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Cuentos, jaques y leyendas

Jaque a la demencia

Jugar al ajedrez podría convertirse en una receta eficaz contra la demencia y el envejecimiento cerebral. Un reciente estudio científico ha analizado el cerebro de 22 ajedrecistas y los hallazgos son muy esperanzadores

Manuel Azuaga Herrera

Sábado, 16 de septiembre 2023, 22:00

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El psiquiatra canadiense Norman Doidge, en su elogiado libro 'El cerebro se cambia a sí mismo', señala que «los seres humanos que llevan una vida mentalmente activa tienen una mejor función cerebral». Hay numerosos estudios que así lo avalan, pero Doidge recuerda, con cautela científica, que las correlaciones no prueban la causalidad, y prefiere calificar la relación entre ejercicios cerebrales y la prevención contra el Alzheimer como «prometedora». En el conjunto de actividades que favorecen una vida mentalmente activa destaca, por su descomunal poder de estimulación cognitiva, un elemento: el ajedrez.

Se cuenta que Albert Einstein dijo en cierta ocasión: «El ajedrez es el juego más rápido del mundo, en cada segundo hay que organizar miles de pensamientos». Me temo que la cita queda bajo la sospecha de haber sido inventada pero encierra una hermosa verdad. No en vano, la ciencia estima que el cerebro de un gran maestro de ajedrez reconoce más de 100.000 patrones específicos, es decir, posiciones sobre el tablero. Esta capacidad de reconocimiento solo es posible si, más allá del talento, se practica con frecuencia. El gran maestro Jaime Santos lo llama «golpe de vista», una combinación letal de intuición y cálculo. Claro que el cerebro de Jaime está entrenado para ser altamente eficiente. Él es un genio. Así que la pregunta es: ¿Podría la práctica del ajedrez, a un nivel aficionado, ser una receta eficaz contra la demencia y el envejecimiento cerebral?

Jugar al ajedrez no nos asegura una longevidad a salvo de demencias, pero sí nos confiere un saludable gozo intelectual

Los hallazgos de un reciente estudio científico capitaneado por el doctor Cristóbal Blanco, en colaboración con el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC), HT Médica y otros investigadores, son muy esperanzadores. Durante tres años, gracias a distintas pruebas de imagen y escalas neuropsicológicas, se han recogido datos de los cerebros de 22 ajedrecistas y un número igual de sujetos no ajedrecistas. «Por cada individuo se midieron más de 200 variables», explica el doctor Blanco. Entre los ajedrecistas que participaron en estas mediciones encontramos nombres muy conocidos, como el de Paco Vallejo –número uno de España–, Alexei Shirov o la subcampeona de Europa (2016) Sabrina Vega.

El doctor Cristóbal Blanco es un neurocirujano de prestigio y, además, conoce bien el tablero. Como ajedrecista, fue pentacampeón nacional de Venezuela, país al que representó en dos Olimpiadas. A los 18 años obtuvo el título de Maestro Internacional. «Para mí el cerebro es como la apertura española», confiesa. En el estudio que nos ocupa, el doctor Blanco ha utilizado un 'software' de inteligencia artificial con el que observa, así como el astrónomo contempla una lejana galaxia, las zonas más profundas del cerebro. Es el mismo programa (valorado en 750.000 euros) con el que cada semana opera tumores cerebrales en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. «No hay otro modo de medir en vivo porque, lógicamente, no puedo matar a Vallejo o a Shirov y contar cuántas neuronas tienen», explica con humor.

Mejora de la reserva cognitiva

Otro de los descubrimientos del estudio habría que marcarlo, por su importancia, en rojo fucsia: existen cambios estructurales importantes en varias zonas del cerebro entre los sujetos ajedrecistas y los no ajedrecistas. «Estas zonas», puntualiza el doctor Blanco, «se relacionan íntimamente con las áreas que se degeneran en el Alzheimer, la enfermedad más frecuente de las demencias con pérdida de memoria. En este sentido, hemos observado que los cerebros ajedrecistas presentan una mejora de su reserva cognitiva». En consecuencia, todo indica que puede darse una relación directa entre la práctica frecuente del ajedrez y el aumento sustantivo de nuestra reserva cognitiva.

El psicólogo Rafael Román Caballero, investigador de la Universidad de Granada y del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC), nos habla de la importancia del concepto: «La reserva cognitiva, más allá de detener el avance de un deterioro cognitivo, o de una demencia, deberíamos relacionarla con la eficiencia que el cerebro hace del uso de sus recursos. Leer, tocar un instrumento o jugar al ajedrez son actividades complejas, por eso favorecen el desarrollo de unas estrategias mentales que mantienen al cerebro en un estado eficiente. Así, si tenemos dos personas con la misma patología, por ejemplo Alzheimer, observaremos que aquella que ha cultivado durante su vida una rutina cognitiva más eficiente no muestra los síntomas de la patología –en este caso, pérdida de memoria, dificultad para resolver problemas...– de forma tan clara. Y esto es así porque su reserva cognitiva es mayor».

El 'Estudio de las monjas'

En 1986, el profesor de neurología David Snowdon inició un estudio con 678 monjas de la orden de las Hermanas Escolares de Notre Dame. Las monjas tenían más de 75 años y gozaban de una salud cognitiva óptima. Todas consintieron que, a su muerte, los investigadores pudieran diseccionar sus cerebros. En 2001, el famoso 'Estudio de las monjas' fue portada de la revista 'Time'. Una de las conclusiones más espectaculares de la investigación fue comprobar que las hermanas que habían mantenido un estilo de vida más estimulante, tanto en el plano físico como mental, eran más longevas y tenían una mayor autonomía en la vejez. Al diseccionar algunos de estos cerebros, los científicos observaron que, a pesar de encontrar las estructuras microscópicas propias del Alzheimer (las conocidas como placas amiloides), los síntomas de la enfermedad no habían aparecido. El hábito –nunca mejor dicho– de una vida saludable funcionaría como antídoto.

El doctor Cristóbal Blanco confirma, desde su mirada experta, lo que muchos suponemos: «El cerebro de un ajedrecista está en continuo funcionamiento». En efecto, existen estudios científicos que identifican cuáles son las áreas del cerebro que se activan durante una partida. Si usted juega al ajedrez, ponga atención a lo que sigue. Cuando lo hace a ritmo lento, utiliza los lóbulos frontales como actividad ejecutora. El neuropsicólogo Elkhonon Goldberg compara estos lóbulos con el director de una orquesta porque es capaz de gestionar la información del resto de estructuras cerebrales y, gracias a ello, tomar decisiones. En cambio, cuando usted juega una partida a ritmo rápido recurre a los ganglios basales, que son los encargados de las rutinas y los automatismos. El trabajo del doctor Blanco es novedoso porque no fija su atención en estas funcionalidades, sino que se plantea demostrar si el cerebro de un ajedrecista (o el suyo, amigo lector, si es el caso) presenta diferencias anatómicas y estructurales en comparación con el cerebro de la población no ajedrecista. «Con nuestras mediciones», apunta el doctor, «hemos registrado que los ajedrecistas no solo presentan cambios en sus estructuras, sino también en las conexiones cerebrales». Imaginen el cerebro del ajedrecista como un río caudaloso que riega y hace crecer nuevos afluentes. Si, por algún motivo, el cauce principal se secara, el agua desbordaría por los arroyos secundarios.

Los ajedrecistas presentan un mayor desarrollo tanto en algunas áreas del cerebro como en la amígdala y en sus estructuras adyacentes

Pero hay más. Gracias al estudio dirigido por el doctor Blanco podemos afirmar que los ajedrecistas presentan un mayor desarrollo tanto en algunas áreas del cerebro (lóbulo temporal, frontal y parietal) como en la amígdala y en sus estructuras adyacentes. En otras palabras, estas zonas son más grandes que en la población no ajedrecista, más aún de lo que los investigadores esperaban. Este hallazgo es muy interesante. Piensen que si le extirpamos la amígdala a alguien, de inmediato perderá el miedo y las situaciones de su entorno se volverán descontroladas. «La amígdala hipertrófica», especula el doctor Blanco, «quizás explique por qué los ajedrecistas no toman decisiones a la ligera, ni siquiera en contextos bajo presión, y son capaces de frenar su impulsividad». En este punto exacto surge una segunda pregunta: ¿Es la práctica del ajedrez lo que ha favorecido la hipertrofia de estas áreas cerebrales?

Ajedrez y patrón de envejecimiento

Tratemos de dar respuesta a esta cuestión poniendo el foco en un último registro de datos. «Uno de los resultados más sustanciosos a los que apunta nuestro trabajo», apostilla el doctor Blanco, «tiene que ver con el patrón de envejecimiento. En el cerebro se suele dar una tendencia en la que la región posterior envejece más rápido que la anterior. El recorrido discurre desde el lóbulo occipital hacia el lóbulo frontal, desde atrás hacia delante. Sin embargo, este patrón de envejecimiento natural no se observa entre los ajedrecistas, lo que nos revela una hipótesis en la que la práctica del juego podría ser el factor diferencial». Es realmente extraordinario.

¿Se dan cuenta del alcance de esta hipótesis? Jugar al ajedrez podría retrasar nuestro patrón de envejecimiento cerebral. En España tenemos un caso sin igual, el de Manuel Álvarez, ajedrecista de 101 años que aún compite y juega torneos. A través de su hija Elena, me pongo en contacto con él. «De no haber jugado al ajedrez, ¿cree que hubiera llegado a este grado de plenitud cognitiva?», le pregunto. «No puedo asegurarlo», me responde Manuel al toque, «pero creo que algo ha debido de influir». Quiero saber más, si mantiene su capacidad de cálculo, su fuerza de juego. «Algunos días puedo calcular perfectamente, aunque otros no tanto», confiesa. «Esto antes no me pasaba, pero es que la edad también cuenta». Y añade, con voz hermosa y temblorosa: «Eso sí, me sigo sintiendo fuerte en los finales, como siempre».

Tal y como advertía Norman Doidge, las correlaciones no prueban la causalidad, por lo que jugar al ajedrez, si lo prefieren bailar, leer, escribir o resolver crucigramas, no nos asegura una longevidad a salvo de demencias, pero sí nos confiere, como decía Wagensberg, un saludable gozo intelectual. Hace tiempo que la ciencia ha refutado aquel célebre aforismo de Miguel Unamuno, quien bajo la locura del 'ajedrecismo', como él mismo lo definió, dijo aquello de que «el ajedrez procura una suerte de inteligencia que sirve únicamente para jugar al ajedrez». Hoy sabemos que no es así. Unamuno, me consta, también lo sabía. Solo estaba poniéndonos a prueba.

Así que hasta nuevo aviso, y por si acaso, jueguen al ajedrez. No olviden que, en cada segundo, organizarán miles de pensamientos. Quizás sean solo unos cientos. O algunos pocos, qué más da, lo que es seguro es que algo potencialmente bueno estará ocurriendo en sus cerebros. Ya me contarán.

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