Javier Calleja vuelve a Málaga a lo grande
El artista malagueño inaugura en el Centro Fundación Unicaja su exposición más ambiciosa
Rodeado de cuadros aún por colgar, sentado sobre una caja que ha recorrido el mundo con su nombre impreso, Javier Calleja (Málaga, 1971) hace una confesión. Hace justo 18 años, en ese mismo lugar, «cuando no había nadie en la sala», jugaba con esas pequeñas figuritas que por entonces creaba en su casa: «Y pensaba 'algún día' lo conseguiré». Lo cuenta emocionado, consciente de que ese día ya ha llegado. Quien hace justo 18 años, en ese mismo lugar, trabajaba como montador de exposiciones con lienzos de otros, es hoy el protagonista absoluto, la firma de las decenas de impresionantes piezas que han tomado el Centro Cultural Fundación Unicaja, en el Palacio Episcopal.
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El arte de Javier Calleja vuelve a casa a lo grande en la exposición más ambiciosa de su carrera. Más de una década después de su anterior proyecto en Málaga y tras ganarse un lugar en la escena internacional del arte, el malagueño presenta hoy 'Mr. Günter, The Cat Show' (el sábado se abre al público), con obras inéditas, enormes esculturas y lienzos que nunca se han visto juntos. «El sueño me ha ganado a mí. Soñaba con que estaría aquí, pero estoy con cosas que ni yo me imaginaba que iba a hacer», declara echando un vistazo a su alrededor, a todos esos reconocibles personajes de pelo-nube y ojos-gota que ocupan el espacio. Mientras habla, en una sala contigua, le esperan dos personas clave en esta aventura: su 'studio manager' Alicia Gutiérrez Mármol y el galerista japonés Shinji Nanzuka.
«Esto no es solo suerte solo, son 25 años de trabajo»
De aquel montador de la empresa Japón Montajes de Arte (la misma que ahora trabaja para él) a este artista han pasado dos décadas y muchas, muchísimas, horas de creación. «Porque no es solo suerte, son 25 años de trabajo». Ese joven que entonces hacía «cositas chiquititas» porque no tenía estudio propio, pinta hoy enormes lienzos en una nave industrial de donde salen obras que anhelan coleccionistas de todo el mundo, de Miami a Tokio. Sus pinturas de gran formato rondan los 400.000 euros en el mercado del arte, y en 2021 uno de sus lienzos alcanzó en la filial de Christie's de Hong Kong los 1,14 millones de dólares.
Pero es que, además, Javier Calleja es un artista total del siglo XXI, un tipo que ha sabido entender que el arte va más allá de los museos y las galerías. Un creador comercial sin complejo alguno. Sus 'art toys', las ediciones limitadas de sus esculturas en pequeños formatos, se agotan nada más salir. Sus diseños están en zapatillas Vans, en ropa de Mira Mikati, en relojes Casio y en carcasas de móviles de Casetify. Ha decorado una línea de cafeterías en Hong Kong y Seúl (Hypebeans), ha firmado una reproducción artística del modelo 'Ghost' de Rolls Royce y hasta ha versionado al propio Mickey Mouse en una potente exposición colectiva de Disney Asia.
¿Cómo ha ocurrido? Volvamos atrás en el tiempo. Ese mismo año 2015 en el que había trabajado montando la exposición de la Colección de Carmen Thyssen en el Palacio Episcopal, Javier Calleja inauguraba su primera muestra individual. Fue en el Palacio de los Condes de Gabia, en Granada, la ciudad donde había cursado Bellas Artes. A Málaga su obra llegaría en 2006, en la Sala Moreno Villa. Solo dos años después ocupaba ya una sala en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga colocándose en el radar de muchos museos nacionales.
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El juego con las dimensiones es una constante en Javier Calleja, pero empezó siendo a la inversa de lo que hoy vemos. «Antes hacía cosas pequeñas para que parecieran grandes, ahora hago cosas grandes para que parezcan pequeñas», explica. Se trataba de una decisión creativa, sí, pero motivada por las circunstancias. Su estudio era en ese momento una prolongación de su dormitorio, con una mesa de trabajo convencional sobre la que imaginaba ingeniosas pinturas e instalaciones a pequeña escala. Por aquella época, compaginaba su faceta artística con su trabajo como profesor interino de artes plásticas en secundaria. «Aunque fui muy mal profesor. Era mejor psicólogo o 'coach' de los alumnos», admite. Todas las tardes después de clase, dibujaba. «Me propuse hacer un dibujo al día, 365 dibujos al año. Con paciencia, como una hormiguita, intentando no perder la disciplina». Una enseñanza de sus años como deportista.
Sus famosos personajes no habían nacido todavía, pero ya se intuían detrás de esa figura con cara de nube que con el tiempo derivaría en el pelo de sus 'niños', en los grandes ojos que poco después se volverían vidriosos y en las frases que ya entonces ponían el contrapunto a cada imagen.
Su obra está cargada de ironía, tiene un carácter autobiográfico y es técnicamente impecable
Las bases de su universo estaban asentadas, solo faltaba que se hiciera visible. Y Javier Calleja estaba a un golpe de 'click' de convertirse en fenómeno: en 2014, Instagram seleccionó una de sus obras en su perfil oficial, con más de 55 millones de seguidores. En cuestión de días, la imagen alcanzó el medio millón de 'likes' y los 10.700 comentarios. Una barbaridad en un mundo virtual aún en pañales que internacionalizó al momento su obra y le puso en el foco de galeristas y coleccionistas de la otra punta del planeta. En España, ese año expuso en la galería marbellí Yusto/Giner y en la madrileña Rafael Pérez Hernando Gallery. Fuera, su trabajo llamó la atención de los galeristas japoneses Aisho Miura y Shinji Nanzuka. Ambos propiciaron el salto a Asia del artista malagueño abriéndole las puertas en 2017 de Aisho Nanzuka Hong Kong. El malagueño regresó de allí con todo vendido y una lista de espera que superaba el centenar de reservas.
Ahora sí, su carrera y sus creaciones crecían a lo grande. Calleja trasladó su producción a una nave de un polígono industrial donde se liberó del límite espacial –con piezas de mayor formato– y rompió con cualquier encorsetamiento creativo, dando rienda suelta al universo de personajes que le rondaban la cabeza desde años atrás. Primero sobre el lienzo y poco después, también, en las tres dimensiones.
Aquella muestra en Hong Kong supuso un punto de inflexión. Al año siguiente, esos rostros de apariencia infantil, con los ojos brillantes del niño que acaba de llorar y empieza a sonreír, se exponían en Tailandia y Japón en las sedes de Nanzuka en Bangkok y Tokio. Le seguirían muestras en Alemania, Grecia, Estados Unidos, Francia y hasta Canadá, pero con constantes idas y venidas a Japón y China. Hasta cinco individuales ha protagonizado en Tokio a día de hoy y otras tres en Hong Kong. En 2021 fichó por la galería de Almine Rech, una de las salas privadas dedicadas al arte contemporáneo más importantes del mundo, para su representación en Europa, Reino Unido y EE UU.
Su mérito es hacer simple lo complejo. Lo que a primera vista resulta un personaje amable se vuelve inquietante con los detalles que le rodean y las frases que incorpora. Es una obra cargada de ironía, con un peso autobiográfico importante –un reflejo de sus estados de ánimo y preocupaciones– y, sobre todo, técnicamente impecable.
Pero no ha logrado esto solo. Detrás, en un discreto segundo plano, siempre ha estado Alicia Gutiérrez Mármol, su pareja y su 'studio manager', una gestora cultural con visión y la responsable en buena medida del posicionamiento internacional de Javier Calleja. Para ella no hay ninguna duda de dónde está la clave de su éxito: «El secreto de Javi es que es un buen artista. Las modas no duran tanto».
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