nuestros. Desde Jorge Juan a Blas de Lezo.

Sigue pasando lo mismo que con el Gran Capitán. Ahora los héroes son deportistas y ahí está Casillas, que lo ha conseguido todo, pero está siendo repudiado.

Al portero le están chiflando en su propia casa. Y algo parecido le va a pasar a Rafa Nadal, que ha sido el mejor del mundo, pero si ahora no gana los partidos decimos que está acabado. Hay que procurar que la envidia que ha caracterizado la historia española vaya desapareciendo y es hora de que valoremos a nuestros héroes. Esta es una de las razones por la que he escrito esta novela.

Tal vez, el caso del Gran Capitán también arrastra, contra su voluntad, una identificación franquista.

Tras la Guerra Civil se escribieron muchas biografías sobre él ya que su perfil encajaba en el deseo de una España imperial. Pero Gonzalo vivió en los siglos XV y XVI y no podemos dejarlo caer en el olvido porque haya sido utilizado en el franquismo con fines políticos y propagandísticos.

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